VIERNES DE LA SÉPTIMA SEMANA DE PASCUA: Pedro, pescador y pecador, por
la misericordia divina es ahora pastor, su
vida es ayudar a los demás. También la
nuestra.
Lectura del santo evangelio según san Juan
(21,15-19): Habiéndose aparecido Jesús a sus
discípulos, después de comer con ellos, dice a
Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas
más que éstos?» Él le contestó: «Sí, Señor, tú
sabes que te quiero.» Jesús le dice: «Apacienta
mis corderos.» Por segunda vez le pregunta:
«Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Él le contesta:
«Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Él le dice:
«Pastorea mis ovejas.» Por tercera vez le
pregunta: «Simón, hijo de Juan, ¿me
quieres?» Se entristeció Pedro de que le
preguntara por tercera vez si lo quería y le
contestó: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que
te quiero.»
Jesús le dice: «Apacienta mis ovejas. Te lo
aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e
ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará
adonde no quieras.» Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios.
Dicho esto, añadió: «Sígueme.»
1. Hoy y mañana leemos las dos últimas páginas del evangelio de san
Juan. Después de esta segunda pesca milagrosa y el desayuno que Jesús les
preparó, viene un diálogo con Pedro, con las tres preguntas de Jesús y las tres
respuestas del apóstol que le había negado. -“Simn, ¿me amas más que éstos?”
Ante las tres negaciones antes del gallo, tres preguntas para confiarle su misión
de Papa.
Señor, tres fueron las negaciones de Pedro, y para que no esté triste tres
son las veces que preguntaste a Pedro si te quería. Jesús, quiero decirte no 3 sino
33 veces cada día que te quiero. Procuraré que no me agobien más mis faltas de
amor, te pido que sepa arreglarlas con actos de amor. Que sepa acudir al
sacramento del perdón, el sacramento de la alegría.
Jesús, a ti también me preguntas: "¿Me amas, Tú?" Noto que no puedo
excusarme con lo que dicen los demás; te digo de corazón: -“Sí, Seor, Tú
sabes...” y me respondes que haga apostolado: -“Apacienta mis corderos”. He de
ser buen pastor para los demás, dar la vida por ellos.
Tres veces Jesús le pregunta a Pedro: "¿Me amas, tú?" Recuerdan a Pedro
las tres negaciones a su Maestro. Responde ´Yo te amo´, sin decir ´más que
estos´. Con su fracaso, aprendió humildad. Señor, que yo también confíe más en
Ti y menos en mí, y, que no me compare con nadie.
Jesús usa dos veces el verbo amar (amor de agapé: agapás me) y Pedro
contesta siempre con otro verbo: te quiero (amor de amistad, filia: filo se), no se
atreve a decir que ama con un amor tan grande como el que Jesús nos ama. La
tercera vez Jesús toma el verbo de Pedro: me quieres (filéis me), se pone a su
altura, y Pedro le contesta ya con humildad: “tú lo sabes todo… me conoces”.
Señor, que también yo sea consciente de la debilidad de mi amor, y te ame con
el Tuyo. Recuerdo la historia de una niña, a la que cuando su madre le apaga la
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luz de noche, ella le dice “mamá, te amo con todo tu corazn”. La madre
responde: “se dice con todo mi corazn” pero la nia insiste: “no, con tu
corazn, que es más grande”.
1. Pablo dice en la lectura de hoy que Jesús está vivo: no se ha ido de
entre nosotros; sólo se ha hecho invisible. Jesús, sé que continúan conmigo, que
habitas en mi interior, por tu Espíritu. En preparación a la fiesta de Pentecostés,
podemos rezarle esta Secuencia: “Ven, Espíritu divino, / manda tu luz desde el
cielo. / Padre amoroso del pobre; / don, en tus dones espléndido; / luz que
penetra las almas; / fuente del mayor consuelo.
Ven, dulce huésped del alma, / descanso de nuestro esfuerzo, / tregua en
el duro trabajo, / brisa en las horas de fuego, / gozo que enjuga las lágrimas / y
reconforta en los duelos.
Entra hasta el fondo del alma, / divina luz, y enriquécenos. / Mira el vacío
del hombre / si tu le faltas por dentro; / mira el poder del pecado / cuando no
envías tu aliento.
Riega la tierra en sequía, / sana el corazón enfermo, / lava las manchas,
infunde / calor de vida en el hielo, / doma el espíritu indómito, / guía al que
tuerce el sendero.
Reparte tus siete dones / según la fe de tus siervos. / Por tu bondad y tu
gracia / dale al esfuerzo su mérito; / salva al que busca salvarse / y danos tu gozo
eterno. / Amén”.
2. En espera de la venida del Espíritu Santo, en el Salmo damos gracias a
Dios por tantos dones: ser hijos suyos, la redención: “Bendice, alma mía, al
Señor, / y con todo mi ser a su Nombre santo. / Bendice, alma mía, al Señor, no
olvides ninguno de tus beneficios. / Pues cuando se elevan los cielos sobre la
tierra, / Así prevalece su misericordia con los que le temen. / Cuanto dista el
oriente del occidente, / así aleja de nosotros nuestras iniquidades. / El Señor
estableció su trono en los cielos, / su reino domina todas las cosas. / Bendecid al
Señor, ángeles suyos, / fuertes guerreros, que ejecutáis sus mandatos, prestos a
obedecer a la voz de su palabra” (Salmo 103/102,1-2.11-12.19-20). No es Dios un
juez, sino un Padre lleno de amor y de ternura por sus hijos.
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