Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo de Pascua,
Semana No. 5, Jueves
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: A mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se
convierten a Dios * Contad las maravillas del Señor a todas las naciones. *
Permaneced en mi amor, para que vuestra alegría llegue a plenitud
Textos para este día:
Hechos 15,7-21:
En aquellos días, después de una fuerte discusión, se levantó Pedro y dijo a los
apóstoles y a los presbíteros: "Hermanos, desde los primeros días, como sabéis,
Dios me escogió entre vosotros para que los gentiles oyeran de mi boca el mensaje
del Evangelio, y creyeran. Y Dios, que penetra los corazones, mostró su aprobación
dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y
nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe. ¿Por qué provocáis a Dios
ahora, imponiendo a esos discípulos una carga que ni nosotros ni nuestros padres
hemos podido soportar? No; creemos que lo mismo ellos que nosotros nos
salvamos por la gracia del Señor Jesús."
Toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron
los signos y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles.
Cuando terminaron, Santiago resumió la discusión, diciendo: "Escuchadme,
hermanos: Simón ha contado la primera intervención de Dios para escogerse un
pueblo entre los gentiles. Esto responde a lo que dijeron los profetas: "Después
volveré para levantar de nuevo la choza caída de David; levantaré sus ruinas y la
pondré en pie, para que los demás hombres busquen al Señor, y todos los gentiles
que llevarán mi nombre: lo dice el Señor, que lo anunció desde antiguo." Por eso, a
mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se convierten a Dios; basta
escribirles que no se contaminen con la idolatría ni con la fornicación y que no
coman sangre ni animales estrangulados. Porque durante muchas generaciones, en
la sinagoga de cada ciudad, han leído a Moisés todos los sábados y lo han
explicado."
Salmo 95:
Cantad al Señor un cántico nuevo, / cantad al Señor, toda la tierra; / cantad al
Señor, bendecid su nombre. R.
Proclamad día tras día su victoria. / Contad a los pueblos su gloria, / sus maravillas
a todas las naciones. R.
Decid a los pueblos: "El Señor es rey, / él afianzó el orbe, y no se moverá; / él
gobierna a los pueblos rectamente." R.
Juan 15,9-11:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Como el Padre me ha amado, así os
he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos,
permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi
Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en
vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud."
Homilía
Temas de las lecturas: A mi parecer, no hay que molestar a los gentiles que se
convierten a Dios * Contad las maravillas del Señor a todas las naciones. *
Permaneced en mi amor, para que vuestra alegría llegue a plenitud
1. Una decisión que hizo historia
1.1 El “asunto de la circuncisin” de que nos habla la primera lectura de hoy no era
algo tan lejano ni tan complicado ni tan inútil como puede parecernos fácilmente.
1.2 La circuncisión era la señal visible de la pertenencia al pueblo de Abraham,
según dijo Dios al que es padre de todos nosotros en la fe: “Este es mi pacto que
guardaréis, entre yo y vosotros y tu descendencia después de ti: Todo varón de
entre vosotros será circuncidado. Seréis circuncidados en la carne de vuestro
prepucio, y esto será la señal de mi pacto con vosotros. A la edad de ocho días será
circuncidado entre vosotros todo varón por vuestras generaciones; asimismo el
siervo nacido en tu casa, o que sea comprado con dinero a cualquier extranjero,
que no sea de tu descendencia. Ciertamente ha de ser circuncidado el siervo nacido
en tu casa o el comprado con tu dinero; así estará mi pacto en vuestra carne como
pacto perpetuo” (Gen 17,10-13).
1.3 Y aunque esta señal fuera propia de los varones solamente, quedaba entendido,
según la mentalidad de la época, que el rumbo de toda familia y la religión propia
de cada hogar, lo mismo que su vida moral y las palabras de enseñanza,
correspondían todas al varón, de modo que era claro que entrar en la circuncisión
era darle una familia a Dios. Y así, cuando los judíos se dispersaron entre las
naciones, su miembro circuncidado era algo más que una operación quirúrgica: era
prácticamente un motivo de orgullo como pueblo y como raza; de modo que era
normal y bien visto llamarse “de la circuncisin”, como leemos en los Hechos de los
Apóstoles (cf. Hch 10,45; 11,2).
