Fiesta de San Pedro y San Pablo
+ Lectura del santo Evangelio según San Juan
Después de aparecerse a sus discípulos y de comer con ellos, Jesús dijo a
Simón Pedro: -Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?
E1le contestó:
- Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice: - Apacienta mis corderos.
Por segunda vez le pregunta:
- Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
E1 le contesta:
-Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
E11e dice: - Pastorea mis ovejas.
Por tercera vez le pregunta:
- Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería, y le
contestó: -Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice: -Apacienta mis ovejas.
Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas a donde
querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te
llevará a donde no quieras.
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió: - Sígueme.
Palabra del Señor
(B)
+ Lectura del santo Evangelio según San Mateo
En aquel tiempo llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo y preguntaba a
sus discípulos: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?. Ellos
contestaron: "Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o
uno de los profetas." El les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy
yo?» Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios
vivo.» Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso
no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el
cielo» Ahora te digo yo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia, y el poder del Infierno no la derrotará. Te daré las llaves del Reino
de los Cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que
desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.» Y les mandó a los
discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
Palabra del Señor
Homilías
(A)
¿Me amas? Es la pregunta clave que nos hará el Seor. “Al atardecer de la
vida me examinarán en el amor”, decía San Juan de la Cruz... Y éste fue el
examen que hizo Jesús a Pedro, y sacó buena nota. Expresó su amor, más
con lágrimas que con palabras... Ahora sí que podía asegurar que estaba
dispuesto a dar la vida por él... La primacía de Pedro fue, sobre todo, un
asunto de fe y de amor: “Tú eres el Mesías”.... “Tú sabes que te quiero”...
En otras cosas, desde luego, Pedro no era el primero...
Todos los cristianos tendríamos que aprobar con buena nota el examen del
amor. Cada uno podremos tener después nuestra especialización
profesional, teológica, pastoral, catequética, social...pero todos tendríamos
que ser especialistas en el amor...
¿No creemos en un Dios amor? ¿No hemos recibido como única ley el
mandamiento del amor? Todos los hombres estamos marcados por esta
Ley, pero los cristianos debemos ser especialistas. Cristiano es aquel que
brilla por el amor....
Los santos, y hoy recordamos a San Pedro y San Pablo, son la perla de la
Iglesia. Ellos son los que nos permiten presentarnos ante el mundo sin
demasiada vergüenza. Porque la verdad es que quien juzgue a la Iglesia por
el rostro que ofrecemos la mayoría de los cristianos, tiene motivos para
pensar que no somos gran cosa.
Por fortuna, en medio de ese batalln de “mediocres” florecen, con bastante
abundancia los santos que son, ellos sí, el rostro más hermoso de la Iglesia,
la honra de nuestra fe. Y es que le nivel de la Iglesia no se mide por el
saber de los teólogos, ni por los planes pastorales que se elaboren, ni por la
influencia que tengan sus Obispos, y menos por el peso que esa Iglesia
pueda tener en la vida política o económica. Una comunidad es grande y
auténtica cuando en ella florecen los santos o dicho de otra manera una
comunidad es grande cuando en ella florece el amor... Distintivo del
cristiano, del verdadero seguidor de Jesús...
Y el camino necesario para que tantas personas que se han alejado de
nuestras parroquias y de nuestras celebraciones, vuelvan..., es nuestro
testimonio personal: “Que nuestras vidas griten evangelio”....
“Alumbre vuestra luz a los hombres; que vean vuestras buenas obras y den
gloria a Dios”.... Nuestras buenas obras... Es lo que hará pensar a los que
viven alejados de la fe; lo demás, los salmos, las misas, los rosarios,
novenas, inciensos y las procesiones..., los rezos y los cantos, sin los gestos
de amor, son pura hipocresía en los que nadie cree...
El lenguaje de la caridad es el lenguaje que entiende todo el mundo...
Presentarnos ante los hombres, por una parte con el rosario en la mano o
misas, devociones o devocionismos... y por otra, ser en el pueblo causa de
chismes, de enemistades, de egoísmos, de intolerancias... es el escándalo
más estruendoso y causa de que muchos se alejen de Dios y de la
Parroquia...
