VI Semana de Pascua
Sabado
Lo que pedimos a Dios en nombre de Jesús, se nos concederá; y como fruto
de la oración, viviremos el apostolado
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «En verdad, en verdad os
digo: lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre. Hasta ahora nada le
habéis pedido en mi nombre. Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea
colmado. Os he dicho todo esto en parábolas. Se acerca la hora en que ya
no os hablaré en parábolas, sino que con toda claridad os hablaré acerca
del Padre. Aquel día pediréis en mi nombre y no os digo que yo rogaré al
Padre por vosotros, pues el Padre mismo os quiere, porque me queréis a
mí y creéis que salí de Dios. Salí del Padre y he venido al mundo. Ahora
dejo otra vez el mundo y voy al Padre» (Jn 16,23-28).
1. En vigilias de la Ascensión del Señor, el Evangelio nos deja unas palabras de
despedida entrañables. Jesús nos hace participar de su misterio más preciado; Dios
Padre es su origen y es, a la vez, su destino: «Salí del Padre y he venido al
mundo. Ahora dejo otra vez el mundo y voy al Padre (Jn 16,28). “ Y esta
filiación divina de Jesús nos recuerda otro aspecto fundamental para nuestra vida:
los bautizados somos hijos de Dios en Cristo por el Espíritu Santo. Esto esconde un
misterio bellísimo para nosotros: esta paternidad divina adoptiva de Dios hacia
cada hombre se distingue de la adopción humana en que tiene un fundamento real
en cada uno de nosotros, ya que supone un nuevo nacimiento. Por tanto, quien ha
quedado introducido en la gran Familia divina ya no es un extrao” (Xavier
Romero).
Jesús les promete a sus discípulos que la oración que dirijan al Padre en nombre de
Jesús será eficaz, « para que vuestra alegría sea completa ». Él está
íntimamente unido al Padre. Jesús, que mi alegría sea completa por estar unido a
ti, como nos ha dicho: « permaneced en mí y yo en vosotros », « permaneced
en mi amor ». Orar es entrar en la órbita de Dios, mirar todo con sus ojos, amar
con su corazn. Así me uniré a tu voluntad, Seor, y ya es “eficaz” mi oracin
entonces: « todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo habéis
recibido (Mc 11,24). “ En verdad, en verdad os digo: si algo pedís al Padre
en mi nombre, os lo concederá pedid y recibiréis, para que vuestro gozo
sea completo ”.
Rezaba S. Josemaría Escrivá: “ Una oración al Dios de mi vida . Si Dios es para
nosotros vida, no debe extrañarnos que nuestra existencia de cristianos haya de
estar entretejida en oración. Pero no penséis que la oración es un acto que se
cumple y luego se abandona. Por la mañana pienso en ti ; y, por la tarde, se dirige
hacia ti mi oración como el incienso. Toda la jornada puede ser tiempo de oración:
de la noche a la mañana y de la mañana a la noche. Más aún: como nos recuerda la
Escritura Santa, también el sueo debe ser oracin”. Seor, que recuerde cmo tú
pasabas a veces la noche en oración, y quiero pedirte como los discípulos: “ Señor,
enséñanos a orar” así como lo hacían los primeros, que animados de un mismo
espíritu, perseveraban juntos en oración (Hch 1,4) .
“El temple del buen cristiano se adquiere, con la gracia, en la forja de la oración. Y
este alimento de la plegaria, por ser vida, no se desarrolla en un cauce único. El
corazón se desahogará habitualmente con palabras, en esas oraciones vocales que
nos ha enseñado el mismo Dios, Padre nuestro , o sus ángeles, Ave María . Otras
veces utilizaremos oraciones acrisoladas por el tiempo, en las que se ha vertido la
piedad de millones de hermanos en la fe: las de la liturgia - lex orandi -, las que han
nacido de la pasión de un corazón enamorado, como tantas antífonas
marianas: Sub tuum praesidium , Memorare , Salve Regina
En otras ocasiones nos bastarán dos o tres expresiones, lanzadas al Señor como
saeta, iaculata : jaculatorias, que aprendemos en la lectura atenta de la historia de
Cristo: Domine, si vis, potes me mundare (Mt 8,2) , Señor, si quieres, puedes
curarme; Domine, tu omnia nosti, tu scis quia amo te (Jn 21,17) , Señor, Tú lo
sabes todo, Tú sabes que te amo; Credo, Domine, sed adiuva incredulitatem team
(Mt 9,23) , creo, Señor, pero ayuda mi incredulidad, fortalece mi fe; Domine, non
sum dignus (Mt 8,8) , ¡Señor, no soy digno!; Dominus meus et Deus meus (Jn
20,18) , ¡Seor mío y Dios mío! U otras frases, breves y afectuosas, que brotan
del fervor íntimo del alma, y responden a una circunstancia concreta” (ibid.). Y
además necesitamos unos ratos diarios, dedicados a rezar; junto al Sagrario si
podemos, en esa “cárcel de amor” por nosotros donde Jesús nos espera.
“Oracin mental es ese diálogo con Dios, de corazn a corazn, en el que interviene
toda el alma: la inteligencia y la imaginacin, la memoria y la voluntad”, para que
así todos se convierta “en una alabanza continua a Dios. Nos mantendremos en su
presencia, como los enamorados dirigen continuamente su pensamiento a la
persona que aman, y todas nuestras acciones -aun las más pequeñas- se llenarán
de eficacia espiritual” (ibid.). Señor, te pido me ayudes en el combate de la oración,
porque es una lucha de fe, de preferir estar contigo a hacer otras cosas.
2. En este tercer viaje apostólico, Pablo va de Éfeso a Cesarea, luego Jerusalén y
Antioquía... Luego, Galacia y Frigia (Hechos 18, 23-28). Señor, te pido que también
yo haga apostolado, en mi ambiente de trabajo, como nos pides: “ me serviréis de
testigos en Jerusalén y en toda la Judea y Samaría y hasta el cabo del
mundo ”. Lléname del ardor de tu corazn: “ fuego he venido a traer a la tierra
y qué he de querer sino que arda ”. “Fuego de apostolado que se robustece en la
oración: no hay medio mejor que éste para desarrollar, a lo largo y a lo ancho del
mundo, esa batalla pacífica en la que cada cristiano está llamado a participar:
cumplir lo que resta que padecer a Cristo” (san Josemaría Escrivá).
3. Dios es el Rey del mundo, y por eso cantamos con el salmista: “Pueblos todos,
batid palmas, / aclamad a Dios con gritos de júbilo; / porque el Señor es
sublime Dios es el rey del mundo reina sobre las naciones, / Dios se sienta en
su trono sagrado él es excelso” (Salmo 46,2-3.8-10). Señor, que sepa aclamar tu
nombre y proclamar tu Reino, ofrecerte todo por amor, a ti que eres mi Rey; lo
pongo en manos de mi madre Santa María, que sabrá presentarte mejor estas
ofrendas. Amén.
Llucià Pou Sabaté