Domingo III de Pascua del ciclo B.
Jesús resucitó de entre los muertos.
El Cristianismo no es una ideología, sino una manera de vivir. Esta es la causa
por la que cometeríamos un error si consideráramos la fe que profesamos como
algo independiente de nuestra vida. Si no relacionamos nuestra existencia con la fe
que nos caracteriza, nos será imposible cumplir la voluntad de Dios, por lo que, en
consecuencia, obviaremos la vivencia de nuestra vocación cristiana.
No nos limitemos a buscar a Dios fuera de nuestra vida y lejos del mundo, porque
El se nos manifiesta en la sencillez de nuestra cotidianidad. San Pablo estaba muy
persuadido de esta realidad, y por ello amoldó su vida a la imitación de Cristo, lo
cual se prueba, porque les escribió a los cristianos de Galacia:
"Ya no soy yo quien vive; es Cristo quien vive en mí. Mi vida en este mundo
consiste en creer en el Hijo de Dios, que me amó y entregó su vida por mí" (GÁL. 2,
20).
A pesar de tener un notable conocimiento de las Sagradas Escrituras, y de ser un
gran predicador, San Pablo era muy humilde. El sabía que tenía que aprovechar el
paso de Cristo por su vida para completar su crecimiento espiritual, pues no
ignoraba que, cuanto más conozcamos a Dios, lo amaremos más intensamente. Al
mismo tiempo que San Pablo instruía a quienes le dejaban evangelizarlos,
procuraba mantener viva su fe. Sabemos esto porque dicho Santo les escribió a los
cristianos de Corinto, las siguientes palabras:
"En cuanto a mí, no corro a ciegas , ni lucho como quien da golpes al aire (sé cuál
es mi objetivo en la vida). Si golpeo mi cuerpo con rigor y lo someto a disciplina, es
porque yo, que he enseñado a otros, no quiero quedar descalificado" (1 COR. 9, 26-
27).
El Sacramento de la Eucaristía es el centro de nuestra vida. Del mismo modo que
Cristo se nos entrega como pan partido que hemos de compartir porque somos
hermanos, el Señor nos insta a que lo imitemos, sirviéndolo en nuestros prójimos
los hombres. Jesús requiere la colaboración de quienes creen en El y lo aceptan
como Dios veraz, para que le ayuden a concluir la instauración de su Reino de paz y
amor en el mundo.
En la primera lectura correspondiente a esta celebración eucarística (HCH. 3, 13-
15. 17-19), San Pedro nos recuerda que necesitamos ser humildes para creer en
Dios, pues, si no nos arrepentimos de haber pecado, no podemos considerar que
nuestra conversión al Evangelio de salvación es sincera. Recordemos las siguientes
palabras de San Juan:
"Si alardeamos de no cometer pecado, somos unos ilusos y unos mentirosos. Si,
por el contrario, reconocemos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los
perdonará y nos purificará de toda iniquidad. Si alardeamos de no haber pecado,
dejamos a Dios por mentiroso; además, ponemos en evidencia que no hemos
acogido su mensaje" (1 JN. 1, 8-10).
Si reconocemos nuestros pecados y los confesamos, nos reconocemos
responsables de la muerte de Jesús. Se me puede objetar que no hemos clavado a
Jesús en la cruz, pero hemos contribuido al sacrificio de Nuestro Salvador, en cada
ocasión que hemos pecado.
El reconocimiento de nuestros pecados y corresponsabilidad en la Pasión y
muerte de Jesús, nos hace desear que Dios nos purifique, y por ello Nuestro Santo
Padre nos concede el perdón de nuestras ofensas.
En la segunda lectura correspondiente a esta celebración (1 JN. 2, 1-5), San Juan
nos recuerda que Dios perdona nuestros pecados.
"Hijos míos, os escribo esto para que no pequéis. Ahora bien, si alguno peca,
tenemos un intercesor ante el Padre: Jesucristo, el justo" (1 JN. 2, 1).
Dios es amor y justicia. Jesús intercede ante el Padre por nosotros para que se
nos perdonen nuestros pecados, pero San Juan no nos dice que nuestro intercesor
es Jesucristo, pues nos habla de Jesucristo el justo, porque para que se nos
conceda el perdón divino necesitamos comprometernos a ser buenos imitadores de
Nuestro Señor, esto es lo que llamamos propósito de enmienda.
