V Domingo de Pascua, Ciclo B
Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
" Vivir unidos a Cristo es estar convocados a dar frutos de vida eterna"
Hch 9,26-31: "Les contó cómo había visto al Señor en el camino"
Sal 21,26b-27.28.30.31-32: "El Señor es mi alabanza en la gran
asamblea"
1 Jn 3,18-24: "Éste es su mandamiento: que creamos y que nos
amemos"
Jn 15,1-8: "El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto
abundante"
Se advierte el interés de san Lucas por mostrar la profunda unidad que cohesionaba
a toda la Iglesia, por encima de las pequeñas diferencias que podían surgir. Lo
importante era que el Evangelio fuera uno.
Seguro que Cristo, al emplear la alegoría de la vid, no está pensando en
dicotomías: por un lado la Cepa y por otro las ramas. Estaría hablando de Él como
la totalidad de la Vid, el Cuerpo total, haciendo verdad la profecía de la Viña-Pueblo
de Israel. No es menoscabo del papel de las ramas; es ratificación de que "sin Él no
podemos hacer nada". Si la savia de la cepa o tronco es la única que hay en la vid,
¿qué son los sarmientos sino prolongaciones del tronco para dar fruto? Cuando
ningún miembro de la comunidad de la Iglesia intenta "vivir por su cuenta", la Vid
está completa. Si alguien lo pretende, no será nada; será muerte, porque no
contará con la única savia-Vida.
Desde el primer tercio del siglo XIX se viene hablando de un Dios que aniquila al
hombre, que lo destruye, lo aliena, le impide ser él mismo pero la pregunta que
hemos de hacernos es: ¿en qué Dios estarían pensando quienes así hablaban?
Desde luego no en el de Jesús. Porque desde el primer momento busca quitar del
Dios Verdadero los muchos disfraces que ocultan su auténtico rostro.
— "La Iglesia es labranza o campo de Dios. En este campo crece el antiguo olivo
cuya raíz santa fueron los patriarcas y en el que tuvo y tendrá lugar la
reconciliación de los judíos y de los gentiles. El labrador del cielo la plantó como
viña selecta. La verdadera vid es Cristo, que da vida y fecundidad a los sarmientos,
es decir, a nosotros, que permanecemos en Él por medio de la Iglesia y que sin él
no podemos hacer nada" (755; cf. 1988).
— "Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El
que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos «el fruto del Espíritu que
es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre,
templanza»" (736).
— "Sin mí no podéis hacer nada":
"Jesús dice: «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí como
yo en él, ése da mucho fruto; porque sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). El
fruto evocado en estas palabras es la santidad de una vida fecundada por la unión
con Cristo. Cuando creemos en Jesucristo, participamos en sus misterios y
guardamos sus mandamientos, el Salvador mismo ama en nosotros a su Padre y a
sus hermanos, nuestro Padre y nuestros hermanos. Su persona viene a ser, por
obra del Espíritu, la norma viva e interior de nuestro obrar. «Éste es el
mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado» (Jn
15,12)" (2074).
— "Pues, así como la raíz hace llegar su misma manera de ser a los sarmientos, del
mismo modo el Verbo Unigénito de Dios Padre comunica a los santos una especie
de parentesco consigo mismo y con el Padre, al darles parte en su propia
naturaleza, y otorga su Espíritu a los que están unidos con Él por la fe: y así les
comunica una santidad inmensa, los nutre en la piedad y los lleva al conocimiento
de la verdad, y a la práctica de la virtud" (San Cirilo de Alejandría, In Ev. Joann. lib
10,2).
Al advertirnos de que sin Él no podemos hacer nada, Cristo no invita a la esperanza
pasiva, sino a hacer todo lo que podamos, pero desde Él, con Él y por Él
Con permiso de Almudi.org