Sr. Cardenal Julio Terrazas Sandoval, CSsR
Arquidiócesis de Santa Cruz, Bolivia
Homilía de S.E. Cardenal Julio Terrazas Sandoval
Domingo 13 de mayo de, 2012
VI Domingo de Pascua, Ciclo B
Basílica Menor de San Lorenzo Mártir
Amadísimos hermanos y hermanas:
Las cortas ausencias del Arzobispo en esta catedral tienen que ser recuperadas con
una escucha cada vez más profunda de la palabra de Dios, porque quien
escucha a Dios tienen la capacidad de escuchar a los otros, quien no escucha
a Dios no tiene ni el menor interés de ponerse al frente del otro para buscar
soluciones adecuadas a la vida y a la práctica, soluciones que deben
llevarnos a no olvidar los valores y no convertir todos los espacios en
espacios de guerra fratricida.
El evangelio de hoy continúa recordando lo que la Pascua produjo en nosotros.
Alegría desbordante porque el Señor vive y con su muerte y resurrección nos
da la posibilidad de cambiar nosotros y cambiar las cosas de las que nosotros
nos servimos.
La Pascua: le agradecemos al Señor y le pedimos que nos de la fuerza para no
olvidar las consecuencias de la Pascua, esto que es paz, justicia, amor a
todos sin excepción, la pascua que es la gran misión de todos nosotros de
trabajar para que todos vivan como hermanos y ninguno sea discriminado.
El Cardenal ha estado en Tréveris celebrando con entusiasmo y devoción la
exposición de la Santa Túnica que es conservada allí por una tradición de
muchos años. Lo más importante que he podido observar es el fervor de la
gente, la cantidad extraordinaria de hombre y mujeres, jóvenes, niños,
acercándose para mirar la túnica del Señor, para tocar el espacio donde
estaba expuesta, acercándose para demostrar su cariño y su amor pero
también su arrepentimiento por muchos males que se pudieron haber
cometido.
Me llamó la atención el fervor de la gente, haga calor, frío o con lluvia eran
impresionantes las colas para ver la túnica; y lo que cantaban puede servir a
nosotros hoy para ayudar a nuestro país a confiar en aquel que vienen a unir
todo lo que los hombres han separado.
“El es que el viene a unir lo que nosotros hemos separado”
¿Acaso no será este un mensaje también para nuestra Iglesia? para nuestro país
que no puede perder la confianza de que la unidad fraterna tiene que
imponerse a la belicosidad como si fuéramos enemigos entre nosotros; entre
todos podemos dejar que el Señor nos vaya uniendo no de manera ficticia,
no por pactos que se hacen a la ligera, no por convenios firmados que se
olvidan al día siguiente, sino por la corriente de amor y verdad que debe
tener aquel que cree.
Muchos enfrentamientos, crímenes, inseguridad, calumnia, mucho lenguaje de rabia
y odio para imponer ideas, todo esa va separando, destruyendo, pero si
nosotros ponemos al Señor y su Palabra ante el cual nos arrodillamos vamos
a ir captando qué significa el mensaje extraordinario de hoy, un mensaje que
vienen casi a propósito para recordar a los cristianos de Bolivia que no se
puede jugar con las Palabras de Dios, no se puede olvidar las acciones que el
Señor ha realizado y nos pide realizar constantemente.
Que no podemos tener uno al lado del otro nuestros amores y deseos de paz y de
verdad y, durante este mes miramos la imagen de María, ella no dijo un “si”
y después hizo lo que quiso, ella acepto la voluntad de Dios y se presentó
como la mujer débil y sencilla que arrastra multitudes en el mundo para
recordar que la Palabra de su Hijo es palabra de vida y no podemos dejar de
escucharla.
Como el Padre me amo, así yo los amo a ustedes
El evangelio de Juan trae cosas interesantes, en el pasaje de la última cena, esa
cena que cambió la historia humana, esa cena en la que pudimos constatar
que el Dios grande y todopoderoso se hace pequeño para que nosotros
podamos mirarlo, tocarlo y alimentarnos de Él.
