Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo de Pascua,
Semana No. 5, Viernes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no
imponeros más cargas que las indispensables * Te daré gracias ante los pueblos,
Señor. * Esto os mando: que os améis unos a otros
Textos para este día:
Hechos 15,22-31:
En aquellos días, los apóstoles y los presbíteros con toda la Iglesia acordaron elegir
algunos de ellos y mandarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Eligieron a Judas
Barsabá y a Silas, miembros eminentes entre los hermanos, y les entregaron esta
carta: "Los apóstoles y los presbíteros hermanos saludan a los hermanos de
Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo. Nos hemos enterado de que
algunos de aquí, sin encargo nuestro, os han alarmado e inquietado con sus
palabras. Hemos decidido, por unanimidad, elegir algunos y enviároslos con
nuestros queridos Bernabé y Pablo, que han dedicado su vida a la causa de nuestro
Señor Jesucristo. En vista de esto, mandamos a Silas y a Judas, que os referirán de
palabra lo que sigue: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros
más cargas que las indispensables: que os abstengáis de carne sacrificada a los
ídolos, de sangre, de animales estrangulados y de la fornicación. Haréis bien en
apartaros de todo esto. Salud."
Los despidieron, y ellos bajaron a Antioquía, donde reunieron a la Iglesia y
entregaron la carta. Al leer aquellas palabras alentadoras, se alegraron mucho.
Salmo 56:
Mi corazón está firme, Dios mío, / mi corazón está firme. / Voy a cantar y a tocar: /
despierta, gloria mía; / despertad, cítara y arpa; / despertaré a la aurora. R.
Te daré gracias ante los pueblos, Señor; / tocaré para ti ante las naciones: / por tu
bondad, que es más grande que los cielos; / por tu fidelidad, que alcanza a las
nubes. / Elévate sobre el cielo, Dios mío, / y llene la tierra tu gloria. R.
Juan15,12-17:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Éste es mi mandamiento: que os
améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que
da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros
os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he
destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que
pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros."
Homilía
Temas de las lecturas: Hemos decidido, el Espíritu Santo y nosotros, no
imponeros más cargas que las indispensables * Te daré gracias ante los pueblos,
Señor. * Esto os mando: que os améis unos a otros
1. Lo que estaba prohibido y... sigue prohibido
1.1 En un tiempo estuvo como de moda en los medios académicos teológicos hacer
este planteamiento, que trajo bastantes confusiones: “la moral cristiana no mira
tanto a los actos como a las actitudes; la moral de los actos es propia de la antigua
ley, y es lo que se encuentra en los Diez Mandamientos; la moral de las actitudes
mira al amor y a la intención, y es la propia de nosotros, los que vivimos en el
régimen nuevo y en el Nuevo Testamento”.
1.2 Ese planteamiento tiene como aspectos positivos que marca el avance entre
una legislación que se queda en lo realizado, es decir, en el solo acto, y lo ubica en
una perspectiva más integral, sobre todo tomando en cuenta ese factor básico que
es la intención. Además, con este planteamiento la vida moral adquiere una
jerarquización clara, en la que el amor tiene el primer puesto que le corresponde.
1.3 Las dificultades vienen cuando tratamos de darle un rostro específico a ese
“amor”. Porque el amor es una palabra que cada uno puede acomodar a su gusto o
conveniencia. Amor se llama a veces a la más tormentosa y ciega de las pasiones;
amor se dice a veces de la más sublime y generosa caridad por los pobres. Dejar a
la palabra amor sin un contenido específico, que es el que dan los actos específicos,
es terriblemente engañoso.
1.4 De otra parte, la actitud que descalifica a los Diez Mandamientos deja sin oficio
a la razón humana en la búsqueda del bien moral. En efecto, como lo ha enseñado
muchas veces el Magisterio, los Mandamientos son como la expresión de la Ley
Natural, es decir, de aquel bien humano que la razón puede descubrir al examinar
las condiciones en que se desenvuelve nuestra vida. Sin los Mandamientos la
propuesta moral cristiana se reduce a un deseo vago de bondad en el que
finalmente todo cabe. Una postura tan inocua como esta aparenta ser un lugar de
encuentro y diálogo entre las diversas religiones, pero en realidad no dice nada
porque termina aprobando todo.
1.5 La primera lectura de hoy trae toda esta temática a nuestra consideración
porque no era distinto el problema que tenían que enfrentar los apóstoles, reunidos
en Concilio en Jerusalén, cuando estudiaban el espinoso asunto del alcance de la
ley judía en la predicación del Evangelio a los paganos.
1.6 Las determinaciones de esta reunión de los apóstoles, a la que usualmente se le
considera como el Primer Concilio Ecuménico de la Iglesia, nos muestran varias
cosas. En primer lugar, observemos que lo mandado no es un amor genérico ni una
“moral de actitudes” sino preceptos específicos que atienden a las circunstancias
concretas en que viven los destinatarios de tal legislación cristiana.
1.7 En segundo lugar, notemos el aspecto limitado, en espacio y tiempo, de lo allí
establecido. Así como es un extremo afirmar que la nueva ley equivale al capricho
de lo que cada quien llame “amor”, así también es extremista pensar que toda
legislación tiene un valor máximo y una validez eterna. Las prescripciones de los
apóstoles tienen un contexto particular, que es el de aquellas comunidades que, si
bien nacen del paganismo, se hallan en un contexto de conocimiento de la Ley de
Moisés. Lo prescrito, pues, quiere ser respetuoso de esa Ley, para no poner
obstáculos al Evangelio, sin por ello poner en ella el centro de nuestra fe ni la
fuente de nuestra salvación.
2. Nos han ordenado amar
2.1 Cristo nos ha enseñado el amor y nos ha ordenado amar. En ese orden son las
cosas: aprender qué es amar y vivir en el amor.
2.2 La medida es alta y su mandato es exigente. ¡Lo que pide no es menos que lo
que pedía la ley antigua! Cristo pone como medida del amor nada menos que “dar
la vida”. Tanto no pedía la Ley de Moisés. Pero la Ley Antigua tampoco daba tanto,
tampoco nos transformaba tanto, tampoco construía tanto en nosotros.
2.3 De aquí podemos aprender dos cosas: primera, que es falso que la Nueva Ley
sea menos o menor que la Antigua. Pide más, infinitamente más. Pero, en segundo
lugar, la Ley Nueva es superior a la Antigua porque trae en sí el vigor para ser
cumplida.
2.4 Tal es, en efecto, la maravillosa ley del amor: que tanto ilumina cuanto impulsa
y tanto mueve cuanto esclarece. La ley mosaica podía ayudarnos a encontrar lo
malo pero no a sentir repulsión hacia ello; podía enseñarnos el camino del bien
pero nos dejaba inermes ante el atractivo del mal. La Ley Nueva, por el contrario,
nos hace fuertes interiormente, a través de la experiencia de ser amados, y luego
nos dirige hacia el bien, a través del llamado a amar.
Fr. Nelson Medina, O.P.