“ LA ALEGRÍA DEL RESUCITADO”
Carta de monseñor Juan Rubén Martínez, Obispo de Posadas
Para el Domingo de Pascua (8 de Abril de 2012)
¡Cuánto deseo compartir la alegría profunda de la celebración de la Pascua ! La
necesidad de expresar que no es suficiente celebrar este día “solamente” con
algunos adornos especiales, ambientación, o bien una comida diferente, sino de
pedir la gracia a Dios de poder tener una experiencia de fe personal y comunitaria
del encuentro con la persona de Jesucristo, el que murió y resucitó. El Evangelio de
este domingo (Jn. 20,1-9), nos muestra el desconcierto que sintieron quienes
fueron al sepulcro aquella madrugada del domingo no encontrando el cuerpo del
Seor: “Pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús
debía resucitar de entre los muertos…” (Jn. 20,9). Algunos versículos más adelante
San Juan en dicho Evangelio nos relata el gozo que experimentaron los Apóstoles
con el encuentro con Jesucristo, resucitado: “Al atardecer de aquel día, el primero
de la semana estando cerradas, por miedo a los judíos, las puertas del lugar donde
se encontraban los discípulos, se present Jesús en medio de ellos y les dijo: “ la
Paz esté con ustedes”. Dicho esto les mostr las manos y el costado. Los discípulos
“se alegraron” de ver al Seor. Jesús les dijo otra vez: “ La Paz esté con ustedes”,
como el Padre me envi, también yo los envío” (Jn. 20,19-21).
Esta experiencia del envío y de la evangelización, desde el encuentro Pascual
con Jesucristo, el Señor, es lo que estamos experimentando en el caminar de
nuestra Diócesis en estos años. La celebración del año jubilar del 2007 y la
realización de nuestro primer Sínodo Diocesano donde hemos renovado nuestro
encuentro con “Él” y buscando caminos y desafíos a asumir en la evangelizacin
nos llevan a tener una actitud de profundo agradecimiento por su presencia
salvadora.
Esta experiencia pascual es la que nos lleva a repetir aquello que señala
Aparecida y que expresa tan bien el fruto del encuentro con el Resucitado. “En el
encuentro con Cristo queremos expresar la alegría de ser discípulos del Señor y de
haber sido enviados con el tesoro del Evangelio. Ser cristiano no es una carga sino
un don: Dios Padre nos ha bendecido en Jesucristo su Hijo, Salvador del mundo.
La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien
reconocemos como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a
todos los hombres y mujeres heridos por las adversidades; deseamos que la alegría
de la buena noticia del reino de Dios, de Jesucristo vencedor del pecado y de la
muerte, llegue a todos cuantos yacen al borde del camino, pidiendo limosna y
compasión. La alegría del discípulo es antídoto frente a un mundo atemorizado por
el futuro y agobiado por la violencia y el odio. La alegría del discípulo no es un
sentimiento de bienestar egoísta sino una certeza que brota de la fe, que serena el
corazón y capacita para anunciar la buena noticia del amor de Dios. Conocer a
Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado
nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra
palabra y obras es nuestro gozo” (28 y 29).
Este gozo pascual que debemos experimentar tanto personalmente como en
comunidad eclesial, en este inicio de siglo no parte de la nada. Hubo en nuestras
tierras testigos de Jesucristo resucitado durante varios siglos en nuestra tierra
colorada y en nuestro continente y es bueno hacer memoria. El substrato católico
que está en nuestra gente expresado sobre todo en tantas expresiones de
religiosidad popular, fue establecido y dinamizado por una basta legión misionera
de obispos, sacerdotes, consagrados y laicos. Está ante todo la labor de nuestros
Santos, como Toribio de Mogrovejo, Rosa de Lima, Martín de Porres, Pedro Claver,
nuestros San Roque González, San Juan del Castillo y San Alonso Rodríguez y
otros… quienes nos ensean que, superando las debilidades y cobardías de los
hombres que los rodeaban y a veces los perseguían, el Evangelio, en su plenitud de
gracia y amor, se vivió y se puede vivir en América Latina como signo de grandeza
espiritual y verdad divina.
Como en nuestro pasado, hoy también la celebración de la Pascua nos renueva
en la esperanza. Como los Apóstoles en el texto del Evangelio de este domingo,
como tantos Santos, mártires, hombres y mujeres en nuestra historia, nosotros
también necesitamos encontrarnos con “Cristo Resucitado”, para ser signos de
esperanza y transformación en nuestro tiempo.
¡Les envío un saludo cercano y Feliz Pascua!
Mons. Juan Rubén Martínez
Obispo de Posadas