En ese momento, en esa cena que fue la expresión del amor del Padre, Jesús dijo:
“Como el Padre me ama también yo los amo a ustedes”. Esa palabra “amor”
que esta tan vulgarizada, tan materializada, mercantilizada en estos días
porque en todas partes se habla del amor a la Madre, del amor a esto y lo
otro y ¿en que consiste ese amor? ¿En seguir creando espacios de odio, de
muerte, en seguir colocando a la persona humana en situación indefensa
frente al mal?
El Señor nos recuerda: Como el Padre me amó también yo los amo a ustedes.
Si esta no es una buena noticia, no se donde la vamos a encontrar, si esta no es
una buena noticia que llega al corazón de los creyentes donde vamos a
encontrar una noticia capaz de dejarnos todo lo que Dios quiere darnos. Y
Cristo aade: “permanezcan en mi amor”.
No es cuestión de un minuto ni algo de pequeño fervor, una pequeña reacción
espiritual, es algo que nos lleva a vivir de manera nueva nuestra vida en el
amor.
El Señor dice: aquel que ama cumple mis mandamientos y yo les doy un
mandamiento nuevo, ámense los unos a los otros.
¿Será posible escuchar en Bolivia estas palabras, será posible que quienes están en
discrepancias constantes no puedan encontrar una solución basada en este
deseo y voluntad del Padre revelada en Jesús?. “Ámense” no dice diense,
sepárense, persíganse; ámense los uno a los otros porque quien cumple este
mandamiento entra en la vida de Dios y es bendecido por Él.
Realidad que nos hace mucha falta en nuestra vida; ámense los unos a los otros
como yo los he amado.
Jesús no se paso echando discursos de violencia, de odio, de rencor, Jesús habló de
amor y practicó ese amor y por el cariño y afecto que tuvo con nosotros para
pagar la deuda del pecado y devolvernos la amistad con su Padre.
Él no es el que atropelló al otro para derribarlo sino el que atrae a la persona para
elevarlo a la dignidad de hijo de Dios. Y sigue el Señor con esta novedad que
deberíamos agradecerle: no hay amor más grande que dar la vida por los
amigos.
No se trata de una declaración de palabras, sino de una manera de vivir que llega
al corazón de la persona, del que esta alegre y el que sufre: la amistad, sin
esto no hay vida, no hay relaciones espirituales capaces de levantarnos a
todos, sin amistad la vida pierde una dimensión enorme.
El Señor nos recuerda que esta amistad es en primer lugar salida del Padre para
nuestro bien, es una iniciativa de Él, no es que nosotros lo hemos amado
primero, El nos amo primero y quiso que fuéramos sus amigos íntimos, que
conociéramos su vida, que supiéramos cual es su voluntad, que hiciéramos
siempre esta voluntad a lo largo de nuestra vida para bien de todos.
Amigos. Es otra palabra que se va perdiendo en nuestros medios, se la resucita de
vez en cuando con un mercantilismo exagerado, el día de la amistad,
entonces se acuerdan que hay amigos, pero el amigo verdadero, autentico es
el que se pone a caminar con nosotros hacia la realidad y la alegría del reino
de la vida y de la paz.
Yo los elegí a ustedes
Los destiné a que vayan y den fruto y que ese fruto sea duradero. Acá esta otro
pedido extraordinario del Señor que nos recuerda porque Él es nuestro amigo
y porque nosotros podemos ser amigos de Dios, para que salgamos y
vayamos a dar fruto, no para ocultarnos y encerrarnos, no para dejar de
hablar con el otro, no para hacernos cada vez más individualistas, no para
dominar a los otros sino para dar frutos de paz, justicia y verdad, en medio
de las divisiones injustas y beligerantes, de las divisiones que no quieren la
amistad sino entronizar con más profundidad los odios y rencores.
