Solemnidad, Domingo de Pentecostés
Ha llegado la Fiesta del Espíritu Santo que concluye maravillosamente el tiempo de
Pascua. Invito a mis amables lectores a que con toda sencillez vayamos gozando de
los símbolos con los que entramos en contacto con el Espíritu Santo de Dios.
El agua. Nacemos del agua en nuestro primer nacimiento, luego a través de las
aguas del bautismo quedamos incorporados a la vida de gracia, después de que del
costado abierto de Cristo brotó el agua de la vida.
La unción. Hay una unción que es fundamental para el cristiano, es la de la
Confirmación, que a imitación de las gentes que eran ungidas antes de Cristo,
entraban en comunicación con la gracia de Dios. Entre ellos destaca David, pero el
verdadero ungido, el lleno del Espíritu Santo es Cristo el Hijo de Dios. Nace de
María y nos unge a todos con esa unción bendita que nos consagra para siempre
como hijos de Dios.
El fuego. Es uno de los signos más expresivos del Espíritu Santo pues el fuego todo
lo transforma, fue el que hizo que la ofrenda de Elías fuera consumida de una forma
inmediata, y ese fuego fue el que se posó en los apóstoles el día de Pentecostés,
dando comienzo a la etapa de realización de la Iglesia santa de Dios. Cristo es el
que bautiza en el Espíritu Santo y en el fuego.
La nube y la luz. Esos dos elementos misteriosos van asociados ya desde el antiguo
testamento, cuando la gloriosa y dolorosa marcha por el desierto desde Egipto
hasta la tierra prometida y esa nube es la que cubrió con su sombra a la Santísima
Virgen María para que concibiera en su vientre al que posee por derecho propio al
Espíritu Santo de Dios. Él mismo lo ungirá al final de los tiempos y lo revelará
como el Hijo del hombre en su Gloria el Día de su Advenimiento.
El sello, El sello nos marca indeleblemente en tres sacramentos, el bautismo, la
eucaristía y la unción sacerdotal, que no pueden repetirse, a imagen de Cristo que
ha sido sellado precisamente por el Padre y que a nosotros nos marca para
siempre.
La mano. Cristo Jesús curaba a los enfermos imponiéndoles las manos y con ellas
bendecía a los niños. Los apóstoles tomaron la tradición y así curaban también e
imponían las manos para transmitirles el poder de perdonar los pecados, y por la
imposición de las manos de los apóstoles a nosotros se nos da la unción del Espíritu
Santo.
El dedo, El Himno Veni creator habla del “dedo de la derecha del Padre”, con el que
Cristo expulsaba a los demonios, y con el que fueron escritas las tablas de la ley, lo
mismo que la carta de Cristo encargada a los apóstoles está escrita no con tinta
sino con el Espíritu Santo de Dios vivo, en las tablas de carne del corazón 2 cor 3,3.
La Paloma. Quizá sea el ícono más conocido del Espíritu Santo, recordemos que la
paloma regresa al arca de Noé, figura del bautismo con un ramo de olivo en el pico,
y que Cristo cuando es bautizado también percibe sobre sí la figura de la paloma
posándose suavemente sobre sus hombros. En algunas iglesias la sagrada reserva
de la Eucaristía reposa sobre una paloma metálica suspendida en el altar y de
hecho los cristianos sienten que el Espíritu Santo desciende suavemente sobre ellos
el día de su propio bautismo. Gocemos de la presencia del Espíritu Santo en este
día glorioso de Pentecostés.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios
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