Comentario al evangelio del Miércoles 16 de Mayo del 2012
Queridos amigos:
Ya recordábamos ayer una de las actividades del Espíritu: habilitar a los discípulos para perdonar los
pecados. Quienes han recibido esa unción pueden llevar a cabo la misión de perdonar en el nombre del
Señor. Y a través del perdón recibido entramos de nuevo en el orden del amor.
Pero no se agota ahí la obra del Espíritu. Don suyo es conducir a la verdad plena. Es el pedagogo que
lleva a la verdad de Jesús, a la verdad de Dios. Hagamos un breve ejercicio de memoria histórica
eclesial y recordemos el montanismo, movimiento surgido en el siglo II. Su promotor, Montano,
afirmaba que el Espíritu Santo descendía sobre él y sobre sus discípulos y les comunicaba nuevas
revelaciones. La gran Iglesia no aceptó este movimiento: la misión del Espíritu es ser memoria de
Jesús.
La verdad de Jesús y de su evangelio no es como un teorema geométrico. «No se entra en ella sino por
la caridad», enseñaba san Agustín. Para entrar en la verdad, para comprenderla hasta el punto de vivir
de ella, es preciso estar sensibi¬lizados para las cosas que la verdad revela, y esa es la obra del amor.
El que se dirige al museo sin experimentar el menor amor por el universo del arte, no comprenderá
nada de las obras expuestas. Con más razón hemos de decirlo cuando se trata de la Pala¬bra de Dios: el
Espíritu Santo, que es amor, modela la sensibi¬lidad de que estamos necesitados para penetrar en el
mundo desde el que habla el que es la Palabra de Dios, el que revela a Dios y las cosas de Dios. Esto es
obra del Espíritu. No estorbemos su misión.
Vuestro amigo
Pablo Largo
Pablo Largo, cmf