VI Semana de Pascua
Viernes
Jesús con su Espíritu nos invita a ser hijos de Dios: a no tener miedo, al
gozo de la alegría.
En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «En verdad, en verdad
os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis
tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando va a
dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a
luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un
hombre en el mundo. También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a
veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá
quitar. Aquel día no me preguntaréis nada» (Jn 16,20-23a).
1. Mucha gente suele comenzar hoy el Decenario del Espíritu Santo. Con María
están los Apóstoles, y me gustaría estar en las conversaciones que mantendrían
durante aquellos días. ¡Señor, que mi oración cada día, conversación contigo, sea
tan cordial y llena! Madre de la Iglesia naciente, te pido que nos guíes para recibir
los dones y los frutos del Espíritu Santo. Los dones son como la vela de una
embarcación cuando está desplegada y el viento que representa la gracia le va
a favor: ¡qué rapidez y facilidad en el camino!
El Señor nos promete también en nuestra ruta convertir las fatigas en alegría:
« Vuestra alegría nadie os la tomará » (Jn 16,23) y « vuestra alegría será
completa » (Jn 16,24). Durante toda esta semana, la Liturgia nos habla de
rejuvenecer, de exultar (saltar de alegría), de la felicidad segura y eterna. Todo nos
lleva a vivir de oración. Como nos dice san Josemaría: «Quiero que estés siempre
contento, porque la alegría es parte integrante de tu camino. Pide esa misma
alegría sobrenatural para todos».
“El ser humano necesita reír para la salud física y espiritual. El humor sano ensea
a vivir. San Pablo nos dirá: « Sabemos que todas las cosas contribuyen al bien
de los que aman a Dios » (Rom 8,28). ¡He aquí una buena jaculatoria!: «¡Todo es
para bien!: Omnia in bonum!”(Joaquim Font).
En la Escritura, los dolores del parto son los que tienen más sentido por traer una
nueva vida al mundo. Aquí Jesús nos hablará de ese dolor como paso del
alumbramiento a la vida eterna. En el cuadro del entierro del Conde Orgaz, de “el
Greco” se ve en primer plano los que rodean al cuerpo del difunto, pero más arriba
se pinta la subida de su alma al cielo, que acoge la Virgen cuando pasa por un
“útero” para ese nuevo nacimiento. Seor, que sepa ver sufrimientos de esta vida
con un valor de gloria, como el gusano que se transforma en mariposa. Que sepa
prepararme con la cruz de cada día a salir de este mundo para entrar en la gloria.
Jesús, hazme ver que vas al Padre para que recibamos tu Espíritu. María, madre
mía, que nos traen a la vida sobrenatural como nueva Eva, dame fe que alumbre
mi vida con la esperanza de la Vida: “ Recordad: La mujer cuando va a dar a
luz, siente tristeza, porque ha llegado su hora; pero en cuanto da a luz al
niño, ni se acuerda del apuro que pasó, porque la inunda la alegría de que
al mundo le ha nacido un hombre ”. Así alguna mujer cuando tiene su criatura
piensa que es demasiado dolor, pero al rato de querer a su hijo ya está feliz de
poder tenerlo. “ También vosotros ahora sentís tristeza; pero volveré a veros
y se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría. Y aquel
día no me preguntaréis nada (Juan 16,20-23).
Seor, te canto con la “sevillana”: "algo se muere en el alma, cuando un amigo se
va", pero quiero estar alegre, porque Tú te quedas Como nos dice san Josemaría:
«Quiero que estés siempre contento, porque la alegría es parte integrante de tu
camino. Pide esa misma alegría sobrenatural para todos».
2. Esta es la alegría que el Señor le da a Pablo, aun en medio de la persecución:
" No temas, habla sin callar nada, porque yo estoy contigo ." Señor, sé que
esta alegría viene de tenerte: «¡Que yo no tema!», «¡que me sepa contigo!» Danos
también, Señor, esta seguridad.
3. Señor, te pido que toda nuestra vida se convierta en una continua alabanza de tu
santo Nombre, como nos invita el salmista: «Porque el Señor es sublime y
terrible, emperador de toda la tierra Él nos escogió por heredad
suya: gloria de Jacob su amado. Dios asciende entre aclamaciones; / el Señor, al
son de trompetas: / tocad para Dios, tocad, / tocad para nuestro rey, tocad”(Salmo
47/46,2-7). Y en el Salmo 126,6 nos recuerda el llanto y alegría del sufrimiento de
la madre, de la partida de Jesús, de todo dolor que se convierte en cruz: «Al ir, va
llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando trayendo sus gavillas».
Jesús, dame paciencia, para no precipitarme antes de que salga el fruto de lo que
me cuesta; que no abandone la lucha; que no absolutice algún aspecto malo de mi
vida o de la de los demás, sino que tenga visión de conjunto, como decía Santo
Tomás: «Por experiencia sabemos que, cuando soportamos pruebas difíciles por
alguien a quien queremos, no se derrumba el amor sino que crece (...). Y así los
santos, que soportan por Dios contrariedades, se afianzan en su amor con ello; es
como un artista, que se encariña más con la obra que más sudores le cuesta».