Así el Señor nos da algo que debe despertarnos, El está hablando a toda nuestra
persona, está respetando toda nuestra vida, El quiere que seamos amigos
dentro de nuestras casas pero también amigos en las calles, amigos en la
búsqueda de soluciones para todos.
Amigos; esa palabra hay que tener presente constantemente para evitar lo que
acontece en la marcha de nuestro país.
Esto supone actitudes claras, Juan lo dice en la carta; amarnos los unos a los otros
porque esa es la voluntad de Dios, no hay otra manera de vivir el
cristianismo.
Nos cuesta a lo mejor todavía perdonar, olvidar, pero la palabra del Señor es
tajante y cuando se la pronuncia es para que produzca frutos no para
aprender dos o tres palabras más del evangelio solo de memoria.
Ahí está Pedro que nos muestra cómo se comporta un hijo del Resucitado amigo de
Dios.
Pedro entra en la casa del centurión Cornelio, es un pagano no un creyente, este
cuando lo vio sale a su encuentro y se pone de rodillas delante de El, – Pedro
dice- levántate porque yo no soy más que un hombre…
Esta actitud de humildad y veracidad hace que nuestro testimonio no sea discutible
ni discutido pero cuando nos acercamos a un sitio lo primero que pedimos es
que se arrodillen delante de nosotros para que así podamos decirle nuestras
verdades o nuestras cosas y que estamos suplantando a Dios.
Yo no soy Dios, no soy un ídolo, no soy nada de esta cosa que se imaginan, lo que
yo admiro ahora es al ver tu conversión, tu voluntad. Dios no tiene acepción
de personas, no anda buscando solo a sus amigos, El se revela y se
manifiesta a todos.
Esta dimensión del evangelio acaso no tenemos que volverla a tomar con claridad,
Dios no tiene acepción de personas, los creyentes no podemos decir a este lo
aprecio al otro no, este piensa como yo el otro no por ello no es mi amigo.
Tenemos que tener la capacidad de acercar hasta nuestro Dios todo lo que está
alejado.
Verdaderamente comprendo que Dios no hace acepción de personas, es otra
enseñanza para el hoy de nuestra vida, hoy que no tenemos ganas de
escuchar al otro, al que está llorando; hoy se manifiesta más bien una
especie de diálogo de sordos. A nosotros nos toca pedirle al Señor que nos
de la capacidad de no separar lo que Él ha venido a unir, de no hacer odiosas
nuestras relaciones por cuestiones materiales o pasajeras coyunturales.
El cristiano está más allá de pequeños pactos de bienestar que pueden firmarse
olvidándose el pacto de la vida, paz y justicia, viene nuestro Dios y no hay
otro que pueda suplantarlo.
El Señor envió su palabra al pueblo de Israel anunciando la Buena Noticia de la paz
por medio de Jesucristo que es el Señor de todos, esa la característica,
hermanos, hijos y amigos de Dios, amigos entre nosotros misioneros de la
misma misión que tuvo Cristo, gente que tiene que llevar, porque esa es
nuestra vocación, todo aquello que es paz, pero la paz de la vida no la paz de
las tumbas, la paz del encuentro no de la persecución, la paz del amor
fraterno no de los odios reconcentrados.
Eso vale para todos, acá nadie se puede excluir sobre todo por respeto a esa
creencia y la fe de la mayoría de nuestro pueblo. Nuestro pueblo creyente
tiene que ser capaz de aplaudir la paz y justicia y no de aplaudir las
injusticias y maldades que puedan inventarse.
Tenemos que tener un corazón abierto pero una mente clara porque el proyecto de
Dios es para levantar a todos y no para aplastar a algunos en beneficio de
otros.
El Señor de la vida nos ayude a que realmente El sea el que viene a nuestra patria
a unir lo que nosotros hemos producido como desunión o represalias, el
Señor de la vida y nuestra Madre nos acompañe.
AMÉN.