Decía Ghandi, “cuando leo el Evangelio, me entran ganas de ser cristiano,
pero cuando veo como vivís los cristianos se me quitan las ganas...”
Desgraciadamente, una cosa es la caridad cristiana y otra muy distinta la
caridad de los cristianos...
Se ha dicho y con razn que “la presencia de buena samaritana de la Madre
Teresa de Calcuta, ha acercado a más personas a Jesús que la labor
evangelizadora de miles de misioneros”...
Los cristianos tenemos que ser los promotores de la civilización del amor...
Cuando a la gente se le habla hoy de que hay que “amarse los unos a los
otros”, son muchos los que se preguntan: ¿Y amar qué es? Y pensamos
siempre en gestos heroicos. Y la verdad es que la mayor parte de las veces
el amor lo expresamos en los pequeños detalles de cada día...
Por eso a mí me preocupa cuando una mujer dice que su marido “no tiene
ya ningún detalle con ella”. Eso es signo de que ese matrimonio o esa
familia está siendo invadida por el aburrimiento y la costumbre, que son la
carcoma del amor...
Recuerdo siempre una hermosa anécdota de San Camilo de Lelis, de entre
las muchas cosas formidables que se cuentan de él. La naturaleza había
dado a Camilo un cuerpo de gigante. Y ocurrió que caminando un día con un
joven novicio, mientras el sol picaba ferozmente desde le cielo, Camilo puso
en marcha su fantasía –porque hace falta fantasía hasta para hacer caridad-
y dijo a su compaero: “Hermano, soy muy alto. Camina detrás de mí. Así
te haré sombra y te librarás del sol”. Y así siguieron caminando, ajustando
Camilo sus andares a la esfera del sol para que los rayos no atacaran a su
compañero. Y así Camilo descubrió que amar es dar, dar aunque sea un
cosa tan poco importante como la propia sombra.
La gente –tan acostumbrados estamos al consumo y a este mundo en el
que las cosas se miden por lo que cuestan-, que creemos que lo que hay
que dar a los demás es siempre dinero o algo contable. Y decimos: ¿Qué
tengo yo? ¿Cómo puedo ayudar a los demás? Y luego resulta que la gente
necesita mucho más amor que ayudas materiales, que una sonrisa o un
poco de sombra valen más que un cheque del banco.
Las Hermanitas de los pobres tienen un lema precioso: “Flores, antes que
pan”. Y es que saben que los ancianos a los que atienden necesitan más
cariño que comida, más respeto y dignidad que ayudas materiales.
Y tanta gente que podríamos dar compañía, sombra, amistad, nos pasamos
la vida preguntándonos: Y yo qué puedo dar?
Amar no consiste en gestos heroicos, sino en cosas muy sencillas: una
sonrisa acogedora, un escuchar sin prisas, un ayudar a levantar el ánimo
decaído, un gesto de solidaridad, una visita, un signo de apoyo y de
amistad...
“Al atardecer de la vida me examinarán del amor”...
A la tarde. Será nuestro examen final. No nos preguntarán sobre nuestras
oraciones y celebraciones, por los sacrificios y mortificaciones, por los
dogmas y catecismos, sino por la misericordia que hemos vivido y
practicado. Con la misteriosa revelación de que todo lo que hemos hecho al
pequeño y al pobre se lo hemos hecho al mismo Dios.
A la tarde. No hace falta esperar al final de la vida. Cada tarde, al final de
cada día. Tú mismo tendrás que preguntarte, no si has tenido éxito, sino si
has amado, si has hecho las cosas con amor. Lo que sea, el trabajo familiar
o profesional, el trabajo obligado o el voluntario, el trabajo con la mente o
con las manos, el trabajo de acción o de oración... Lo que importa es si lo
has hecho con amor...
No lo olvidemos en esta fiesta en la que recordamos a San Pedro y San
Pablo... Hemos de aprender a dar, a regalar lo que está vivo en nosotros y
puede hacer bien a los demás: nuestra alegría, nuestra comprensión,
aliento, esperanza, acogida y cercanía...
En el fondo de la vida hay una gran fuerza que bendice, acoge y
recompensa todo gesto de amor por pequeño que nos pueda parecer. Esa
gran fuerza se llama DIOS, NUESTRO PADRE.
