Tiempo y Eternidad
______________________
José Manuel Otaolaurruchi, L.C.
La amistad auténtica
La amistad ha sido siempre uno de los valores más excelsos de la humanidad. Cicerón en
su tratado sobre la amistad ( De Amicitia), decía que “La amistad es un don concedido por
los dioses. Después de la sabiduría, no hay cosa más apreciable que la amistad”. Un amigo
es aquél con quien podemos hablar con plena confianza, con quien compartimos nuestras
penas y alegría sin temor a ser traicionados. Los amigos de verdad se cuentan con los dedos
de la mano, por eso es bueno probar la fidelidad de nuestras amistades, pues los
desencantos son muy dolorosos. Es mejor pocos amigos fieles, que muchos inciertos.
En la Eneida encontramos ejemplos heroicos de amistad como la que existió entre Niso y
Euríalo. Dos jóvenes que, montados en sus caballos, se lanzaban impertérritos a los
combates. Pero un día Euríalo se perdió en medio de feroces ataques y cayó en manos de
los enemigos. Niso en lugar de huir para salvar su vida, se quedó solo frente al cruel
enemigo. Y como las aves machos retan al depredador en desigual pelea para alejarlo de las
crías, Niso les gritó antes de entregarse a la muerte: “A mí, a mí, yo soy el matador, volved
a mí las espadas, oh rótulos, que éste nada ha hecho”.
Cristo también enseñó a sus apóstoles el significado que tiene la amistad en el evangelio:
“Nadie tiene más amor por su prójimo, que aquél que está dispuesto a entregar su vida por
el amado” (Jn.15,13). Lo que jamás imaginaron es que Él daría su vida en una cruz para
redimirnos del pecado y ganarnos la redención eterna para todos lo que la quieran recibir.
Jesus es el amigo fiel. Cuando todo falla: el amor, el dinero, la salud, entonces lo único que
nos sostiene es la figura adorada y real de Cristo. Y el día de mañana, cuando los hombres
se olviden de nosotros, solamente una cruz, y en ella Cristo, seguirá abrazando nuestra
sepultura como guardián eterno de una amistad comenzada en esta tierra.
Y del otro lado de la moneda está nuestra respuesta, el saber si nosotros queremos ser
amigos de Cristo. Un amigo que saber reconocer su fe delante de los hombres y no se
avergüenza de su condición de cristiano. El entonces Cardenal Ratzinger en la misa por la
elección del Romano Pontífice nos invitaba a ser coherentes con nuestra fe, pues no se
puede vivir disimulando o aparentando, porque se pierde aquí y en la otra vida. “Porque
todo el que me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré delante de mi
Padre que está en los cielos” (Lc 12,8). twitter.com/jmotaolaurruchi