“es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto”
Jn 3, 7-15
Reflexión y estudio del Evangelio
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Lectio Divina
LA NOVEDAD CRISTIANA SE EXPRESA SOBRE TODO EN LA FRATERNIDAD
El texto de Hechos de los Apóstoles es uno de los más frecuentados por parte de la
tradición espiritual de la Iglesia. A partir del primer monacato, en todos los momentos
de crisis o de dificultades en la vida cristiana se ha hecho referencia a este texto como
a un modelo fundador e insuperable de la vida de la Iglesia y, por consiguiente, como
a una piedra sobre la que es posible construir formas auténticas de vida cristiana.
En este fragmento aparecen toda la fascinación y la nostalgia de la fraternidad; más
aún: de una Iglesia fraterna. En un momento en el que parecen desaparecer otras
perspectivas, he aquí la posibilidad de retomar el camino del renacimiento a partir de
la fraternidad, la fuente inagotable del estilo de vida cristiano. La novedad cristiana se
expresa sobre todo en la fraternidad: a través de comunidades fraternas, a través de
una Iglesia fraterna, a través de una mentalidad fraternal que busca por encima de
todo crear relaciones fraternas, como signo de la venida del Reino de Dios.
¿Qué lugar ocupa la fraternidad en mis preocupaciones? ¿Qué importancia tiene la
construcción de la fraternidad en mi vida espiritual? ¿Es acaso mi espiritualidad una
espiritualidad individualista, de la que están prácticamente excluidos los hermanos y
las hermanas?
ORACION
Señor, muéstrate bondadoso conmigo, que, de hecho, considero poco importante la
fraternidad. Estoy preocupado de que las cosas “funcionen” y, así, encuentro el
pretexto para olvidarme de que los otros son mis hermanos, cuando no los convierto
en meros instrumentos. Estoy preocupado por mi salud y, así, me olvido de que los
otros también tienen sus problemas, quizás mucho más graves que los míos. Estoy
preocupado por el bien que debo hacer y, con frecuencia, no me pregunto si lo hago
de una forma fraterna, si lo hago de hermano a hermanos. Estoy preocupado por
llevarte a los alejados y me olvido de los que tengo cerca.
Señor, concédeme unos ojos y un corazón fraternos. ¡Qué alejado ando de todo esto!
Estoy alejado, y la mayoría de las veces ni siquiera me doy cuenta, porque no me
tomo en serio la fraternidad: resulta demasiado poco gratificante, no me hace lucir, no
enciende mi fantasía, no me hace sentirme un héroe.
Señor, para hacer que yo quiera ser de verdad hermano y hermana de mi prójimo,
debes iluminarme de continuo con tu palabra y tu Espíritu, como hiciste en los
comienzos de tu Iglesia.