Comentario al evangelio del Lunes 09 de Abril del 2012
Queridos amigos y amigas:
El acontecimiento de la resurrección de Jesús crucificado es inagotable. Constituye la gran buena
noticia de nuestra historia. El descubrimiento del sepulcro vacío de Jesús pone en movimiento a los
personajes protagonistas. Suscita la búsqueda; hace preguntarse por la presencia de crucificado. Se da a
conocer en contra de las dudas y el escepticismo. Y Jesús mismo les sale al encuentro y les saluda:
alegraos. Jesús les dice también: no tengáis miedo. El resucitado Mesías se hace encontradizo con las
mujeres que han ido a visitar el sepulcro. El resucitado sigue presente y se hace visible; se da a
conocer con una invitación a la alegría. Ha vencido a la muerte y está plenamente vivo.
El anuncio de la resurrección se hace mediante la contraposición entre la acción de los líderes judíos
por manos de los paganos y la acción de Dios mismo. “Vosotros lo entregasteis, por manos de los
paganos, lo matasteis en la cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte, no era
posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio” (Hech 2, 23-24). Este texto constituye el corazón
del discurso que resume el kérigma primitivo trasmitido por Lucas. La resurrección de Jesús es obra de
Dios mismo. Obra significativa y decisiva; está en continuidad con la historia de la salvación de Dios.
La resurrección de crucificado es la gran noticia. Hay que celebrarla. Hay que hacer fiesta larga. Una
octava para paladear y disfrutar la gran noticia: está vivo, resucitó…!Amén! ¡Aleluya! Y una cuarentena
pascual para hacerse cargo del significado del acontecimiento.
Y nosotros hoy, ¿tenemos ganas de resurrección? ¿En qué situación personal me llega la gran noticia
de la resurrección de Jesús de entre los muertos por obra de Dios? ¿Estoy envuelto en la suspicacia con
respecto al después de la muerte.
Bonifacio Fernandez, cmf