V Semana de Pascua
Con permiso de dominicos.org
Martes
“Si me amarais, os alegraríais, pues me voy al Padre”
I. Contemplamos la Palabra
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 14, 19-28
En aquellos días, llegaron unos judíos de Antioquía y de Iconio y se ganaron a la
gente; apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, dejándolo por
muerto. Entonces lo rodearon los discípulos; él se levantó y volvió a la ciudad.
Al día siguiente, salió con Bernabé para Derbe; después de predicar el Evangelio
en aquella ciudad y de ganar bastantes discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y
a Antioquia, animando a los discípulos y exhortándolos a perseverar en la fe,
diciéndoles que hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios.
En cada Iglesia designaban presbíteros, oraban, ayunaban y los encomendaban
al Señor, en quien habían creído. Atravesaron Pisidia y llegaron a Panfilia.
Predicaron en Perge, bajaron a Atalía y allí se embarcaron para Antioquia, de
donde los habían enviado, con la gracia de Dios, a la misión que acababan de
cumplir. Al llegar, reunieron a la Iglesia, les contaron lo que Dios había hecho
por medio de ellos y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe. Se
quedaron allí bastante tiempo con los discípulos.
Sal 144, 10-11. 12-13ab, 21 R. Que tus fieles, Señor, proclamen la gloria de tu
reinado
Que todas tus criaturas te den gracias,
Señor, que te bendigan tus fieles;
que proclamen la gloria de tu reinado,
que hablen de tus hazañas. R.
Explicando tus hazañas a los hombres,
la gloria y majestad de tu reinado.
Tu reinado es un reinado perpetuo,
tu gobierno va de edad en edad. R.
Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre por siempre jamás. R.
Lectura del santo evangelio según san Juan 14, 27-31a
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- «La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no
tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: "Me voy y vuelvo
a vuestro lado." Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el
Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que
cuando suceda, sigáis creyendo.
Ya no hablaré mucho con vosotros, pues se acerca el Príncipe del mundo; no es
que él tenga poder sobre mi, pero es necesario que el mundo comprenda que yo
amo al Padre, y que lo que el Padre me manda yo lo hago.»
II. Oramos con la Palabra
JESUCRISTO: me estás anunciando tu partida, pero me aseguras tu paz, la paz
que sólo tú puedas dar. Por eso, ni tiemblo ni me acobardo ante las dificultades,
porque sé que nada ni nadie podrá arrebatarme esa paz del corazón.
Esta oración está incluida en el libro: Evangelio 2011 de
EDIBESA.
III. Compartimos la Palabra
“Hay que pasar mucho para entrar en el reino de los cielos”
La expansión del Evangelio ha tenido siempre grandes dificultades, pero nunca
han faltado en la Iglesia apóstoles y misioneros que, sin temor, han anunciado a
los pueblos la Buena Noticia.
En la lectura de hoy vemos como los judaizantes alborotan al pueblo, el cual
termina apedreando a Pablo dejándolo medio muerto. Esto no amedrenta al
Apóstol, se repone y viaja con Bernabé para seguir anunciando a Cristo. Allí
donde predicaban animaban a los fieles a permanecer firmes en la fe, orando,
ayunando y designando presbíteros para que les ayudaran a profundizar en el
conocimiento de las verdades recibidas. Al llegar a Antioquia, de donde habían
sido enviados, compartieron con alegría cómo habían abierto a los gentiles las
puertas de la fe.
La Iglesia es, en esencia, misionera como Pablo y Bernabé, y nosotros también
tenemos que ser misioneros, con nuestra oración y nuestra palabra para que,
quien no conoce a Cristo o se ha alejado de El, se acerque y viva la fidelidad de
la fe.
“Si me amarais, os alegraríais, pues me voy al Padre”
Quien ama de verdad se alegra del bien de la persona amada, por eso Jesús
dice: Si me amarais os alegraríais de que voy al Padre. Se va, pero nos deja su
paz; paz íntima, imperturbable, en el fondo del alma, paz compatible con la
persecución, paz basada en el amor compartido con Cristo y los hermanos, fruto
de la fe en Él, que nos amó hasta dar la vida, fe de la que brota la esperanza y
el optimismo, aun en medio de las dificultades de cada día.
Jesús anuncia su vuelta al Padre, a la vez que promete su presencia entre
nosotros. Va al Padre, a quien ama y por eso, porque le ama, hace cuanto Él le
manda. Si nosotros amamos a Cristo, haremos también lo que nos manda,
cumpliremos su mandato: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado en
esto conocerá el mundo que sois mis discípulos, en el amor que os tengáis unos
a otros”. Sólo el amor verdadero es capaz de crear la verdadera fraternidad y de
superar todas las dificultades.
Patrocinio de la Virgen sobre la Orden
Desde los inicios de la Orden, la Virgen fue una gran ayuda en su fundación, por
ello la Familia Dominicana celebra, reconoce y confiesa su especial protección.
Como afirma el M.O. Humberto de Romans: “Ella es la Madre especial de esta
Orden, fundada para alabar, bendecir y predicar a su Hijo” Que Ella continúe
protegiéndonos para que sigamos siendo mensajeros fieles del Evangelio.
Hna. María Pilar Garrúes El Cid
Misionera Dominica del Rosario