Dios nos conoce, nos ama y nos da su paz.
2012-05-08
Evangelio
Del santo Evangelio según san Juan 14, 27-31
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «La paz les dejo, mi paz les doy. No
se las doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden. Me han oído
decir: «Me voy, pero volveré a su lado». Si me amaran, se alegrarían de que me
vaya al Padre, porque el Padre es más que Yo. Se los he dicho ahora, antes de que
suceda, para que cuando suceda, crean.
«Ya no hablaré muchas cosas con ustedes, porque se acerca el príncipe de este
mundo; no es que Él tenga poder sobre mí, pero es necesario que el mundo sepa
que amo al Padre y que cumplo exactamente lo que el Padre me ha mandado».
Palabra del Señor.
Oración introductoria
Señor, mi corazón está hecho para vivir en paz y Tú eres la única, autentica,
abundante y gratuita fuente de paz. Nada, ni el mundo, ni los problemas ni las
dificultades pueden arrebatármela. Lléname de tu paz para poder difundirla en los
demás.
Petición
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, dame tu paz.
Meditación
Dios nos conoce, nos ama y nos da su paz.
«Dios no pasa nunca y todos existimos en virtud de su amor. Existimos porque él
nos ama, porque él nos ha pensado y nos ha llamado a la vida. Existimos en los
pensamientos y en el amor de Dios. Existimos en toda nuestra realidad, no sólo en
nuestra “sombra”. Nuestra serenidad, nuestra esperanza, nuestra paz se fundan
precisamente en esto: en Dios, en su pensamiento y en su amor; no sobrevive sólo
una “sombra” de nosotros mismos, sino que en él, en su amor creador, somos
conservados e introducidos con toda nuestra vida, con todo nuestro ser, en la
eternidad.
Es su amor lo que vence la muerte y nos da la eternidad, y es este amor lo que
llamamos “cielo”: Dios es tan grande que tiene sitio también para nosotros. Y el
hombre Jesús, que es al mismo tiempo Dios, es para nosotros la garantía de que
ser-hombre y ser-Dios pueden existir y vivir eternamente uno en el otro»
(Benedicto XVI, 15 de agosto de 2010).
Reflexión apostólica
«Uno de los hábitos más fecundos y reconfortantes para el alma es el cultivo de la
presencia de Dios a lo largo del día. Aunque la mente tenga que ocuparse en
múltiples tareas, el corazón conserva como orientación fundamental el deseo de
agradar a Dios en cada momento y de mantenerse en su presencia. Este mismo
hábito permite descubrir con facilidad y prontitud la mano amorosa de Dios en toda
circunstancia, y conservar una gran paz y serenidad en medio de cualquier
dificultad o desolación» (Manual del miembro del Movimiento Regnum Christi , n.
214).
Propósito
Pedir al Espíritu Santo que me haga testigo y misionero fiel del amor y de la paz.
Diálogo con Cristo
Tu cercanía, Señor, en esta oración es causa de una paz y alegría inmensa, porque
me siento amado, acompañado, sostenido. ¿Cómo agradecer tanto amor? Sí, lo sé,
la paz y la alegría, cuando eres Tú la fuente, son expansivas, necesariamente y sin
mérito propio, hacen también la diferencia en la vida de los demás. Qué don tan
grande, ¡gracias!
«Felicidad sin paz no la podrás tener y paz sin amor no la podrás encontrar. La paz
la produce el amor de Dios. Busca a Dios con locura, busca a Cristo su único Hijo,
nuestro Redentor; ahí resolverás todos tus problemas»
( Cristo al centro , n. 659).