“Les aseguro que uno de ustedes me entregará”
Comentario y estudio del Evangelio, Mt. 26:14-25
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
ENTREGARSE y DARSE, LA CUMBRE DEL AMOR MÁS GRANDE POR LOS DEMÁS,
JESÚS.
Jesús revela quién es Dios y quién es el hombre manifestándonos en su propia historia divino-
humana el misterio de la libertad de ambos. Aparece claramente en la pasión, cuando personas
y acontecimientos parecen coartarlo, quebrantarlo, hasta clavarlo en la cruz. En el Evangelio de
hoy aparecen los dos polos extremos del poder humano: la libertad de entregar y traicionar
(abismo de apostasía: Judas) y la de entregarse y darse (la cumbre del amor más grande por
los demás: Jesús). Entre ambos polos, cada uno es libre de moverse, de llevar a cabo sus
opciones cotidianas, pero el Evangelio nos hace conscientes de una realidad: en los dos
extremos está o el poder de Dios o la fuerza del maligno. Pero hoy no sólo aparece la enorme y
vertiginosa capacidad de la libertad humana, sino que también se nos muestra algo de la
libertad de Dios: su omnipotencia, que brinda al hombre la salvación sin forzarle; su amor, que
se entrega -en el Hijo- a sí mismo para que el hombre no sea presa eterna y casi ignorante del
pecado. Desde siempre Dios había preparado esta pascua; y cuando el Hijo del hombre vino a
cumplirla entre nosotros, se ha abierto a toda criatura un nuevo horizonte ilimitado de libertad:
la libertad de amar incluso dando la vida para encontrarse en plenitud en el seno amoroso de la
Trinidad.
ORACION
Señor Jesús, déjanos hoy confesar ante ti y concédenos, para hacerlo, un corazón
verdaderamente arrepentido y palabras humildes y sinceras. Somos nosotros, Señor, los que te
hemos vendido, y no sólo una vez. Cada día especulamos con tu persona y vivimos de esta
mísera ganancia; nosotros, los amados por ti.
¿Nos puedes todavía soportar como íntimos en tu casa, para comer el pan de tus lágrimas y
beber la sangre de tu dolor? Vendido por nosotros por una miseria, tú nos has comprado,
Señor, al precio infinito de tu sangre. Haz, te suplicamos, que, a través de la herida de tu
corazón, podamos penetrar y establecernos siempre en la comunión de tu amor. Amén.