Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo de Pascua,
Semana No. 3, Viernes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi
nombre a los pueblos * Id al mundo entero y proclamad el Evangelio. * Mi carne es
verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida
Textos para este día:
Hechos 9,1-20:
En aquellos días, Saulo seguía echando amenazas de muerte contra los discípulos
del Señor. Fue a ver al sumo sacerdote y le pidió cartas para las sinagogas de
Damasco, autorizándolo a traerse presos a Jerusalén a todos los que seguían el
nuevo camino, hombres y mujeres.
En el viaje, cerca ya de Damasco, de repente, una luz celeste lo envolvió con su
resplandor. Cayó a tierra y oyó una voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me
persigues?" Preguntó él: "¿Quién eres, Señor?" Respondió la voz: "Soy Jesús, a
quien tú persigues. Levántate, entra en la ciudad, y allí te dirán lo que tienes que
hacer." Sus compañeros de viaje se quedaron mudos de estupor, porque oían la
voz, pero no veían a nadie. Saulo se levantó del suelo y, aunque tenía los ojos
abiertos, no veía. Lo llevaron de la mano hasta Damasco. Allí estuvo tres días
ciego, sin comer ni beber.
Había en Damasco un discípulo, que se llamaba Ananías. El Señor lo llamó en una
visión: "Ananías." Respondió él: "Aquí estoy, Señor." El Señor le dijo: "Ve a la calle
Mayor, a casa de Judas, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando, y ha
visto a un cierto Ananías que entra y le impone las manos para que recobre la
vista." Ananías contestó: "Señor, he oído a muchos hablar de ese individuo y del
daño que ha hecho a tus santos en Jerusalén. Además, trae autorización de los
sumos sacerdotes para llevarse presos a todos los que invocan tu nombre." El
Señor le dijo: "Anda, ve; que ese hombre es un instrumento elegido por mí para
dar a conocer mi nombre a pueblos y reyes, y a los israelitas. Yo le enseñaré lo que
tiene que sufrir por mi nombre."
Salió Ananías, entró en la casa, le impuso las manos y dijo: "Hermano Saulo, el
Señor Jesús, que se te apareció cuando venías por el camino, me ha enviado para
que recobres la vista y te llenes de Espíritu Santo." Inmediatamente se le cayeron
de los ojos una especie de escamas, y recobró la vista. Se levantó, y lo bautizaron.
Comió, y le volvieron las fuerzas. Se quedó unos días con los discípulos de
Damasco, y luego se puso a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús es el
Hijo de Dios.
Salmo 116:
Alabad al Señor, todas las naciones, / aclamadlo, todos los pueblos. R.
Firme es su misericordia con nosotros, / su fidelidad dura por siempre. R.
Juan 6,52-59:
En aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer
su carne?" Entonces Jesús les dijo: "Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo
del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi
carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Mi
carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne
y bebe mi sangre habita en mí y yo en él. El Padre que vive me ha enviado, y yo
vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan
que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y
murieron; el que come este pan vivirá para siempre." Esto lo dijo Jesús en la
sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.
Homilía
Temas de las lecturas: Es un instrumento elegido por mí para dar a conocer mi
nombre a los pueblos * Id al mundo entero y proclamad el Evangelio. * Mi carne es
verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida
1. Triunfo del Resucitado
1.1 Es tan grande el evento de la conversión de Pablo que la Iglesia, desde tiempo
inmemorial, ha honrado con fiesta litúrgica a la gracia de Dios que fue tan
abundante y fecunda ese día, otorgando la fe cristiana al más ilustre de los hijos de
Tarso.
1.2 La fiesta de la conversión de este gigante entre los apóstoles es el 24 de enero.
Pero, como en Pascua leemos extensamente el libro de los Hechos de los Apóstoles,
hoy hemos llegado al capítulo noveno en que precisamente se cuenta este
maravilloso testimonio de la gracia.
1.3 Es decir que al leer en Pascua la conversión de Pablo nos interesa sobre todo
mirar el triunfo del Resucitado y es en ello en lo que meditamos principalmente. De
hecho, cuando Pablo cae derribado por la luz del cielo y pregunta: "¿quién eres?",
Jesús le responde: "Yo soy Jesús, a quien tú persigues". ¡Aleluya! ¡Está vivo! Y
cuando tocan a sus discípulos él siente como si le hubieran tocado a él. ¡Está vivo y
es el Señor!
