“A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre”
Jn 12, 1-11
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
ES DECISIVO RECONOCER Y ACOGER EL AMOR QUE ÉL DA, EL AMOR QUE ÉL ES
También se nos invita a la cena de Betania para estar con Jesús en esa atmósfera cálida de
afecto y amistad. Permanecemos en esa casa acogedora para afianzar nuestro seguimiento de
Jesús: un camino de salvación, de la muerte a la vida, como le sucedió a Lázaro, o de activa
solicitud que se convierte en servicio cotidiano al Maestro y a los suyos, como Marta. Un
camino de amor, de adoración, que dilata día tras día el corazón, o quizás de reservas,
resistencias y cálculos cada vez más mezquinos que acaban ahogándonos en la avaricia:
María y Judas, ambos discípulos del Señor, se nos presentan como ejemplos-límite.
El estar con Jesús, escuchar su Palabra, compartir con él la existencia, no es todavía lo que
decide nuestra meta y los pasos para lograrla. Es decisivo reconocer y acoger el amor que él
da, el Amor que él es. Judas no lo acogió, por eso condena el "derroche" de María, haciendo
sus cuentas con el pretexto de los pobres... María ha hecho de ese amor su vida; el centro de
gravedad que la saca fuera de sí misma sin cálculos, sin razonamientos; con intuición muy
precisa y luminosa, se ha quedado con lo esencial: con el pobre Jesús que da todo.
María no puede esperar, y quiere imitar, con el símbolo de un gesto, a su Maestro: derrama
sobre esos pies que le han abierto el camino de una plenitud inesperada de amor -ahora en el
tiempo y, lo cree firmemente, también en la eternidad- el nardo preciosísimo guardado con
cuidado, imagen de una vida totalmente derramada en la caridad. "Y toda la casa se llenó de la
fragancia del perfume."
ORACION
Señor Jesús, Hijo de Dios, que has venido al mundo para ser el hombre más familiar de
nuestra casa, ven esta tarde y todas las tardes a compartir con nosotros la cena de los amigos.
Haz de cada uno de nosotros tu Betania perfumada de nardo, donde los íntimos secretos de tu
corazón encuentren el camino silencioso de nuestro corazón, para que podamos vivir contigo la
hora suprema del amor y decirte, con un gesto de pura adoración, cómo queremos -porque tú
mismo lo has hecho por nosotros- vivir tu vida y morir tu muerte. Amén.