1.4 Por contraste, éstos, los “de la circuncisin” lanzaban una mirada de cierto
desprecio a los paganos “incircuncisos”, de modo que Pablo llega a hablar de una
especie de “muro” que separaba a los dos pueblos, y por eso escribe a los efesios:
“Ahora en Cristo Jesús, vosotros, que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido
acercados por la sangre de Cristo. Porque El mismo es nuestra paz, quien de ambos
pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su
carne la enemistad, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para
crear en sí mismo de los dos un nuevo hombre, estableciendo así la paz, y para
reconciliar con Dios a los dos en un cuerpo por medio de la cruz, habiendo dado
muerte en ella a la enemistad” (Ef 2,13-16).
1.5 Es decir que lo que estamos presenciando en la escena de la primera lectura es
la caída de ese muro, mayor y más altanero y perjudicial que el infame “muro de
Berlín”. El Espíritu Santo, obrando con y más allá de los Apstoles, traza una ruta
que será la gran ruta de la evangelización de los pueblos paganos. Si somos salvos
por la gracia y mediante la fe, no cabe considerar a la Ley de Moisés como una
obligación o como un requisito que todos han de cumplir para alcanzar la salvación.
Una decisión que hizo historia.
2. Permanecer en el Amor
2.1 El evangelio nos enseña lo mismo con otras palabras. Notemos que los que
fueron salvados de las garras del Faraón, en otro tiempo, no pudieron permanecer
en la alianza de Moisés. Para dolor del mismo Moisés, el pueblo que fue rescatado
por Dios dio la espalda a su salvador, y no una sino muchas veces, al punto que el
profeta Isaías, dándole su boca al dolor de amor del Santo entre los Santos
exclama: “Oíd, cielos, y escucha, tierra, porque el Seor habla: Hijos crié y los hice
crecer, mas ellos se han rebelado contra mí. El buey conoce a su dueño y el asno el
pesebre de su amo; pero Israel no conoce, mi pueblo no tiene entendimiento. ¡Ay,
nación pecadora, pueblo cargado de iniquidad, generación de malvados, hijos
corrompidos! Han abandonado al Señor, han despreciado al Santo de Israel, se han
apartado de El” (Is 1,2-4).
2.2 Uno puede preguntarse por qué no puede suceder lo mismo con la salvación
que nos trae Jesucristo. ¿No será que también esta vez, después de un comienzo
estelar, vendrán la rebeldía y la traición al deseo de Dios? ¿En qué es mejor la
alianza de Jesús comparada con la de Moisés? ¿Qué nos hace suponer que esta vez
si triunfará el plan de Dios?
2.3 Para responder, démonos cuenta de qué es o era lo propio de la alianza de
Moisés, leyendo en el libro Levítico: “Yo soy el Seor vuestro Dios. No haréis como
hacen en la tierra de Egipto en la cual morasteis, ni haréis como hacen en la tierra
de Canaán adonde yo os llevo; no andaréis en sus estatutos. Habréis de cumplir
mis leyes y guardaréis mis estatutos para vivir según ellos; yo soy el Señor vuestro
Dios. Por tanto, guardaréis mis estatutos y mis leyes, por los cuales el hombre
vivirá si los cumple; yo soy el Seor” (Lev 18,1-5). Entendemos pronto que todo el
peso de esta alianza reposa en las palabras “guardar” y “cumplir”. Cosa que resulta
agradable a nuestra mente, pues son ciertamente muy bellas las disposiciones que
allí se describen, pero muy pesada para nuestra carne mal inclinada y para la
limitación de nuestras fuerzas.
2.4 El lenguaje de Cristo es nuevo. No se trata ahora de ver lo bueno y cumplirlo,
sino de recibir lo bueno y dejarlo obrar en nosotros. Bien claro lo enseña el apóstol
Juan: “Nosotros amamos, porque El nos am primero” (1 Jn 4,19). Y lo que hoy
pide Cristo es que “permanezcamos” en ese amor. Abastecidos de amor, tenemos
cómo amar lo que él nos pide y cómo esperar en lo que nos promete. ¿No es cosa
bella y eficaz, con la eficacia del poder de Dios?
Fr. Nelson Medina, O.P.