2. Alimento que alimenta
2.1 "Mi carne es verdadera comida", dice el Señor. Palabras que nosotros los
católicos agradecemos con humilde y ferviente adoración delante de cada sagrario y
en cada Eucaristía. De la Encíclica "Ecclesia de Eucharistia" de Juan Pablo II
tomamos algunos textos entresacados de los números 22 al 24. La numeración aquí
ofrecida es nuestra.
2.2 La incorporación a Cristo, que tiene lugar por el Bautismo, se renueva y se
consolida continuamente con la participación en el Sacrificio eucarístico, sobre todo
cuando ésta es plena mediante la comunión sacramental. Podemos decir que no
solamente cada uno de nosotros recibe a Cristo, sino que también Cristo nos recibe
a cada uno de nosotros. Él estrecha su amistad con nosotros: "Vosotros sois mis
amigos" (Jn 15, 14). Más aún, nosotros vivimos gracias a Él: "el que me coma
vivirá por mí" (Jn 6, 57). En la comunión eucarística se realiza de manera sublime
que Cristo y el discípulo "estén" el uno en el otro: "Permaneced en mí, como yo en
vosotros" (Jn 15, 4).
2.3 Al unirse a Cristo, en vez de encerrarse en sí mismo, el Pueblo de la nueva
Alianza se convierte en "sacramento" para la humanidad, signo e instrumento de la
salvación, en obra de Cristo, en luz del mundo y sal de la tierra (cf. Mt 5, 13-16),
para la redención de todos. La misión de la Iglesia continúa la de Cristo: "Como el
Padre me envió, también yo os envío" (Jn 20, 21). Por tanto, la Iglesia recibe la
fuerza espiritual necesaria para cumplir su misión perpetuando en la Eucaristía el
sacrificio de la Cruz y comulgando el cuerpo y la sangre de Cristo. Así, la Eucaristía
es la fuente y, al mismo tiempo, la cumbre de toda la evangelización, puesto que su
objetivo es la comunión de los hombres con Cristo y, en Él, con el Padre y con el
Espíritu Santo.
2.4 Con la comunión eucarística la Iglesia consolida también su unidad como cuerpo
de Cristo. San Pablo se refiere a esta eficacia unificadora de la participación en el
banquete eucarístico cuando escribe a los Corintios: "Y el pan que partimos ¿no es
comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un
solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan" (1 Co 10, 16-17). El
comentario de san Juan Crisóstomo es detallado y profundo: "¿Qué es, en efecto, el
pan? Es el cuerpo de Cristo. ¿En qué se transforman los que lo reciben? En cuerpo
de Cristo; pero no muchos cuerpos sino un sólo cuerpo. En efecto, como el pan es
sólo uno, por más que esté compuesto de muchos granos de trigo y éstos se
encuentren en él, aunque no se vean, de tal modo que su diversidad desaparece en
virtud de su perfecta fusión; de la misma manera, también nosotros estamos
unidos recíprocamente unos a otros y, todos juntos, con Cristo". La argumentación
es terminante: nuestra unión con Cristo, que es don y gracia para cada uno, hace
que en Él estemos asociados también a la unidad de su cuerpo que es la Iglesia. La
Eucaristía consolida la incorporación a Cristo, establecida en el Bautismo mediante
el don del Espíritu (cf. 1 Co 12, 13.27).
2.5 La acción conjunta e inseparable del Hijo y del Espíritu Santo, que está en el
origen de la Iglesia, de su constitución y de su permanencia, continúa en la
Eucaristía. Bien consciente de ello es el autor de la Liturgia de Santiago: en la
epíclesis de la anáfora se ruega a Dios Padre que envíe el Espíritu Santo sobre los
fieles y sobre los dones, para que el cuerpo y la sangre de Cristo "sirvan a todos los
que participan en ellos [...] a la santificación de las almas y los cuerpos". La Iglesia
es reforzada por el divino Paráclito a través la santificación eucarística de los fieles.
2.6 El don de Cristo y de su Espíritu que recibimos en la comunión eucarística
colma con sobrada plenitud los anhelos de unidad fraterna que alberga el corazón
humano y, al mismo tiempo, eleva la experiencia de fraternidad, propia de la
participación común en la misma mesa eucarística, a niveles que están muy por
encima de la simple experiencia convival humana. Mediante la comunión del cuerpo
de Cristo, la Iglesia alcanza cada vez más profundamente su ser "en Cristo como
sacramento o signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de
todo el género humano".
2.7 A los gérmenes de disgregación entre los hombres, que la experiencia cotidiana
muestra tan arraigada en la humanidad a causa del pecado, se contrapone la fuerza
generadora de unidad del cuerpo de Cristo. La Eucaristía, construyendo la Iglesia,
crea precisamente por ello comunidad entre los hombres.