III DOMINGO PASCUA
+ Mons. D. Ciriaco Benavente Mateos
La Eucaristía edifica la Iglesia
En estos domingos de Pascua continuamos contemplando a Cristo resucitado, que
al rencontrarse con sus discípulos comparte la comida con ellos, como en los viejos
tiempos.
El evangelista Lucas alude en dos ocasiones a las cenas del Resucitado con sus
discípulos. Una primera vez lo vemos en el encantador episodio del encuentro con
los dos discípulos que, cariacontecidos, se iban a Emaús. Mientras hacen camino
con el extraño compañero que se les ha unido en el viaje, no reconocen en él a
Jesús. Hablan con él de lo sucedido aquellos días en Jerusalén, de la muerte del
Nazareno, incluso de los rumores de resurrección que, a primera hora, habían
esparcido unas buenas mujeres que fueron al sepulcro. Pero ellos no sólo no lo
creen, sino que apelan al realismo. Por muy amargo y decepcionante que sea, hay
que atenerse a los hechos.
Al atardecer, cuando llegan a Emaús, seguramente su pueblo, invitan a Jesús que
entre a tomar un bocado. Jesús acepta y, sentados a la mesa, “le reconocieron al
partir el pan”. Entonces, sin pensarlo dos veces, retornan gozosos a Jerusalén a
contar a los compañeros cómo les ardía el corazón mientras les hablaba por el
camino y cómo le reconocieron al partir el pan.
En la misma tarde, mientras los otros apóstoles, desconcertados y descorazonados,
comentan lo vivido, Jesús se hace presente en persona con un saludo de paz.
Parece que estaban cenando, porque Jesús, para convencerles de que es él y no un
fantasma, les pide algo de comer, y ellos le ofrecen lo que tienen a mano: pescado
asado.
En el pasado habían comido muchas veces con Jesús. Y ahora que él ha resucitado
parece que considerara este momento, el de la comida - el gesto tan habitual de
sentarse a la mesa- como el más apto para presentarse a los suyos, para estar con
ellos: momentos privilegiados de serenidad, de alegría, de amistad, de comunión,
como todos hemos experimentado tantas veces en nuestras familias o en comidas
con los amigos. Es lógico pensar que era un buen momento para encontrase es el
de la comida.
Jesús también había usado reiteradamente la imagen de la comida para sus
enseñanzas. En diversas parábolas había descrito el Reino a partir de la imagen del
banquete: “El Reino de los cielos es semejante a un rey que organiza un banquete
e invita a sus amigos”.
Pero hay más: En una ocasión, Jesús dio la máxima importancia a una comida con
sus discípulos: “Ardientemente he deseado comer esta cena con vosotros antes de
padecer”. Es como si hubiera vivido esperando esa hora y esa cena: era la cena del
Jueves Santo.
Era la Pascua de los judíos. Estaban reunidos en el Cenáculo. Jesús celebraba con
sus discípulos aquella solemnidad según el rito hebreo: Comieron juntos el cordero
pascual, el manso animal, signo de la liberación de Egipto. Durante esa cena, Jesús
les había reservado una sorpresa de efectos imprevisibles: la institución de la
Eucaristía, anticipo sacramental de su vida entregada.
Ahora Jesús, después de su muerte y de su resurrección, ha vuelto entre los suyos
eligiendo el momento de la comida. Parece que, así, Jesús quería recordarles todo
lo que significaba la comida: el encuentro, la amistad, la intimidad familiar, las
parábolas del Reino y, sobre todo, la última cena, la mesa de la Eucaristía, donde
han de hacer memora y presencia de Él, de su muerte y de su resurrección.
Las apariciones de Jesús en el contexto de la mesa son como catequesis con las
que el Resucitado educa la mirada de los suyos para que aprendan a reconocerle
ahora con los ojos de la fe en esa otra forma suya de presencia por antonomasia
que es el signo sacramental de la fracción del pan, la Eucaristía.
Los discípulos han empezado a verlo todo, la vida y las palabras de Jesús, con una
luz nueva, con la luz de la Pascua. Y empezaron a comprender muchas cosas que
antes, por más que Jesús las explicara, no acababan de entenderlas. Así,
empezaron las primeras comunidades cristianas a repetir el rito realizado por Jesús
en la Cena: partían el pan eucarístico y lo distribuían. Y sentían que el Resucitado
estaba con ellos, que la Eucaristía fue el invento y la estratagema de Jesús para
permanecer con ellos, para que se hicieran un cuerpo con Él. Por eso, en torno a la
Eucaristía se edifica la comunidad cristiana como cuerpo de Cristo.
Nosotros, la Iglesia del Señor, siguiendo el mandato de Jesús, hacemos la
Eucaristía, y la Eucaristía hace la Iglesia. Jesús a la vez que se hace pan de Vida
para nuestra indigencia nos enseña a darnos, hasta compartir el pan de cada con
los necesitados.
Lo de las comidas de Jesús, las “pre” y las post-pascuales, tiene miga.