¿Para qué murió Jesucristo?
"Porque Jesucristo murió para que nuestros pecados sean perdonados; y no sólo
los nuestros, sino también los del mundo entero" (1 JN. 2, 2).
De la misma manera que celebramos la Eucaristía con muchos de nuestros
hermanos de fe, Dios quiere que deseemos vivir en su presencia. No debemos
desear nuestra salvación individual, sino la salud de toda la humanidad.
¿Podemos decir que creemos en Dios si reducimos nuestra fe a orar, leer y asistir
a las celebraciones de los Sacramentos, y nos abstenemos de beneficiar a nuestros
hermanos los hombres?
"Estamos ciertos de que conocemos a Dios y guardamos sus mandamientos.
Quien dice: "Yo le conozco", pero no guarda sus mandamientos, es un mentiroso y
está lejos de la verdad. Si queréis que el amor de Dios se realice verdadera y
perfectamente en vosotros, si queréis saber que vivís unidos a él, guardad su
palabra" (1 JN. 2, 3-5).
En el Evangelio correspondiente a esta celebración eucarística (LC. 24, 35-48),
recordamos la dificultad que tenían los discípulos de Jesús, para creer que el Señor
había resucitado de entre los muertos, y se les había manifestado a algunos de
ellos. Nosotros también tenemos dificultades para creer en Dios, y, si lo aceptamos,
corremos el peligro de intentar amoldarlo al cumplimiento de nuestros deseos,
porque nos cuesta creer en la utopía bíblica de la creación de un mundo cuyos
habitantes vivan como miembros de una gran familia.
Jesús Resucitado se les apareció a sus discípulos, les dijo que no es un fantasma,
y comió en su presencia, para demostrarles que está vivo. Quizá utilizamos la
religión para olvidarnos de nuestras preocupaciones, y no pensamos en vivir en
conformidad con el cumplimiento de los mandamientos divinos. Si el Señor está
vivo, ello nos demuestra la utilidad de cumplir sus preceptos, y la realidad que debe
motivarnos a ser buenos cristianos, la cual es la conversión de la humanidad al
Evangelio.
Los frutos de la Resurrección del Señor son el perdón de nuestros pecados y
nuestra conversión al Evangelio. Dado que seremos salvos porque Jesús ha
resucitado de entre los muertos y nos ha precedido al entrar en el cielo, la
Resurrección del Salvador de la humanidad, es el acontecimiento central de nuestra
fe, desde el punto de vista de la Teología. Si ello es cierto y deseamos amoldar
nuestra vida al cumplimiento de la voluntad de Dios, nos es necesario seguir el
ejemplo que nos dejó Jesús, que conocemos a través del testimonio de los cuatro
Evangelistas.
La hora en que Jesús resucitó de entre los muertos, es el momento en que Dios
comenzó a renovarnos espiritualmente. San Pablo nos anima a vivir como buenos
discípulos de Nuestro Señor.
"Por tanto, hermanos míos muy queridos, manteneos firmes y muy constantes;
destacad en todo momento por vuestra labor cristiana, seguros de que el Señor no
dejará sin recompensa vuestros afanes" (1 COR. 15, 58).
La glorificación de Jesús nos hace esperar la salvación que anhelamos.
"¡Habéis resucitado con Cristo! Orientad, pues, vuestra vida hacia el cielo, donde
está Cristo sentado al lado de Dios, en el lugar de honor. Poned el corazón en las
realidades celestiales y no en las de la tierra. Muertos al mundo, vuestra vida está
escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vida vuestra, se manifieste, también
vosotros apareceréis, junto a él, llenos de gloria" (COL. 3, 1-4).
No hemos de entender que debemos separarnos del mundo para poder vivir en la
presencia de Dios, sino que el cumplimiento de la voluntad divina ha de ser la meta
a que debemos orientar nuestros pensamientos y actos.
Antes de ascender al cielo, Jesús nos encomendó a todos los que creemos en El la
siguiente misión:
"Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he
mandado. Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del
mundo" (MT. 28, 19-20).
Para que cada día haya más discípulos de Jesús en el mundo, además de predicar
el Evangelio, tenemos que demostrar, por medio de nuestra vida ejemplar, que es
posible convertir el cumplimiento de la voluntad de Dios en el centro de nuestra
vida.
José Portillo Pérez
joseportilloperez@gmail.com