Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo de Pascua,
Semana No. 6, Martes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia *
Señor, tu derecha me salva. * Si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor
Textos para este día:
Hechos 16,22-34:
En aquellos días, la plebe de Filipos se amotinó contra Pablo y Silas, y los
magistrados dieron orden de que los desnudaran y los apalearan; después de
molerlos a palos, los metieron en la cárcel, encargando al carcelero que los vigilara
bien; según la orden recibida, los metió en la mazmorra y les sujetó los pies en el
cepo.
A eso de media noche, Pablo y Silas oraban cantando himnos a Dios. Los otros
presos escuchaban. De repente, vino una sacudida tan violenta que temblaron los
cimientos de la cárcel. Las puertas se abrieron de golpe, y a todos se les soltaron
las cadenas. El carcelero se despertó y, al ver las puertas de la cárcel de par en
par, sacó la espada para suicidarse, imaginando que los presos se habían fugado.
Pablo lo llamó a gritos: "No te hagas nada, que estamos todos aquí." El carcelero
pidió una lámpara, saltó dentro, y se echó temblando a los pies de Pablo y Silas; los
sacó y les preguntó: "Señores, ¿qué tengo que hacer para salvarme?" Le
contestaron: "Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia." Y le explicaron
la palabra del Señor, a él y a todos los de su casa. El carcelero se los llevó a
aquellas horas de la noche, les lavó las heridas, y se bautizó en seguida con todos
los suyos, los subió a su casa, les preparó la mesa, y celebraron una fiesta de
familia por haber creído en Dios.
Salmo 137:
Te doy gracias, Señor, de todo corazón; / delante de los ángeles tañeré para ti, /
me postraré hacia tu santuario. R.
Daré gracias a tu nombre / por tu misericordia y tu lealtad. / Cuando te invoqué,
me escuchaste, / acreciste el valor en mi alma. R.
Tu derecha me salva. / El Señor completará sus favores conmigo: / Señor, tu
misericordia es eterna, / no abandones la obra de tus manos. R.
Juan 16,5-11:
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Ahora me voy al que me envió, y
ninguno de vosotros me pregunta: "¿Adónde vas?" Sino que, por haberos dicho
esto, la tristeza os ha llenado el corazón. Sin embargo, lo que os digo es la verdad:
os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el
Defensor. En cambio, si me voy, os lo enviaré. Y cuando venga, dejará convicto al
mundo con la prueba de un pecado, de una justicia, de una condena. De un pecado,
porque no creen en mí; de una justicia, porque me voy al Padre, y no me veréis; de
una condena, porque el Príncipe de este mundo está condenado."
Homilía
Temas de las lecturas: Cree en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu familia *
Señor, tu derecha me salva. * Si no me voy, no vendrá a vosotros el Defensor
1. Prisioneros que dan libertad
1.1 ¡Qué hermoso cuadro nos regala la primera lectura de hoy! He aquí unos
prisioneros muy singulares: son capaces de dar libertad a su propio carcelero.
1.2 En más de una ocasión escribió Pablo que la Palabra de Dios no estaba
encadenada y lo sucedido hoy nos lo muestra claramente. En efecto, la libertad de
Pablo y Silas, también llamado Silvano, no empieza en el momento en que aquel
terremoto los libera rompiendo sus cadenas.
1.3 Son libres cuando la oscuridad del calabozo no destruye la luz de sus almas;
son libres cuando la tristeza de las cadenas resulta impotente ante el gozo de sus
cantos; son libres cuando la injusticia de un castigo inicuo no vence sobre el poder
de su mensaje de la justificación que Dios regala en la Sangre de Jesús.
2. La gran pregunta
2.1 Cuando el carcelero descubre que no ha podido custodiar a los presos,
precisamente porque uno más fuerte les ha dado libertad, se resuelve a suicidarse,
de seguro para no tener que padecer la muerte a mano de sus superiores. Pablo,
según escuchamos, lo logra detener con un grito en que le advierte que todos están
adentro.
2.2 Y entonces viene la gran pregunta: “Señores, qué debo hacer para salvarme?”.
Esta pregunta tiene mucha historia dentro de la Iglesia. La escucharemos en las
dunas del desierto egipcio en aquellos años de oro del monaquismo primitivo.
Decenas de veces los escritores antiguos relatan la escena hermosa: un joven que
se acerca a un santo monje y con profunda reverencia se atreve a preguntar por
fin: “qué debo hacer para salvarme?”.
2.3 Es también la pregunta que hace aquel joven rico que un día fue donde el
Maestro de Maestros, Jesucristo, según relata Marcos: “Cuando Jesús iba a seguir
su viaje, llegó un hombre corriendo, se puso de rodillas delante de él y le preguntó:
Maestro bueno, qué debo hacer para alcanzar la vida eterna?” (Mc 10,17).
2.4 Hoy podemos dejar que esa pregunta, la pregunta honda que vive en el fondo
del corazón humano, salga a flote y nos conmueva. La falta de preguntas hondas
deja sin fondo nuestras decisiones y sin perspectiva nuestros deseos.
3. “Les conviene que yo me vaya...”
3.1 Si hay una frase de Jesús que ha podido impactar mi vida profundamente es
esta que oímos en el evangelio de hoy: “Les conviene que yo me vaya...”. Por
Dios, cómo puede decirnos eso! Si en él hemos recibido tanta salud, si de él hemos
aprendido tantas cosas, si estando con él hemos visto huir a nuestros enemigos,
¿cómo nos dice que nos conviene que él se vaya? ¿Qué bien puede haber mayor
que el bien por esencia que es el Hijo de Dios, el Dios con nosotros? ¿Por qué nos
habla así?
3.2 En otro sentido, la frase del Señor Jesús deja ver una humildad perfecta. El
mismo que nos dijo “sin mí nada pueden hacer” (Jn 15,5), ahora nos dice: “les
conviene que yo me vaya”. Así entendemos que no nos dijo que nada podíamos sin
él como un modo de darse importancia él, sino como un modo de mostrar en dónde
hallaríamos salud nosotros.
3.3 Pero la pregunta inicial de este apartado sigue: ¿por qué nos dice que nos
conviene que él se vaya? Sólo puede haber una respuesta: porque hay un bien
mayor que tenerle visiblemente a nuestro lado. Y ese bien es tener adentro de
nosotros la gracia, la vida y la fuerza que vemos brillar en él. Tener su vida en
nosotros es todavía mejor que tenerlo a él mismo vivo junto a nosotros. Y tal será
el bien maravilloso que vendrá cuando llegue a nosotros el Espíritu Paráclito.
Fr. Nelson Medina, O.P.