“el Espíritu, conducirá a los discípulos de Cristo por nuevos caminos”
Jn 16, 12-15
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
AQUELLOS QUE DEJAN HABLAR AL ESPÍRITU
El Espíritu prometido permitirá a los discípulos comprender las cosas de Dios tal
como han sido reveladas por Jesús. El Espíritu hará la exégesis de las palabras
del Señor para que puedan caminar a través de la historia con la «mente de Dios»,
con su modo de ver y de juzgar, de sentir y de obrar. También expresa la alteridad
del discípulo y de la Iglesia respecto al mundo. El sentido de las cosas, de la
historia, de los acontecimientos, está reservado a los que tienen el Espíritu. Ahora
bien, es preciso que el Espíritu pueda hablar. La tradición ha hablado de la
necesidad de disponer de un corazón «purificado» para comprender las cosas de
Dios tal como son sugeridas por el Espíritu. El Oriente cristiano ha meditado
largamente sobre la bienaventuranza: «Bienaventurados los puros de corazón,
porque verán a Dios». La visión de Dios y de sus cosas, la comprensión de las
palabras de Jesús, su actualización a las distintas situaciones en diferentes
momentos de la historia personal o general, están reservadas a aquellos que
dejan hablar al Espíritu, en un corazón purificado, progresivamente liberado de los
apegos y condicionamientos mundanos. Las épocas más creativas para la fe han
sido las épocas en las que se nos obligaba a la liberación interior, a la oración, a la
santidad. Es en los santos donde las palabras del Señor se realizan al máximo. A
ellos es a quienes se da la comprensión profunda de las cosas de Dios, así como
una comprensión particular del momento histórico. Conocer la realidad según Dios
es algo distinto al conocimiento necesario típico de la racionalidad: es dejar que el
Espíritu hable en un corazón desalojado de las cosas demasiado terrenas.
ORACION
Ayúdame, Señor, a liberarme de las demasiadas cosas que me impiden
comprender «la verdad completa», comprender tu Palabra en el hoy, lo que me
dices para mi hoy, lo que debo hacer aquí y ahora, sobre todo cómo debo ver mi
vida y los acontecimientos que tienen que ver con mis hermanos, en la situación
en que me encuentro. Purifica mi corazón para que mi ojo interior pueda ver tus
caminos, para que mi oído interior pueda oír tu voluntad, para que mi instinto esté
orientado hacia ti.
Las propuestas que se me hacen son múltiples. La comunicación me inunda hoy
de mensajes multiformes y contradictorios. Con frecuencia no sé hacia dónde
orientarme. Concédeme un corazón desprendido y vacío para dejarte hablar a ti;
concédeme un corazón humilde para escuchar la voz de tu Iglesia, que me orienta.
Sobre todo, haz que no esté condicionado de tal modo por las indicaciones del
mundo, que siga tus indicaciones a su luz. Si quiero ser luz del mundo, debo
juzgar las soluciones del mundo a la luz que viene de ti. Unas veces mediante el
proceso de un delicado discernimiento; otras, con la obligada nitidez. Purifícame e
ilumíname, Señor.