(B)
“Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia..."
Y sobre ella a lo largo de los siglos se ha asentado la fe de los cristianos de
todos los tiempos. Pero la piedra de la que Cristo habla no es Pedro, de lo
contrario pronto hubiera fracasado el invento.
Aquel valiente e intrépido discípulo del señor: "Aunque todos te abandonen,
yo no te dejaré jamás..." sucumbe ante el acoso de una mujer: “No conozco
a ese hombre...". La piedra de la presunción de Pedro, de su seguridad, de
su orgullo se hacen añicos con sus negaciones...
Ahora Pedro y nosotros con él, está en disposición de entender que la
piedra de la que habla Jesús, es únicamente él. Solamente él ofrece todas
las garantías.
La iglesia se funda en la misericordia de Dios, no en la fuerza de los
hombres. La iglesia es la comunidad de los pecadores perdonados, no la
comunidad de los perfectos.
Quisiera aprovechar esta fiesta para reflexionar sobre una realidad que no
está muy de moda, ni siquiera entre los que nos decimos pertenecer a ella,
quisiera meditar en este día con todos vosotros sobre la IGLESIA.
Hoy vivimos en unos tiempos, donde la consigna parece ser:
"Cristo sí, Iglesia no”. A mí esto me parece inverosimil, sería como decir:
"Quiero al alma de mi madre, pero no quiero a mi madre".
Y quisiera exponeros varias razones por las que creo que los cristianos
tendríamos que amar a la Iglesia. Quizá de entrada me podáis decir ¿Cómo
amar a alguien que ha traicionado tantas veces el evangelio? ¿A alguien que
tiene tan poco que ver con lo que Cristo soñó que fuera?..
A veces se oye en algunos púlpitos y en algunos artículos periodísticos que
la Iglesia es una esposa prostituída. Y haciendo referencia a ésto,
podríamos citar el texto que Saint- Cyran escribía a S. Vicente de Paúl, que
es un monumento al orgullo: "Sí, dice él, yo reconozco: Dios me ha dado
grandes luces. El me ha hecho comprender que ya no hay Iglesia. Antes de
esto, la Iglesia era un gran río que llevaba sus aguas trasparentes, pero en
el presente lo que nos parece ser la Iglesia, ya no es mas que cieno...La
Iglesia era antes su esposa, pero actualmente es una adúltera y una
prostituta"...
Me quedo con S. Vicente que en lugar de soñar con pasadas utopías, se
dedicó a construir su santidad y con ella, la de la Iglesia. Un río de cieno
hay que purificarlo, no limitarse a condenarlo.
Una razón por la que os invitaría a amar a la Iglesia es porque ella nos ha
dado a Cristo y cuanto sabemos de él. A través de esa larga cadena de
creyentes mediocres me ha llegado el recuerdo de Jesús y su Evangelio. Sí,
claro, a veces lo ha ensuciado al trasmitirlo, pero todo lo que de él sabemos
nos llegó a través de ella.
Ella no es Cristo, ya lo sé. Él es el fin; ella, sólo el medio. Incluso es cierto
que cuando decimos "creemos en la Iglesia", lo que queremos decir es que
creemos en Cristo, que sigue estando en ella. Lo mismo que cuando afirmo
que bebo un vaso de vino, lo que realmente bebo es el vino, no el vaso. .
Pero ¿cómo podría beber el vino si no hubiera vaso?..El canal no es el agua
que transporta, pero !qué importante es el canal que me la trae!...
Quizá me diréis algunos... Pero la historia de la Iglesia es triste, esta llena
de sangres derramadas, de intolerancias, legalismos, maridajes con los
poderes de este mundo, jerarcas mediocres y vendidos...Sí, sí..., todo eso
es cierto... Pero también esta llena de santos. Y esta sería otra razón para
que la amaramos un poco más.
Siempre que yo me monto en un tren, sé que la historia del ferrocarril esta
llena de accidentes. Pero no por eso dejo de usarlo para desplazarme. La
iglesia -decía Bernanos- es como una compañía de transportes que, desde
hace dos mil años, traslada a los hombres desde la tierra al cielo.
