“Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo"
Jn 16, 16-20
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
ESA TRISTEZA SE CONVERTIRÁ EN GOZO
El tiempo de la Iglesia es el tiempo en el que el discípulo se encuentra cogido entre dos gozos:
el del mundo y el de Cristo. El gozo del mundo está ligado a la consecución de valores
efímeros, como un saber puesto al servicio de intereses materiales; de una carrera social,
científica; de la fama; de la rentabilidad económica de nuestras opciones. Sin tener en cuenta la
exasperación de la sensualidad y de las sensaciones fuertes e impulsadas al extremo. Con
estas cosas suele gozar el mundo.
El gozo que viene de Jesús deriva de ser sus discípulos, de saber que él está cerca en todo
momento, que gastar la vida por él y por los hermanos es una inversión ventajosa y un honor
grande; que lo único necesario es no perderle a él, sentir su proximidad, estar seguros de
caminar hacia su posesión.
Nuestro corazón se encuentra cogido entre estos dos gozos: el primero es más inmediato,
aunque fugaz: el segundo es más paciente, pero, sin embargo, no decepciona. A veces ambos
gozos se enlazan; otras, se oponen. El corazón del discípulo debe estar orientado siempre
hacia el «todavía no», hacia el decisivo «dentro de otro poco volveréis a verme», cuando el
gozo, frecuentemente querido y creído, se volverá felicidad plena y sin sombras.
ORACION
Te doy gracias, Señor, por tus visitas, que me llenan de alegría. Te doy gracias también por tus
ausencias, que me hacen desear tu alegría. Bendito seas, ahora y siempre, porque sabes
cómo gobernar mi corazón y atraerlo a ti.
Permíteme pedirte hoy que no me dejes demasiado solo a merced de los gozos de este
mundo, para que no quede conquistado por ellos. Que no me dejes tampoco demasiado solo
en las pruebas que el mundo me procura, para que no desespere de tu consuelo.
Sé que debería estar siempre alegre, «en todo tiempo», que siempre debería bendecirte y darte
gracias. Sé que un discípulo tuyo no debería estar nunca triste. Pero tú socórreme cuando este
mundo me parezca demasiado dulce, para que no me embriague, y también cuando me
parezca demasiado amargo, para que no me aplaste. Ayúdame a buscar mi consuelo y mi gozo
en ti. Y no dejes de hacerte sentir por este pobre corazón mío, tan frágil y titubeante.