“¡Es el Señor!”
Jn 21, 1-14
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
LA IGLESIA SERÁ SIEMPRE MISIONERA MIENTRAS SE INTERESE POR LA SALVACIÓN
DEL PRÓJIMO, A LA LUZ DE CRISTO SALVADOR.
La seguridad de Pedro procede de la certeza interior de que Jesús es ahora el único Salvador.
Toda la Iglesia de los orígenes vive de esta certeza, una certeza que la hace fuerte, intrépida,
gozosa, misionera, irresistible. Las grandes epopeyas misioneras se han nutrido siempre de
esta conciencia. La Iglesia será siempre misionera mientras se interese por la salvación del
prójimo, a la luz de Cristo salvador.
Nuestros tiempos no resultan demasiado fáciles a este respecto: es preciso justamente
respetar las conciencias, está el diálogo interreligioso, es preciso promover la paz, existe la
propagación de un cierto relativismo, está la desconfianza con respecto a todo tipo de
integrismo. A pesar de todo ello, Cristo, ayer como hoy y como mañana, sigue siendo el único
Salvador. De lo que se trata es de convertir esta certeza no en un arma contra nadie, sino en
una propuesta paciente y firme, serena y motivada, testimoniada y hablada, orada y alegre,
suave y valiente, dialogadora y confesante. En todo ambiente, en todo momento de la vida, aun
cuando parezca tiempo perdido, incluso cuando parezca fuera de moda.
De esta certeza nace una fuerza nueva: se liberan energías. Dejamos de tener miedo a los
juicios de los hombres y nos convertimos en hombres y mujeres interior y exteriormente libres.
ORACION
A menudo me siento, Señor, entre dos fuegos: el respeto a las opiniones de los otros y la
necesidad de comunicar tu nombre y tu verdad. No quisiera ofender la sensibilidad de quien
está a mi lado, pero al mismo tiempo siento la necesidad de comunicar tu nombre. No quisiera
parecer un atrasado, pero siento que sin ti se retrocede. Debo confesarme y confesarte que
estaba más seguro en el pasado: las muchas certezas apoyaban también esta certeza de tu
unicidad. Pero debo admitir asimismo que ahora, en estos tiempos en que han venido a menos
muchas certezas, siento que debo aferrarme cada vez más a ti y arriesgarme más a
reconocerlo, tanto en público como en privado. Refuerza, Señor, mi pobre corazón, para que
ponga y vuelva a poner su centro sólo en ti como Señor y Salvador.
Concédeme una experiencia vigorosa de esta realidad para que pueda yo decir que tú eres mi
salvación y mi alegría. Concédeme una experiencia tan incisiva que suprima en mí toda
inseguridad a la hora de anunciar tu nombre, tu nombre santo de Salvador de todos.
Concédeme, Señor, la convicción de que la Buena Nueva reiniciará su carrera en el mundo
cuando tú brilles en mi corazón y en el de tus discípulos como el Insustituible, como el
Incomparable, como el Único necesario. Concédeme esta luz para que pueda yo iluminar este
pequeño ángulo del mundo que me has confiado.