EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Juan 3,16-21.
Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree
en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se
salve por él.
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no
ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las
tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que sus obras
sean descubiertas.
En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se ponga
de manifiesto que sus obras han sido hechas en Dios".
Comentario del Evangelio por
Beato Juan Pablo II
Encíclica «Dives in misericordia», § 7 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)
"El que cree en mi no morirá, sino que obtendrá la vida eterna"
¿Qué nos está diciendo pues la cruz de Cristo, que es en cierto sentido la
última palabra de su mensaje y de su misión mesiánica? Y sin embargo ésta no es
aún la última palabra del Dios de la alianza: esa palabra será pronunciada en
aquella alborada, cuando las mujeres primero y los Apóstoles después, venidos al
sepulcro de Cristo crucificado, verán la tumba vacía y proclamarán por vez primera:
«Ha resucitado». Ellos lo repetirán a los otros y serán testigos de Cristo resucitado.
No obstante, también en esta glorificación del hijo de Dios sigue estando
presente la cruz, la cual —a través de todo el testimonio mesiánico del Hombre-
Hijo— que sufrió en ella la muerte, habla y no cesa nunca de decir que Dios-Padre,
que es absolutamente fiel a su eterno amor por el hombre, ya que «tanto amó al
mundo —por tanto al hombre en el mundo— que le dio a su Hijo unigénito, para
que quien crea en él no muera, sino que tenga la vida eterna».
Creer en el Hijo crucificado significa «ver al Padre», (Jn 14,9) significa creer
que el amor está presente en el mundo y que este amor es más fuerte que toda
clase de mal, en que el hombre, la humanidad, el mundo están metidos. Creer en
ese amor significa creer en la misericordia. En efecto, es ésta la dimensión
indispensable del amor, es como su segundo nombre y a la vez el modo específico
de su revelación y actuación respecto a la realidad del mal presente en el mundo
que afecta al hombre y lo asedia, que se insinúa asimismo en su corazón y puede
hacerle «perecer en la gehenna" (Mt 10,28).
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