VI SEMANA DE PASCUA
Padre Julio Gonzalez Carretti OCD
DOMINGO
Lecturas
a.- Hch. 10, 25-26.34-35.44-48: El don del Espíritu a los no judíos.
La conversión de Cornelio, representa todo un hito en este caminar de la Iglesia
primitiva. Es un centurión romano, que siendo temeroso de Dios, acepta el mensaje
de salvación, él y toda su familia. Este era un hombre bueno, justo, amigo de los
judíos, generoso con ellos. Son esos hombres, aceptos a Dios, y por lo tanto,
pueden ingresar en la Iglesia (cfr. Lc. 7, 5). Pedro vence sus escrúpulos, y la
mentalidad judía, que prohibía acercarse a la casa de un pagano. Dios se lo había
demostrado con la visión del mantel, y los animales puros e impuros: no hay
acepción de personas en Dios, es más, ningún hombre puede ser considerado
impuro, por el hecho de pertenecer a otro pueblo (vv. 9-15). Los primeros
destinatarios de la salvación, fueron los judíos, Israel, pero en la plenitud de los
tiempos, Jesús establece la paz entre judíos y gentiles, es el auténtico Señor, que
perdona los pecados de todos (vv. 34-36). En el discurso de Pedro, encontramos
los elementos esenciales del Kerigma: que todo comenzó en Galilea, cuando Juan
predicaba el bautismo, cómo Dios a Jesús de Nazaret, le ungió con el Espíritu
Santo, poseído por el Espíritu, tema propio de Lucas (cfr. Is. 61,12); cómo Él pasó
haciendo el bien, y como ellos, son testigos de todo lo que hizo, y que Dios le
resucitó al tercer día, hasta que los mandó a predicar que ha sido constituido por
Dios Juez de vivos y muertos. A los que crean, se les perdonan los pecados. Se
destaca tres veces, el hecho que los apóstoles, fueron escogidos para ser testigos
(vv. 39. 41. 42). Así es, como la palabra profética, se confirma ahora con la
palabra apostólica, la presencia del Espíritu Santo, respalda las palabras y acciones
de Pedro. No se les puede negar, el bautismo a quienes, Dios ha concedido el
Espíritu Santo. Esta acción es fundamental, en la admisión de los paganos en la
Iglesia.
b.- 1 Jn. 4,7-10: Dios es amor.
Dios es Amor. Afirmación central en el mensaje de Juan evangelista: Dios es Amor,
el amor es necesario para acercase a ÉL, porque el amor viene de Dios. El único
medio, para llegar a ÉL, es por medio del amor o sea, amar. Pero frente a los
gnósticos, precisa más aún el concepto de amor de Dios: para ellos amar, equivalía
a conocer. El hombre amaba a Dios, si lo conocía. Para Juan, el amor del hombre a
Dios, es una respuesta. El amor de Dios, ha quedado demostrado, en lo realizado
por Cristo Jesús a favor del hombre. La redención del hombre, es un acto de amor
de Dios, efectuado en su Hijo, en bien de la humanidad. Todo el AT, valora el amor
de Dios, demostrado en hechos concretos a favor de su pueblo Israel. Jesucristo, es
el acontecimiento central del NT, por lo tanto, es epifanía del amor divino para el
hombre que cree. Pero todo eso, sería teoría, sino se concretiza en el amor al
prójimo: “Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos
amarnos unos a otros. A Dios nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros,
Dios permanece en nosotros y su amor ha llegado en nosotros a su plenitud.” (1Jn.
4, 11-12).
c.- Jn. 15, 9-17: Nadie ama más que el que da la vida por sus amigos.
El evangelio nos habla de permanecer en Jesús, su amor, para dar la vida por el
prójimo. Fuente de todo amor en la comunidad eclesial, y en la vida del creyente,
es Dios. La iniciativa es de Dios, que envía por amor, a su Hijo al mundo, como
Enviado del Padre, por y para estar con los hombres. El Hijo, acepta esta iniciativa,
esta misión, y trae ese amor de Dios a los hombres, con lo que se inicia, el
movimiento de retorno de los hombres al Padre por medio del Hijo. Esta comunión
de amor y obediencia en la fe, constituyen el núcleo fundamental de la fe cristiana,
para el auténtico discípulo de Cristo. Son dos realidades las que involucra este
mandato de amarse entre los hombres: el amor de Jesucristo para con sus
discípulos, y fruto de esta amistad, es el amor fraterno en el grupo. El mandato se
podrá cumplir, y adquirirá su pleno significado, una vez, que comprendamos, que
para amar al prójimo, primero hay que comprender que ÉL, nos ha amado desde
siempre. Sólo así se entiende, que nos podamos amar entre nosotros. “Amaos los
unos a los otros como yo os he amado” (v. 12). Juan, pone el acento en amarse,
amor mutuo, que no excluye al enemigo (cfr. Mt.5, 44), sino en que el amor de los
cristianos, debe ser reflejo del amor que existe entre el Padre y el Hijo. Entregar su
vida por sus amigos, sus discípulos, es la máxima expresión de su amor por ellos
de parte de Jesús (v. 13). Un amor crucificado, es una vida hecha de entrega; una
sangre derramada, por su salvación, para darles vida nueva de hijos de Dios. “A
vosotros os llamo amigos, si hacéis lo que yo os mando” (v. 14). Es la capacidad de
sacrificio, por ello, antes que se les pida a los discípulos, llegar a tal calidad de
mayor y entrega, Jesucristo, les ha dado muestras de este amor al prójimo, desde
que vino a los hombres, bajando del cielo hasta su muerte en cruz y resurrección.
Es Jesús, quien inicia esta amistad, los escoge de entre los hombres, para ser sus
amigos, sus discípulos, continuadores de su misión. Llamarles para ser sus amigos,
ya es notorio, pero más aún, la amistad que supone igualdad, ÉL no gana nada con
esta amistad. Es su Dios y Señor, los discípulos, sus siervos. Pero no, les llama
amigos, simplemente por el hecho de elegirlos, precisamente para ser sus amigos y
amarles, hasta el extremo, de dar su vida por ellos, y con ellos, ofrecerles su
salvación (cfr. Jn.13, 1). Esta iniciativa parte de Jesús y del Padre, iniciativa del
Amor, lo que abre su íntima relación a los creyentes. Depositarios ahora de todo
cuanto el Padre le ha confiado a su Hijo, de todos sus secretos. Porque ÉL los ha
escogido, cuanto pidan al Padre en su Nombre, les será concedido. Resumiendo:
Amor, obediencia y amistad, son un ramillete de criterios y actitudes básicas, que el
discípulo, debe manejar a la hora de establecer contacto con Cristo, y dejarse
guiar, por la mano del Padre hacia su Hijo. El amor al prójimo, al grupo, a la
comunidad, tiene su modelo en el amor de Jesucristo: la entrega de la propia vida.
Amor crucificado, que viene a significar, olvido de sí, al momento de entregar
tiempo, y amor al necesitado, triste, acongojado etc., amor auténtico, que sabe a
caridad divina, inscrita a fuego por el Espíritu en el corazón del cristiano.