Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo de Pascua,
Semana No. 4, Miércoles
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Apartadme a Bernabé y a Saulo * Oh Dios, que te alaben
los pueblos, que todos los pueblos te alaben. * Yo he venido al mundo como luz
Textos para este día:
Hechos 12,24-13,5:
En aquellos días, la palabra de Dios cundía y se propagaba. Cuando cumplieron su
misión, Bernabé y Saulo se volvieron de Jerusalén, llevándose con ellos a Juan
Marcos. En la Iglesia de Antioquía había profetas y maestros: Bernabé, Simeón,
apodado el Moreno, Lucio el Cireneo, Manahén, hermano de leche del virrey
Herodes, y Saulo. Un día que ayunaban y daban culto al Señor, dijo el Espíritu
Santo: "Apartadme a Bernabé y a Saulo para la misión a que los he llamado."
Volvieron a ayunar y a orar, les impusieron las manos y los despidieron. Con esta
misión del Espíritu Santo, bajaron a Seleucia y de allí zarparon para Chipre.
Llegados a Salamina, anunciaron la palabra de Dios en las sinagogas de los judíos,
llevando como asistente a Juan.
Salmo 66:
El Señor tenga piedad y nos bendiga, / ilumine su rostro sobre nosotros; / conozca
la tierra tus caminos, / todos los pueblos tu salvación. R.
Que canten de alegría las naciones, / porque riges el mundo con justicia, / riges los
pueblos con rectitud / y gobiernas las naciones de la tierra. R.
Oh Dios, que te alaben los pueblos, / que todos los pueblos te alaben. / Que Dios
nos bendiga; que le teman / hasta los confines del orbe. R.
Juan 12,44-50:
En aquel tiempo, Jesús dijo, gritando: "El que cree en mí, no cree en mí, sino en el
que me ha enviado. Y el que me ve a mí ve al que me ha enviado. Yo he venido al
mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas. Al que oiga mis
palabras y no las cumpla yo no lo juzgo, porque no he venido para juzgar al
mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no acepta mis palabras
tiene quien lo juzgue: la palabra que yo he pronunciado, ésa lo juzgará en el último
día. Porque yo no he hablado por cuenta mía; el Padre que me envió es quien me
ha ordenado lo que he de decir y cómo he de hablar. Y sé que su mandato es vida
eterna. Por tanto, lo que yo hablo lo hablo como me ha encargado el Padre."
Homilía
Temas de las lecturas: Apartadme a Bernabé y a Saulo * Oh Dios, que te alaben
los pueblos, que todos los pueblos te alaben. * Yo he venido al mundo como luz
1. Oración y Misión
1.1 El pasaje de la primera lectura nos recuerda el estrecho vínculo que hay entre
oración y misión. Ni la oración es pura quietud ni la misión es pura actividad.
Cuando carece del vigor misionero, la oración se amodorra y tiende a encerrarse en
sí misma con egoísmo y búsqueda de autosatisfacción. Por otra parte, cuando la
misión carece del sustento de la oración se vuelve ruido, y no palabra; espectáculo
para hombres y no gloria para Dios.
1.2 Notemos también que el mismo Espíritu Santo que hace posible la oración lanza
hacia la misión. A través de la oración, el Espíritu nos mantiene en la verdad de
Jesús, es decir en la verdad de su misterio. A Jesús no lo terminaremos de conocer
nunca porque en él se muestra el misterio insondable de Dios mismo; y sin
embargo, la oración nos sumerge muy hondamente en esas aguas. De ellas
tomamos las palabras que calman la sed, también honda y misteriosa, del corazón
humano.
2. Jesús, Enviado del Padre
2.1 Estos pensamientos empalman muy bien con lo que nos enseña el evangelio de
este día. Jesús no se mira a sí mismo como el autor de una novedosa terapia o
como el sabio descubridor de los principios que rigen la vida humana. No se
presenta tampoco como el estratega que tiene asegurado el éxito o el empresario
que se saldrá con la suya. No se anuncia como un artista, un poeta o un pensador.
Se mira y quiere ser visto como el enviado.
2.2 Como su palabra es la de un enviado, no se siente dueño de ella: la ofrece con
convicción pero sin imposición. Como sus milagros son los de un enviado, no hace
ostentación de ellos sino que los mira como instrumentos de un anuncio más
importante: ¡Dios reina! Sus caminos son los de un enviado por eso vive como
despreocupado de sí mismo y sólo atento a la voluntad del Padre. Ahí radica su
encanto único, su libertad impresionante, la altura de su vuelo, el esplendor de su
enseñanza.