Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo de Pascua,
Semana No. 5, Miércoles
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Se decidió que subieran a Jerusalén a consultar a los
apóstoles y presbíteros sobre la controversia * Vamos alegres a la casa del Señor. *
El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante
Textos para este día:
Hechos 15,1-6:
En aquellos días, unos que bajaron de Judea se pusieron a enseñar a los hermanos
que, si no se circuncidaban conforme a la tradición de Moisés, no podían salvarse.
Esto provocó un altercado y una violenta discusión con Pablo y Bernabé; y se
decidió que Pablo, Bernabé y algunos más subieran a Jerusalén a consultar a los
apóstoles y presbíteros sobre la controversia. La Iglesia los proveyó para el viaje;
atravesaron Fenicia y Samaría, contando a los hermanos cómo se convertían los
gentiles y alegrándolos mucho con la noticia. Al llegar a Jerusalén, la Iglesia, los
apóstoles y los presbíteros los recibieron muy bien; ellos contaron lo que Dios había
hecho con ellos.
Pero algunos de la secta de los fariseos, que habían abrazado la fe, intervinieron,
diciendo: "Hay que circuncidarlos y exigirles que guarden la ley de Moisés." Los
apóstoles y los presbíteros se reunieron a examinar el asunto.
Salmo 121:
¡Qué alegría cuando me dijeron: / "Vamos a la casa del Señor"! / Ya están pisando
nuestro pies / tus umbrales, Jerusalén. R.
Allá suben las tribus, / las tribus del Señor, / según la costumbre de Israel, / a
celebrar el nombre del Señor; / en ella están los tribunales de justicia, / en el
palacio de David. R.
Juan 15,1-8:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Yo soy la verdadera vid, y mi Padre
es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da
fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras
que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no
puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí
y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no
permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y
los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en
vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con
que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos."
Homilía
Temas de las lecturas: Se decidió que subieran a Jerusalén a consultar a los
apóstoles y presbíteros sobre la controversia * Vamos alegres a la casa del Señor. *
El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante
1. La primera gran controversia
1.1 En el texto de los Hechos de los Apóstoles que hemos escuchado hoy
encontramos los orígenes de la primera gran controversia que hubo de padecer,
vivir y superar el cristianismo naciente.
1.2 Las condiciones estaban dadas: hemos oído cómo aquellos hombres y mujeres
se habían dispersado con ocasión de la persecución en Jerusalén, de modo que
cada vez entraban en contacto con situaciones nuevas que nunca les hubieran
alcanzado al abrigo del judaísmo conservador que se practicaba en la Ciudad Santa.
1.3 Tuvieron así que encontrarse con sus hermanos judíos de la dispersión y ver
cómo estos recibían de modos diversos, favorables o rabiosamente opuestos, la
maravillosa y a la vez paradójica noticia de la redención en Cristo. Era pues cosa de
tiempo para que se presentara lo que hemos visto hoy: judíos convertidos al
cristianismo que quieren imponer la circuncisión, y por consiguiente la práctica de
la ley de Moisés, a los cristianos que vienen del paganismo.
1.4 La pregunta de fondo que subyace en esto es: ¿qué lugar queda para la Ley de
Moisés en el régimen nuevo? ¿La llegada de la gracia qué lugar deja a la ley? Es
natural además que la pregunta venga de los fariseos, pues eran ellos los más
entusiastas predicadores de la necesidad de la observancia de la ley para agradar a
Dios.
1.5 Y si ahondamos más vemos que la pregunta alcanza al corazón mismo de
nuestra fe. De lo que se trata es de saber por qué somos salvos y en virtud de
quién. ¿Practicar la Ley de Moisés salva? Si es así, ¿no debería exigirse a todos que
la practiquen, empezando por circuncidar a sus varones? Y si no salva, ¿por qué
Dios dio una ley tan sabia y tan santa, si en el fondo era inútil? Tales son las graves
cuestiones que explican el tono acalorado de la discusión de que nos habla hoy la
primera lectura. Fueron ellas las que condujeron a la celebración del Primer
Concilio, celebrado en Jerusalén, del que escucharemos precisamente mañana. Por
hoy dejemos que nuestro corazón sienta el gozo de la pascua, ahondado por una
pregunta de amor a nuestro Salvador: ¿que hiciste conmigo cuando me salvaste?
2. “Sin mí nada podeís hacer”
2.1 Aunque no lo quisiera mi orgullo,
aunque mi mente se rebela
y engaña, y dice que sí pudo;
Aunque la carne me duela
y proteste gritando
que hablaste más de la cuenta;
Yo sé que eres santo y tan sabio,
yo sé, Jesucristo,
que fuiste muy claro.
Sé que tu amor es tan limpio,
sé que la luz y la gracia
conviven contigo.
Si nos has dicho que nada,
si has dicho que nada podemos,
¡bendita palabra!
No es fácil y es duro saberlo,
pero tú, mi Jesús, lo dijiste,
como una señal hacia el cielo,
Que abre la puerta al humilde,
deja al orgullo por fuera
y alegra al que viene triste.
Es cosa que al alma consuela
escuchar con tu voz y tu acento
cómo sabes lo que nadie acepta:
Lo frágil del hombre en el suelo,
su llamado a la patria eterna,
y la fuerza que lo lleva al cielo.
Fr. Nelson Medina, O.P.