En dos mil años ha tenido que contar con muchos descarrilamientos, con
infinidad de horas de retraso...Pero hay que decir, que gracias a sus santos
la compañía no ha quebrado...
Y me atrevería a deciros que tendríamos que amar a la Iglesia con mayor
intensidad, precisamente porque es imperfecta. No es que me gusten sus
imperfecciones, es que pienso que sin ellas hace tiempo que habrían tenido
que expulsarme a mí de ella. A fin de cuentas, la Iglesia es mediocre porque
está formada por gente como nosotros, como tú y como yo. Y esto es, lo
que, en definitiva nos permite seguir dentro de ella.
Tendremos que luchar por mejorarla. Pero sabiendo bien que siempre ha
sido mediocre y que siempre será mediocre...Como en las casas siempre
hay polvo por muy cuidadosa que sea la dueña. No se sabe por dónde, pero
el polvo entra siempre. Y uno limpia el polvo en lugar de pasarse la vida
enfadándose con el polvo...
Hoy en esta fiesta patronal de S. Pedro y S. Pablo, mi primera invitación
sería que aceptáramos a la Iglesia con el peso de miserias y pecados que
lleva encima.
Mi invitación sería que la amáramos en su debilidad.
Hubo un tiempo en que a mí me resultaba difícil aceptar los defectos de la
Iglesia. Cada desgarrón, cada arruga, cada debilidad...provocaban en el
pequeño juez que había dentro de mí, condenas inapelables...
Hoy me he curado de esas pretensiones idealistas. Y he entendido que
aquella era la Iglesia de mis sueños, no la iglesia fundada por Cristo y sobre
Cristo. He caído en la cuenta, sin hacer de ello un drama, que la Iglesia
revela a Dios, pero a veces también le esconde...
Y he aprendido a amar y aceptar con alegría a la Iglesia, tal como es.
Porque yo también soy Iglesia. Y también yo tengo necesidad de ser
aceptado con mi peso de miserias y mis sombras...
Y mi segunda invitación es que a ejemplo de S. Pedro y S. Pablo,
pusiéramos nuestra debilidad a disposicin de Cristo... “para que se
manifieste en nuestra debilidad la fuerza del Seor..”, como sucedi con
estos apóstoles cuya fiesta hoy recordamos. Es decir, que cambiemos de
mentalidad en nuestra pertenencia a la Iglesia; que pasemos de una
postura de inhibición o incluso de crítica; a una postura de colaboración y
de participación.
Como decía Saint-Cyran, nuestra Iglesia también hoy tiene mucho cieno y
mucho polvo...pero no nos pasemos la vida criticándola y condenándola por
ello, adoptemos la postura de los apóstoles: cojamos la bayeta (que es
nuestra vida) y ayudemos a limpiarla y purificarla...
(C)
Pedro y Pablo son las columnas de la Iglesia de Jesús...
La presencia de Pedro en los evangelios es continua. Podemos decir que es
el segundo protagonista de los cuatro relatos de la vida de Jesús...
Cabe citar: El momento en el que Jesús se le quedó mirando y le llamó
a ser su discípulo... Fue testigo de la Transfiguración, de la resurrección de
la hija de Jairo y de la agonía de Getsemaní. Un momento importante de su
vida es cuando responde a la pregunta de Jesús: -¿Y vosotros quién decís
que soy yo?.. “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios ..”
Otro momento importante es cuando después de haber alardeado de no
negar al maestro... tiene que escuchar el canto del gallo por haberle negado
tres veces... Vuelve a ocupar un puesto importante en las apariciones del
Resucitado... Y finalmente en el relato de hoy, Pedro está nuevamente en el
centro...
Pedro es una figura atractiva dentro del grupo de aquellos, en su mayoría
pescadores, que dejaron un día las redes y siguieron al maestro. Era un
hombre cordial, emotivo, apasionado, fiel discípulo de aquel Señor que le
había mirado un día a los ojos y le había llamado. Es el hombre espontáneo,
que manifiesta sus sentimientos con fuerza en el lavatorio de los pies:
¿Lavarme tú los pies? Jamás. Pero si ello significa que no va a tener nada
que ver con Jesús, dirá: "No sólo los pies, también las manos y la cabeza".
