“Les aseguro que uno de ustedes me entregará”
Jn 13, 21-33.36-38
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
EL AMOR DE DIOS ES FIEL SIEMPRE, QUE EL AMOR VENCERÁ A LA MUERTE
Como un amigo al que estamos habituados de repente puede parecernos desconocido, extraño
en el misterio de su persona, así debió de pasar a los discípulos en el cenáculo aquella tarde.
Lo mismo nos pasa a nosotros hoy con Jesús: no comprendemos ya nada, nos quedamos
perplejos ante la predicción que nos hace. Percibimos que verdaderamente conoce la
posibilidad de nuestra traición, de nuestra falta de mantener la palabra, de esas sutiles,
insinuantes afirmaciones que tenemos a flor de labios y hieren el corazón de la comunidad
cristiana... Y nosotros ni siquiera nos damos cuenta de lo profunda que es la herida en su
corazón, del que está en agonía hasta el fin del mundo, según la expresión de Pascal.
Y a pesar de todo -por siempre-, para él el traidor sigue siendo el amigo al que brinda un último
gesto de predilección. Porque el amor no retira lo que ha dado, no reniega de lo que es.
Prefiere consumirse en el dolor y la muerte...
Pero hoy, en la noche que rodea la sala de la cena, una luz queda encendida: finalmente
hemos intuido algo del misterio de Jesús. Para cada uno de nosotros, que llevamos dentro las
tinieblas de Judas, las frágiles corazonadas de Pedro y -esperemos- el amor de Juan, por cada
uno de nosotros no cesa de ofrecerse a sí mismo, porque nos ha amado hasta el extremo. Esta
es su gloria: mostrar en el rostro desfigurado por el sufrimiento que el amor de Dios es fiel
siempre, que el amor vencerá a la muerte. Es más, ya la ha vencido.
ORACION
Señor Jesús, en este crepúsculo del tiempo compartimos contigo la cena: pero todavía no
comprendemos tu misterio. Y, sin embargo, creíamos que te conocíamos desde hacía tanto...
Y cuando con profunda emoción tú nos revelas nuestro propio misterio -la tremenda posibilidad
de traición y odio-, intuimos que tú nos conoces desde siempre. Ayúdanos, Señor, a acoger la
verdad del mal que hay en nosotros sin mirarnos con desconfianza unos con otros, sin
manifestar un disgusto desesperado de nosotros mismos, sin presumir de ser diferentes,
mejores, dispuestos a dar la vida por ti: no cantaría el gallo y te habríamos negado no tres, sino
infinitas veces.
Danos la fortaleza de permanecer en la luz de aquella sala en la planta de arriba: allí se revela,
a tu luz, lo que de verdad somos, y fuera es de noche. Entonces podremos comprender algo de
ti, que eres el Amigo por siempre y no cesas de atraernos con vínculos de bondad: aunque te
neguemos, tú permaneces fiel, porque no puedes negarte a ti mismo.