¿QUÉ HEMOS HECHO DEL DOMINGO?
Padre Javier Leoz
¿Tenéis algo qué comer? A los de Emaús, y a los discípulos, atormentados,
temerosos o llenos de dudas, Jesús se les apareció para fortalecerles y abrirles los
ojos en aquello que tanto insistió antes de su pasión y muerte: la resurrección.
Sus visiones posteriores, especialmente en la fracción del pan, no pretendieron otra
cosa sino darles muestras de que Él era en persona. Que todo lo anunciado se
cumplía. Que, aquel Señor que había compartido confidencias y paseos,
sufrimientos y alegrías, se presentaba en medio ofreciéndoles lo que el mundo no
da: paz.
Desde entonces, cada domingo, para los cristianos –no solamente es el Día del
Señor- es el momento en el que ponemos en paz todas las cosas: las de cada uno,
las de los demás y las de todos con Dios. ¿Qué hemos hecho del domingo? Es una
interpelación que debiera de marcar la conciencia de todo católico. De los que
venimos a la Eucaristía y de aquellos que, por diversas razones, la han dejado.
¿Qué hemos hecho con el Día del Señor?
2. - Recientemente, en las más altas capas de decisiones políticas de Europa, se
hablaba de la necesidad de recuperar el Domingo como algo constitutivo y genuino
del viejo continente. Entre otras cosas porque, el domingo, corre el riesgo de
quedarse en un día ordinario. En una jornada que ya no está marcada por el
descanso, la familia o el realizar algo extraordinario. Muchos, y con razón,
comienzan la semana diciendo: “estoy más cansado que el viernes”. Y es que,
desde diversas vertientes, se nos insta –consciente o inconscientemente- a ensalzar
aspectos deportivos, de ocio o de simple holganza, en detrimento del valor sagrado.
¿A qué se debe? Ni más ni menos que hemos olvidado lo que ha sido motivación y
algo sagrado de este séptimo día: además del descanso, el glorificar a Dios.
3. – Sorprendía, no hace muchos días, una campaña lanzada por la Iglesia de
Norte-América: “Es hora de volver”. Con ello, a través de la televisión, invitaban a
los católicos alejados de la práctica dominical, a volver a la casa del Señor. A la
Eucaristía. A la escucha de la Palabra.
Tal vez estamos en un momento, muy apropiado, para insistir en los nuestros, en
nuestras familias, a nuestros hijos o vecinos sobre una realidad: para que el Señor
aparezca en nuestra vida cotidiana, tenemos que sentarnos de nuevo a escuchar su
Palabra. Reconquistar el sentido cristiano del Domingo. Dejar a un lado (o
combinarlas con la fe) ciertas actividades que entorpecen o ensombrecen lo más
genuino de este día: la referencia a Dios.
El Domingo, bien vivido y celebrado, es una posibilidad para encontrarnos frente a
frente con el resucitado. Es un cauce para hallar la paz interior y exterior. Es motivo
de fiesta y de alegría. De cantar y expresar lo que la Pascua fluye por sus cuatro
costados: la presencia de Jesucristo muerto y resucitado. ¡Paz a vosotros!
4.- ES TU DÍA, SEÑOR
Nada, ni nadie, podrán ensombrecer
el sol en el cual se convierte tu Palabra:
nos da seguridad, en la debilidad
nos ofrece el pan para el alma
es aliento en las dificultades.
ES TU DÍA, SEÑOR
Cada Domingo, en la mesa del altar,
reconocemos tu presencia resucitada
sentimos tu mano resucitadora,
vemos tu costado que, abriéndose una y otra vez,
regala salvación y agua para toda la humanidad.
ES TU DÍA, SEÑOR
Y, por ser tu día, Señor
nos sentamos en la mesa que tanto nos habla de Ti
En la mesa que nos enseña tu retrato de amor
En la mesa que se impone frente a toda duda
En la mesa que nos confirma en la fraternidad
ES TU DÍA, SEÑOR
Cada Domingo, en la Eucaristía,
acogemos la paz que sólo Tú puedes ofrecer:
Paz sin maquillajes ni treguas
Paz sin exclusiones ni favoritismos
Paz sin recompensa alguna
La Paz que, siendo para la tierra, baja del cielo.
ES TU DÍA, SEÑOR
El momento del encuentro
Del cara a cara del hombre contigo
De saber que avanzas a nuestro lado
De confirmarnos en el áspero y duro camino
De celebrar, algo que sólo el Domingo nos da:
La VIDA se impone sobre la muerte
La RESURRECCCIÓN espera al final,
Después de la gran semana de la vida terrena
La PAZ como fruto de la comunión
de Dios con el hombre
ES TU DÍA, SEÑOR
Amén