“A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre”
Jn 12, 1-11
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
1. “UNGIÓ CON ÉL LOS PIES DE JESÚS Y LOS SECÓ CON SUS
CABELLOS”.
Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, San Juan sitúa con precisión
cronolgica esta escena, así es como dice: “fue seis días antes de la Pascua”. Sin embargo
los Evangelios sinópticos no la sitúan cronológicamente. La narran en un contexto en el que
se dice que dentro de dos días es la Pascua (San Mateo 26:2; San Marcos 14:1). Pero es
debido a que los sinópticos la incrustan en un contexto lógico por razón de la muerte
inminente de Jesús, que se anuncia en los versículos anteriores, lo mismo que por la venta
que de Él hace Judas, y que es narrada inmediatamente después de este episodio.
Habría que preguntarse, ¿Dnde fue esta cena? San Juan dice solo: “donde estaba
Lázaro”, que no es decir en casa de Lázaro. Para Mateo y Marcos, fue en casa de Simón el
leproso: En este Evangelio, pensando en las personas centrales que le interesan Jesús,
Marta, María, Lázaro, Judas viene a producir lo que se llama un espejismo literario, como
si la cena fuese en casa de Lázaro, que estaba en Betania y a quien Jesús había
resucitado, y allí en Betania, le dieron una cena. De ser en casa de Lázaro, lo lógico era
decir que se la dieron en casa de Lázaro; pero slo dice que “allí” en Betania, estaba
Lázaro.
En cambio, se dice que; Lázaro era uno de los comensales, seguramente como era la
costumbre era uno de los que estaban reclinados (a la mesa) con él. Jesús entró en la casa
y se sentó a la mesa. Seguramente era un invitado especial a esta cena donde también se
habían invitado a otros amigos. Jesús se debe haber sentado a la mesa donde habrían
otros comensales, sumemos a esto la mujeres de la cocina y los sirvientes. Es decir había
muchos testigos de esta escena cuando María se presentó con un frasco de perfume.
Mientras los Evangelio sinópticos hacen el relato diciendo que María derramó el ungüento
sobre la cabeza de Jesús, sin más, san Juan, omitiendo esto, destaca precisamente que
derram este perfume sobre los pies de Jesús: “ungi con él los pies de Jesús y los secó
con sus cabellos”.
2. PRESENTARSE A LOS PIES DE JESÚS
En el relato de san Lucas, (7:38-44-46), dice que una pecadora colocándose detrás de
Jesús, se puso a llorar a sus pies y comenzó a bañarlos con sus lágrimas; los secaba con
sus cabellos, los cubría de besos y los ungía con perfume. Aquí, María no lava los pies de
Jesús con sus lágrimas pues la cortesía había ofrecido ya agua para lavarse, costumbre
había de ofrecer lavar los pies a los caminantes, pero si dice que “tomando una libra de
perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus
cabellos”. Este rasgo es, más que extraordinario, extrao. Ungir la cabeza era una práctica
común, pero la unción de los pies era desconocida; limpiar el ungüento con los cabellos
resultaría, al menos, desacostumbrado; además, una mujer judía respetable difícilmente
habría comparecido en público con el cabello suelto.
Estamos frente a un hecho que hoy tendría una resonancia y divulgación tendenciosa,
alguien podría decir, sobre la libertad de que se tomara de presentarse a los pies de Jesús
con un frasco de perfume, ungir sus pies y secarlos con los cabellos Esta actitud de María
debe haber causado asombro no solo de los anfitriones, también de lo invitados, que
seguramente al verla se estaban escandalizando, y muy asombrados por el comportamiento
tan respetuoso y amoroso de Jesús con ella.
La razón de esto es, es muy simbolista a demás de excepcional. Cuando Lázaro resucita,
sale del sepulcro ligados con vendas los pies y las manos, y el rostro envuelto en un
sudario (San Juan 11:44). Pero estas vendas que ataban a Lázaro estaban impregnadas en
los perfumes mortuorios (San Juan 19:39-40). Así, San Juan, al destacar sólo este rasgo
excepcional, evocaba mejor, típicamente, la interpretación funeral que de aquella acción iba
a dar el mismo Jesús que le respondi: “Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el
día de mi sepultura”.
