EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Juan 21,1-14.
Después de esto, Jesús se apareció otra vez a los discípulos a orillas del mar de
Tiberíades. Sucedió así:
estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Mellizo, Natanael, el de Caná de
Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: "Voy a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también
nosotros". Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada.
Al amanecer, Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él.
Jesús les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron: "No".
El les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y encontrarán". Ellos la tiraron y se
llenó tanto de peces que no podían arrastrarla.
El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el Señor!". Cuando Simón Pedro
oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que era lo único que llevaba puesto, y se
tiró al agua.
Los otros discípulos fueron en la barca, arrastrando la red con los peces, porque
estaban sólo a unos cien metros de la orilla.
Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un pescado sobre las brasas y
pan.
Jesús les dijo: "Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar".
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red a tierra, llena de peces grandes: eran
ciento cincuenta y tres y, a pesar de ser tantos, la red no se rompió.
Jesús les dijo: "Vengan a comer". Ninguno de los discípulos se atrevía a
preguntarle: "¿Quién eres", porque sabían que era el Señor.
Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio, e hizo lo mismo con el pescado.
Esta fue la tercera vez que Jesús resucitado se apareció a sus discípulos.
Comentario del Evangelio por
Papa Benedicto XVI
Homilía de la Misa de inauguración de su pontificado, 24/04/05 (trad. ©
Librería Editrice Vaticana)
«Desde ahora serás pescador de hombres» (Lc 5,10)
La llamada de Pedro a ser pastor, que hemos oído en el Evangelio, viene
después de la narración de una pesca abundante; después de una noche en la que
echaron las redes sin éxito, los discípulos vieron en la orilla al Señor resucitado. Él
les manda volver a pescar otra vez, y he aquí que la red se llena tanto que no
tenían fuerzas para sacarla; había 153 peces grandes y, "aunque eran tantos, no se
rompió la red" (Jn 21, 11).
Este relato al final del camino terrenal de Jesús con sus discípulos, se
corresponde con uno del principio: tampoco entonces los discípulos habían pescado
nada durante toda la noche; también entonces Jesús invitó a Simón a remar mar
adentro. Y Simón, que todavía no se llamaba Pedro, dio aquella admirable
respuesta: "Maestro, por tu palabra echaré las redes". Se le confió entonces la
misión: "No temas, desde ahora serás pescador de hombres" (Lc 5, 1.11).
También hoy se dice a la Iglesia y a los sucesores de los apóstoles que se
adentren en el mar de la historia y echen las redes, para conquistar a los hombres
para el Evangelio, para Dios, para Cristo, para la vida verdadera. Los Padres han
dedicado también un comentario muy particular a esta tarea singular. Dicen así:
para el pez, creado para vivir en el agua, resulta mortal sacarlo del mar. Se le priva
de su elemento vital para convertirlo en alimento del hombre. Pero en la misión del
pescador de hombres ocurre lo contrario. Los hombres vivimos alienados, en las
aguas saladas del sufrimiento y de la muerte; en un mar de oscuridad, sin luz. La
red del Evangelio nos rescata de las aguas de la muerte y nos lleva al resplandor de
la luz de Dios, en la vida verdadera. Así es, efectivamente: en la misión de
pescador de hombres, siguiendo a Cristo, hace falta sacar a los hombres del mar
salado por todas las alienaciones y llevarlo a la tierra de la vida, a la luz de Dios.
Así es, en verdad: nosotros existimos para enseñar a Dios a los hombres..
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”