"No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo
comprenderás"
Evangelio, Jn 13, 1-15
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
LES HE DADO EL EJEMPLO, PARA QUE HAGAN LO MISMO QUE YO HICE CON
USTEDES.
El discurso de Jesús en la última cena fue una conversación en un clima de amistad, de
confianza y, a la vez, el último adiós, que nos da abriendo su corazón. ¡Cómo debió de esperar
Jesús esta hora! Era la hora para la cual había venido, la hora de darse a los discípulos, a la
humanidad, a la Iglesia. Las palabras del Evangelio rebosan una energía vital que nos supera.
El memorial de Jesús —el recuerdo de su cena pascual— no se repite en el tiempo, sino que
se renueva, se nos hace presente. Lo que Jesús hizo aquel día, en aquella hora, es lo que él
todavía, aquí presente, hace para nosotros. Por eso no dudamos en sentirnos de verdad en
aquella única hora en la que Jesús se entregó a sí mismo por todos, como don y testimonio del
amor del Padre.
Nosotros, por consiguiente, debemos aprender de Jesús, que nos dice: " Les he dado el
ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes”. ". Debemos aprender de él a decir
siempre "gracias" y a celebrar la eucaristía en la vida entrando en la dinámica del amor que se
ofrece y sacrifica a sí mismo para hacer vivir al otro. El rito del lavatorio de los pies tiene como
finalidad recordarnos que el mandamiento del Señor debe llevarse a la práctica en el día a día:
servirnos mutuamente con humildad. La caridad no es un sentimiento vago, no es una
experiencia de la que podemos esperar gratificaciones psicológicas, sino que es la voluntad de
sacrificarse a sí mismo con Cristo por los demás, sin cálculos. El amor verdadero siempre es
gratuito y siempre está disponible: se da pronta y totalmente.
ORACION
Partirás solo, Señor, sin nosotros, tus amigos, para afrontar la lucha suprema del enemigo.
Partirás solo porque no podemos seguirte antes de que hayas vencido a aquel que nos divide.
Pero nos encontrarás en lo hondo de tu soledad, y nosotros te encontraremos en el fondo de
nuestra humillación.
Señor Jesús, nosotros no sabemos cuál es la hora más dulce y pura del amor: si la que nos
reúne juntos, confiados y descansados sobre tu pecho, o la, que nos dispersa en la noche
perdidos y abatidos de tristeza. Pero si tú, desde tu lejanía de condenado a muerte, te vuelves
un momento a mirarnos, percibiremos en la luz de tus ojos una chispa del insondable misterio
que hoy nos pesa en el corazón y que mañana contemplaremos sin velos en el rostro del Amor.
Amén.