3. MARÍA, DEMOSTRÓ LA DELICADEZA DE SU AMOR AL MAESTRO.
Parecería que María había oído alguna vez la proximidad de su muerte y habría comprado
aquel perfume para emplearlo en el embalsamamiento judío del cuerpo del Señor. Pero no
es éste el sentido. Habría que suponer muchas cosas. El espíritu del relato es otro, y con él
coincide lo que dicen los sinópticos.
San Marcos lo precisa: ella se adelantó a perfumar mi cuerpo para la sepultura (San Marcos
14:8; cf. San Mateo 26:12).
Este perfume que María tenía, al emplearlo así en Jesús, por deferencia, cuya muerte era
inminente, vino, sin saberlo, como acaece en otros episodios del evangelio de San Juan
(11:51; 19:24), a cumplir un rito simbólico que, si era homenaje a Jesús, venía a evocar y a
ser una anticipación del embalsamamiento que harían de su cuerpo después de su muerte.
Es un trozo más del valor histórico-simbolista del evangelio de San Juan.
María, demostró la delicadeza de su amor al Maestro. Los hizo a su modo, porque entonces
solo se solía en señal de respeto ungir la cabeza de los huéspedes, así se destacaba su
distinción como invitados. María elige la esencia más cara, la más pura y costosa para ungir
los pies de Jesús. La ofrenda de María es total, no se reserva ninguna gota del perfume
para ella.
Después de relatarse esta escena, San Juan aade: “La casa se impregn con la fragancia
del perfume”. Si con ello se quiere destacar la intensidad, pureza y valor de aquel perfume
acaso pudiera también tener ello un valor simbolista. Podría aludir a lo que recogen San
Mateo-San Marcos sobre la divulgación de aquella acción, y que estaba en el ambiente de
la tradición cristiana primitiva: donde se predique este evangelio, en todo el mundo, se dirá
también lo que ella ha hecho, para su memoria (San Mateo 26:23; San Marcos 14, 9).
Seguramente María sentía la mirada de Judas, pero al mismo tiempo la sedante, amorosa y
pacificadora de Jesús. Este hecho demuestra que todo hombre o mujer puede acercarse
con confianza a Jesús: Todos y especialmente los pecadores son bien recibidos por Jesús.
Al ver que Jesús se deja tocar por la mujer, los comensales no se atreven a criticarlo de
viva voz, excepto Judas.
4. “A LOS POBRES LOS TIENEN SIEMPRE CON USTEDES, PERO A MÍ
NO ME TENDRÁN SIEMPRE”
Los Evangelios sinópticos dicen que, ante esta acción, los discípulos protestaron, porque se
podía haber vendido este perfume y haber dado su importe a los pobres. Pero San Juan
matiza y pone en evidencia que fue Judas, pues así dice: “Judas Iscariote, uno de sus
discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: ¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos
denarios para dárselos a los pobres?” Entonces destaca que él (Judas) fue el iniciador o el
más fuerte objetante a esto, y al que luego, ingenua e incautamente, se le habían unido
algunos discípulos. Y San Juan declara que el motivo es que Judas era ladrón, que robaba
de la pequea caja del colegio apostlico diciendo: “Dijo esto, no porque se interesaba por
los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común”.
Pero a ello le respondió Jesús con la frase; “A los pobres los tienen siempre con ustedes,
pero a mí no me tendrán siempre”. Esta expresin no tiene un valor profético. Es un
enunciado de tipo “sapiencial” y teniendo en cuenta el curso ordinario de las cosas. Es lo
que se leía con esta misma perspectiva en la Ley: Nunca dejará de haber pobres en la tierra
(Dt 15:11). Y en los escritos rabínicos se lee que, en los días del Mesías, siempre habrá
pobres.
Esta frase de Jesús, es un llamado a comprometerse con los pobres y los necesitados. La
vida de Jesús, nace en un humilde pesebre y llega a su máxima expresión de pobreza en
su Pasión y Muerte. Para Jesús, a los pobres siempre se les debe dar una atención
especial y preferencial. Nuestro compromiso con Cristo, nos debe hacer considerar esta
misma preferencia.
El Señor les Bendiga