Y, como suele suceder en los hombres de fuertes sentimientos, se derrumba
cuando le preguntan si es discípulo de Jesús. Y el valiente se vuelve
cobarde, el presuntuoso tartamudea ante una simple criada.
Cada uno de nosotros tiene mucho de Pedro. Incluso podía decirse que
nuestro talante español, tan dado a grandes entusiasmos y solemnes
propósitos, se siente especialmente cercano a Pedro. Los evangelios
subrayan dos miradas de Jesús a Pedro: después de la primera, Pedro, dejó
todo y siguió a Jesús; después de la segunda, Pedro "salió afuera y lloró
amargamente".
Ahí, sin duda, comenzó el cambio del corazón de Pedro. No lo dice el
evangelio, pero es claro que siguió confiando en el perdón del maestro.
Es lo que no hizo Judas, que no fue capaz de creer que Jesús le seguía
llamando amigo y le seguía queriendo …
Y la nueva actitud de Pedro, menos presuntuosa (después de las
negaciones) termina en el pasaje de hoy, Jesús le tiende una trampa
cariñosa: "¿Me amas más que estos?.. Y Pedro ya no se compara con nadie;
su respuesta es ahora sencilla, brotando de lo mejor de su corazón: "Tú
sabes que te amo... Tú sabes que te quiero". Y finalmente entristecido ante
la tercera pregunta: "Señor, tú sabes todo. Tú sabes que te quiero". Tú
conoces mi negación, mi cobardía, mis sentimientos... Tú sabes que, desde
la verdad de mi ser, a pesar de todo, te quiero.
La historia de Pedro es nuestra propia historia. Tantos compromisos, tantos
propósitos de vivir de acuerdo con nuestra fe, incluso estableciendo a veces
comparaciones con otros... Y tantas veces también, nuestras negaciones,
nuestras huidas, nuestros fracasos... Ojalá sintamos siempre que, a pesar
de todo, el Señor nos sigue mirando con cariño; ojalá lloremos
amargamente y, sobre todo, ojalá podamos seguir diciendo, porque nos
sentimos como mecidos por la mirada de amor y de comprensión de Jesús:
"Señor, tú sabes todo. Tú sabes que yo te quiero"
En lo hondo de nuestra vida necesitamos esa confianza básica de sentirnos
acogidos, desde nuestra realidad, desde nuestra debilidad, desde nuestra
vida hecha de luces y sombras, por alguien que nos quiere, que nos
comprende y que sigue creyendo en nosotros y nos anima a seguir
adelante.
(D)
ESTA ES NUESTRA IGLESIA
Son, Pedro y Pablo fundamento de nuestra Iglesia. Son, los dos, hombres
con un pasado no precisamente brillante.
PEDRO/TRAIDOR: Pedro es un predilecto de Jesús, desde el primero
momento. Vive con el Señor los acontecimientos más importantes de su
vida, todos aquellos que estaban reservados para unos pocos. Fogoso y
temperamental no tiene inconveniente en asegurar a Jesús que es capaz de
morir con El y que le seguirá fielmente hacia ese camino de dolor y renuncia
que el Señor estaba pintando y que Pedro, en un primer momento, rechazó
con toda la energía de su temperamento. Pero todos sabemos que Pedro
falló en toda la línea. Bastó la insinuación de una mujer, en los momentos
de peligro, para que negase rotundamente conocer al Maestro. No es para
escandalizarse. Todos nosotros tenemos más que motivos suficientes para
comprenderlo y disculparlo. Lo comprendió y lo disculpó el Señor. Siguió
encontrándose con él después de su resurrección, concediéndole, como
siempre, un "trato de favor" y, tal como hoy leemos en el evangelio, quiso
dejarle el cuidado de los suyos, sin recordarle nunca su estrepitoso fallo. No
hubo para Pedro, por parte de Jesús, reprensión sino perdón. No le echó en
cara Jesús a Pedro su pasado sino que le echó en cara su futuro, un futuro
en el que Pedro, efectivamente, será capaz de seguir, paso a paso, las
huellas de su Maestro. Y quedó claro que lo único que Jesús exigió a Pedro
para que fuera su fiel imagen en la tierra, era que le amase. Si hay algo
claro por parte de Cristo es el deseo de fundamentar a los cristianos en el
amor, en el amor a su Persona y, como consecuencia lógica, en el amor a
todos los hombres.
