"Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él "
Mt 28, 8-15
(Estudio del evangelio)
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
“USTEDES LO HICIERON MORIR… PERO DIOS LE HA RESUCITADO
“Ustedes lo hicieron morir… pero Dios le ha resucitado”: ésta es la primera predicacin
apostólica, y es y será la perenne predicación de la Iglesia basada en los apóstoles. Pedro y
la Iglesia existen para repetir a lo largo de los siglos este anuncio. Un anuncio sorprendente,
aunque no de una idea, sino de un hecho inimaginable, imprevisible, que contiene toda la
dimensión negativa de la historia y toda la dimensión positiva de la voluntad de Dios, que
reasume todo el poder destructivo de la maldad humana y todo el poder de reconstrucción
de la bondad ilimitada de Dios.
Soy apóstol en la medida en que anuncio esta realidad, me siento identificado con este
anuncio, tengo el valor de descubrir y de repetir, en las mil formas diferentes de la vida
diaria, que el mal ha sido vencido y que será vencido, que el amor ha sido y será más fuerte
que el odio, que no hay tinieblas que no puedan ser vencidas por el poder de Dios, porque
Cristo ha resucitado, “pues era imposible que la muerte lo retuviera en su poder”. Soy
apóstol si anuncio la resurrección de Cristo con mi boca, con una actitud positiva hacia la
vida, con el optimismo de quien sabe que el Padre quiere liberarme también a mí, también a
nosotros, “de las ataduras de la muerte”, de la última y de las penúltimas; de quien sabe
que ahora su amor está en acción para llevarlo todo hacia la Vida.
Me pregunto hoy si soy apóstol y si lo soy como Pedro o bien a mi manera, como
anunciador inconsciente de mensajes, ideas y pensamientos más bien periféricos respecto
al hecho fundamental de la resurrección.
ORACION
Al comienzo de este tiempo pascual, un tiempo apostólico, quiero rogarte, Señor, que, por
la intercesión de María, hagas crecer en mí un corazón de apóstol. Haré mías aquellas
hermosas palabras del padre Fernand Lelotte: “Seora nuestra, reina de los apstoles, tú
diste a Cristo al mundo. Fuiste apóstol de tu Hijo por primera vez llevándolo a Isabel y a
Juan el Bautista, presentándolo a los pastores, a los magos, a Simeón. Tú reuniste a los
apóstoles en el retiro del cenáculo, antes de su dispersión por el mundo, y les comunicaste
tu ardor. Concédeme un alma vibrante y generosa, combativa y acogedora. Un alma que
me lleve a dar testimonio, en cada ocasión, de que Cristo, tu Hijo, es la luz del mundo, que
sólo él tiene palabras de vida y que los hombres encontrarán la paz en la realización de su
Reino”.