Hoy día, hay modelos distintos: máximo rendimiento sin contar con las personas, el
egoísmo elevado a actividad económica; lo efímero, sin ahorrar para el mañana;
una educación basada en cosas que eviten el esfuerzo; unos políticos que no son
modelo de integridad ética; choca con la música del darse, del sacrificio y de la
cruz: «La relativa y pobre felicidad del egoísta, que se encierra en su torre de
marfil, en su caparazón..., no es difícil conseguirla en este mundo. -Pero la
felicidad del egoísta no es duradera.
Este amor infinito de Dios para con cada uno de nosotros se manifiesta de modo
pleno en Jesucristo. En Él se encuentra la alegría que buscamos. En el Evangelio
vemos cómo los hechos que marcan el inicio de la vida de Jesús se caracterizan por
la alegría. Cuando el arcángel Gabriel anuncia a la Virgen María que será madre del
Salvador, comienza con esta palabra: «¡Alégrate!» (Lc 1,28). En el nacimiento de
Jesús, el Ángel del Señor dice a los pastores: «Os anuncio una buena noticia que
será de gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido
un Salvador, el Mesías, el Señor» (Lc 2,11). Y los Magos que buscaban al niño, «al
ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría» (Mt 2,10). El motivo de esta alegría
es, por lo tanto, la cercanía de Dios, que se ha hecho uno de nosotros. Esto es lo
que san Pablo quiso decir cuando escribía a los cristianos de Filipos: «Alegraos
siempre en el Señor; os lo repito, alegraos. Que vuestra mesura la conozca todo el
mundo. El Señor está cerca» (Flp 4,4-5). La primera causa de nuestra alegría es la
cercanía del Señor, que me acoge y me ama.
¿Vas a perder por esa caricatura del cielo, la Felicidad de la Gloria, que no tendrá
fin?» (san Josemaría Escrivá, Camino, 29). La paciencia está unida a la esperanza;
hay dificultades, esfuerzo Pero vuestra tristeza se convertirá en gozo
Gozo como fruto del Espíritu Santo, alegría del trabajo hecho, de que “ hay más
gozo en dar que en recibir ”; el gozo de tenerte, Jesús, que nos dices: Y nadie
os quitará vuestro gozo .» La alegría era el lema del 2012 de la Jornada de la
Juventud: « ¡Alegraos siempre en el Señor! (Flp 4,4). Y decía Benedicto XVI: “la
alegría es un elemento central de la experiencia cristiana Vemos la fuerza
atrayente que ella tiene: en un mundo marcado a menudo por la tristeza y la
inquietud, la alegría es un testimonio importante de la belleza y fiabilidad de la fe
cristiana En Jesucristo se encuentra la alegría que buscamos Cuando el
arcángel Gabriel anuncia a la Virgen María que será madre del Salvador, comienza
con esta palabra: « ¡Alégrate! » (Lc 1,28). En el nacimiento de Jesús, el Ángel del
Señor dice a los pastores: «Os anuncio una buena noticia que será de gran
alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador,
el Mesías, el Señor» (Lc 2,11). Y los Magos que buscaban al niño, «al ver la
estrella, se llenaron de inmensa alegría » (Mt 2,10). El motivo de esta alegría es,
por lo tanto, la cercanía de Dios, que se ha hecho uno de nosotros. Esto es lo que
san Pablo quiso decir cuando escribía a los cristianos de Filipos: « Alegraos
siempre en el Señor; os lo repito, alegraos El Señor está cerca » (Flp 4,4-5).
La primera causa de nuestra alegría es la cercanía del Señor, que me acoge y me
ama”. Va citando personajes que al encuentro con Jesús se llenan de alegría:
Zaqueo « lo recibió muy contento » (Lc 19,5-6). Y antes de la Pasión, en la Cena,
dirá: « Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y
vuestra alegría llegue a plenitud (Jn 15,9.11). “Jesús quiere introducir a sus
discípulos y a cada uno de nosotros en la alegría plena, la que Él comparte con el
Padre, para que el amor con que el Padre le ama esté en nosotros (cf. Jn
17,26). La alegría cristiana es abrirse a este amor de Dios y pertenecer a
Él” . Y en los encuentros con el Resucitado, María Magdalena y otras, « llenas de
miedo y de alegría , “corrieron a anunciar la feliz noticia a los discípulos. Jesús
salió a su encuentro y dijo: « Alegraos » (Mt 28,8-9) El mal no tiene la última
palabra sobre nuestra vida, sino que la fe en Cristo Salvador nos dice que el amor
de Dios es el que vence.
Esta profunda alegría es fruto del Espíritu Santo que nos hace hijos de Dios,
capaces de dirigirnos a Él con la expresin Abba, Padre (cf. Rm 8,15). La
alegría es signo de su presencia y su accin en nosotros”.
Llucià Pou Sabaté