PABLO/CV: Pablo también es un hombre con tristes antecedentes. Forofo de
la Ley, dogmático, duro e intransigente, se caracterizó por la persecución a
los primeros cristianos creyendo a pies juntillas que así hacía un buen
servicio a Dios, naturalmente a "su" Dios. Hizo falta que cegaran sus ojos,
que tan claramente veían, para que una luz nueva se hiciese en su interior
y rompiera completamente con aquel estilo que tan contrario era con el del
Señor al que, a partir de entonces, iba a servir con una dedicación exclusiva
y excluyente. También para Pablo será el amor de Cristo el que cimentará
su vida ya para siempre orientada hacia una sola meta.
Estas son las "piedras" fundamentales de nuestra Iglesia. Unas piedras que
tienen sus grietas y sus resquebrajaduras, porque la única Piedra
fundamental, aquella que desecharon los constructores, es Cristo y sólo en
El no hay fisura, ni tacha ni grieta. En todos los demás, estén más o menos
arriba o abajo, sean más o menos importantes o corrientes, es posible la
grieta, como fue posible en Pedro, que vivió tan cerca de Cristo y en Pablo
que era un estupendo cumplidor de la Ley, un religioso de cuerpo entero. Es
ésta una realidad confortante y que además ha tenido en la Iglesia una
demostración constante a través de los siglos.
Es cierto que la Iglesia es santa, pero no lo es menos que no lo somos todos
los que somos Iglesia, y digo todos, cualquiera que sea el sitio que en ella
ocupemos. Negarlo sería una tontería, reconocerlo es un acto de sinceridad
y de valentía que a nadie tiene que escandalizar. Es cierto que la iglesia da
a conocer a Dios al mundo, pero también lo es que, a veces, lo da a conocer
oscureciendo su rostro; es cierto que la Iglesia nos acerca a Dios y también
lo es que, a veces, nos lo aleja. Sólo Cristo no tiene arrruga ni mácula, sólo
El presenta el verdadero y auténtico rostro de Dios sin deficiencia alguna.
Todos los demás lo enseñamos quizá con nuestra mejor voluntad pero con
nuestra carga de pequeñeces y debilidades.
Hoy es día de pedir sinceramente por la Iglesia, de sentirnos identificados
con ella, de agradecerle tanto como nos ha dado y de desear sinceramente
que vaya limando constantemente las aristas que puede tener y que evitan
a los hombres el encuentro con Dios en ella. Es día de examinarnos, como
componentes de esa Iglesia y de ver si el fundamento de nuestra
pertenencia a ella, es por encima de todo, el que Cristo exigió a Pedro: el
amor a El. Sólo si podemos contestar, aunque sea desde nuestra pequeñez,
con la misma sinceridad con que lo hizo Pedro que, ciertamente, amamos a
Cristo podremos ser piedras útiles en ese edificio de la Iglesia que, a pesar
de nosotros mismos, no se derrumbará nunca y que es absolutamente
necesaria para el mundo si de verdad cumple con la misión que tiene
encomendada: llevar a los hombres hacia el Reino, haciendo que ese Reino
sea una realidad ya, aquí y ahora. Hoy es día de penetrar en el
conocimiento de la Iglesia, de aceptarla tal como es con toda su grandeza y
sus posibles zonas de sombra que hacen resplandecer todavía más la luz de
Cristo que es quien, en definitiva, la sostiene por encima de cualquier
terremoto.
Pedro y Pablo son dos cristianos en los que debemos mirarnos con
frecuencia. Ambos tuvieron sus fracasos personales y ambos siguieron tan
fielmente a Cristo que lo hicieron visible en el mundo acercando a El a todos
aquellos que se les aproximaban. Esto es lo que cuenta y lo que les hace
grandes a los ojos de Dios y también, desde luego a los de los hombres y,
por supuesto, a los que de todos los que, como ellos, pretendemos seguir
siendo Iglesia, esa Iglesia que ellos construyeron con su propia sangre.