Tiempo y Eternidad
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José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
Ecumenismo sí, sincretismo no.
La pascua está revestida de júbilo y gozo por la resurrección de Jesucristo. Este hecho
histórico nos compromete de modo personal y social. Personal porque cada uno decide qué
respuesta quiere dar a Cristo cuya presencia sacramental en la Iglesia católica sigue siendo
viva y operante; y social porque nos invita a darlo a conocer a todos los pueblos, no por
imposición fanática, sino porque sólo en Cristo encontramos respuesta a los interrogantes
más íntimos del hombre y de los pueblos.
Enfoquémonos en la dimensión evangelizadora, dejando a la reflexión las palabras de
Gamaliel, uno de los doctores de la ley, que logró calmar a los fariseos que prohibían a
Juan y Pedro dar a conocer la persona y la doctrina de Cristo. “No corráis el riesgo de
luchar contra Dios. Si el cristianismo es un evento humano, pronto se acabará, pero si
procede de Dios, no lograrán destruirla jamás”. Y de esto ya pasaron más de dos mil años.
En ente mismo ámbito está el diálogo con las demás religiones, es decir, el ecumenismo.
El ecumenismo no significa que la Iglesia católica pretenda de forma arrogante imponerse
sobre los demás credos. La muestra fehaciente fue el histórico encuentro de oración por la
paz que Juan Pablo II convocó en Asís en octubre de 1986 y en enero de 1993 con los
líderes de las distintas confesiones religiosas. Católicos, musulmanes, judíos, ortodoxos,
budistas, hinduistas reunidos para pedir por la paz en el mundo. El mensaje que ofreció el
Papa no podría ser más claro: “La paz debe reinar entre nosotros. Cada uno acepta al otro
como es, y lo respeta en sus convicciones personales aunque las diferencias que nos
separan permanezcan”.
El ecumenismo tampoco significa sincretismo, mezcla de todas las religiones o coctel de
creencias. Cada vez se extiende más un relativismo religioso al considerar que todas las
religiones son equiparables y que puedes elegir la que a ti más te convenga. Algo así como
un dios a tu medida. En la declaración Dominus Jesus , Juan Pablo II nos invita a conocer el
Evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, para poder acoger y valorar todo lo
bueno y noble que existe en las demás religiones, pero sin dejar de reconocer el valor
salvífico de Cristo, “Camino, Verdad y Vida” ( Jn 14,6) Cristo nos muestra la plenitud de la
revelación divina.
Este domingo en que los discípulos de Emaús dieron testimonio de haber reconocido a
Cristo en la fracción del pan, vivamos con más coherencia nuestra fe que nos mueve a
evangelizar por medio del ejemplo y de la predicación.
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