EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Juan 16,23b-28.
Aquél día no me harán más preguntas. Les aseguro que todo lo que pidan al Padre,
él se lo concederá en mi Nombre.
Hasta ahora, no han pedido nada en mi Nombre. Pidan y recibirán, y tendrán una
alegría que será perfecta.
Les he dicho todo esto por medio de parábolas. Llega la hora en que ya no les
hablaré por medio de parábolas, sino que les hablaré claramente del Padre.
Aquel día ustedes pedirán en mi Nombre; y no será necesario que yo ruegue al
Padre por ustedes,
ya que él mismo los ama, porque ustedes me aman y han creído que yo vengo de
Dios.
Salí del Padre y vine al mundo. Ahora dejo el mundo y voy al Padre".
Comentario del Evangelio por
San Fulgencio de Ruspe (467-532) obispo
Carta 14, 36
«...el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre» (Jn 15,16)
Al final de nuestras plegarias decimos: «Por Nuestro Señor Jesucristo, Tu
Hijo» y no «Por el Espíritu Santo». Esta práctica de la Iglesia universal tiene su
explicación. Se debe al misterio según el cual el hombre Jesucristo es el mediador
entre Dios y los hombres (1 Tim 2,5) sacerdote eterno según el orden de
Melquisedec, él que con su propia sangre ha entrado en el Santuario, no en aquel
que es imagen del verdadero, sino en el cielo donde está sentado a la derecha del
Dios e intercede por nosotros (Heb 6,20; 9,24).
El apóstol dice, refiriéndose al sacerdocio de Cristo: «Así pues, ofrezcamos a
Dios sin cesar por medio de él un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los
labios que bendicen su nombre» (Heb 13,15). Por él ofrecemos el sacrificio de
alabanza y de oración, porque gracias a su muerte fuimos reconciliados cuando aún
éramos enemigos (Rm 5,10). Ha querido ofrecerse como víctima por nosotros. Por
esto, desde entonces, nuestra ofrenda puede ser agradable a Dios. Por esto, San
Pedro nos advierte con las siguientes palabras: «También vosotros, como piedras
vivas, vais construyendo un templo espiritual, dedicado a un sacerdocio santo, para
ofrecer, por medio de Jesucristo, sacrificios espirituales agradables a Dios» (1P
2,5). Por esto decimos a Dios Padre: «Por Jesucristo, tu Hijo, Nuestro Señor.»
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