Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo de Pascua,
Semana No. 7, Lunes
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: ¿Recibisteis el Espíritu Santo al aceptar la fe? * Reyes de
la tierra, cantad a Dios. * Tened valor: yo he vencido al mundo
Textos para este día:
Hechos 19,1-8:
Mientras Apolo estaba en Corinto, Pablo atravesó la meseta y llegó a Éfeso. Allí
encontró unos discípulos y les preguntó: "¿Recibisteis el Espíritu Santo al aceptar la
fe?" Contestaron: "Ni siquiera hemos oído hablar de un Espíritu Santo." Pablo les
volvió a preguntar: "Entonces, ¿qué bautismo habéis recibido?" Respondieron: "El
bautismo de Juan." Pablo les dijo: "El bautismo de Juan era signo de conversión, y
él decía al pueblo que creyesen en el que iba a venir después, es decir, en Jesús."
Al oír esto, se bautizaron en el nombre del Señor Jesús; cuando Pablo les impuso
las manos, bajó sobre ellos el Espíritu Santo, y se pusieron a hablar en lenguas y a
profetizar. Eran en total unos doce hombres.
Pablo fue a la sinagoga y durante tres meses habló en público del reino de Dios,
tratando de persuadirlos.
Salmo 67:
Se levanta Dios, y se dispersan sus enemigos, / huyen de su presencia los que lo
odian; / como el humo se disipa, se disipan ellos; / como se derrite la cera ante el
fuego, / así perecen los impíos ante Dios. R.
En cambio, los justos se alegran, / gozan en la presencia de Dios, / rebosando de
alegría. / Cantad a Dios, tocad en su honor, / su nombre es el Señor. R.
Padre de huérfanos, protector de viudas, / Dios vive en su santa morada. / Dios
prepara casa a los desvalidos, / libera a los cautivos y los enriquece. R
Juan 16,29-33:
En aquel tiempo, dijeron los discípulos a Jesús: "Ahora sí que hablas claro y no usas
comparaciones. Ahora vemos que lo sabes todo y no necesitas que te pregunten;
por ello creemos que saliste de Dios." Les contestó Jesús: "¿Ahora creéis? Pues
mirad: está para llegar la hora, mejor, ya ha llegado, en que os disperséis cada cual
por su lado y a mí me dejéis solo. Pero no estoy solo, porque está conmigo el
Padre. Os he hablado de esto, para que encontréis la paz en mí. En el mundo
tendréis luchas; pero tened valor: yo he vencido al mundo."
Homilía
Temas de las lecturas: ¿Recibisteis el Espíritu Santo al aceptar la fe? * Reyes de
la tierra, cantad a Dios. * Tened valor: yo he vencido al mundo
1. Los Dos Bautismos
1.1 Parece fuera de duda hoy que en los primeros tiempos del cristianismo no
estaba tan clara para todos la diferencia entre el bautismo de Juan y el bautismo
“en el nombre del Señor Jesús”.
1.2 La figura señera del Bautista, con su vigor de profeta sin tacha, tuvo que
fascinar a las multitudes, pues no pueden explicarse de otra manera las
descripciones que nos dan los evangelios sobre su ministerio a orillas del Jordán. No
es extraño que algunos pudieran ver en Jesucristo un “continuador” de la grande y
valiente obra del predicador asceta y mártir, el gran Juan. Esta idea podía quedar
reforzada por la continuidad cronológica que de hecho se dio entre el ministerio de
Juan y el de Cristo, como lo dice expresamente Marcos: “Después que Juan había
sido encarcelado, Jesús vino a Galilea proclamando el evangelio de Dios” (Mc 1,14).
1.3 Por ello la Carta a los Hebreos incluye entre los temas de la catequesis
elemental “la enseñanza sobre los bautismos” (Heb 6,2), porque seguramente se
había vuelto cosa sabida que había que aclarar ese punto de doctrina.
1.4 Pablo, en el texto de la primera lectura, da el argumento fundamental cuando
sitúa el bautismo de Juan en su contexto propio: una señal de arrepentimiento
nuestro, por una parte, y una señal de esperanza en el Mesías futuro, por otra
parte. Lo que prima allí es que NOSOTROS nos arrepentimos y NOSOTROS
aguardamos salvación. Por el contrario, en el bautismo cristiano lo que prima es
que DIOS nos perdona nuestras culpas y DIOS nos concede salvación. La obra de
Juan es grande porque lleva al ser humano a su mejor disposición para que Dios
obre, pero ciertamente no reemplaza a la obra de Dios en Cristo, ni puede
compararse con ella.
2. Vencer al mundo
2.1 La frase de Jesús en el evangelio de hoy, puesta en boca de algún otro, sonaría
a simple locura: “Yo he vencido al mundo”. ¿Cuál es ese “mundo” y qué significa
haberlo “vencido”?
2.2 Pueden orientarnos tantas expresiones que hemos venido oyendo en estos
capítulos de Juan. Por ejemplo: “ Si el mundo os odia, sabéis que me ha odiado a
mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero como
no sois del mundo, sino que yo os escogí de entre el mundo, por eso el mundo os
odia” (Jn 15,18-19). Y en otro lugar dice: “ Yo les he dado tu palabra y el mundo
los ha odiado, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.” (Juan
17,14). Pertenecer al mundo es estar bajo su imperio; estar en el mundo sin
pertenecer al mundo es vencer al mundo.
2.3 El concepto clave es que el mundo ama lo que le pertenece y odia lo que se le
escapa. Como por otra parte no podemos habitar en otra parte que no sea “mundo”
la única alternativa es aquello que pide para nosotros el Señor cuando ora a su
Padre: “No te ruego que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno”
(Jn 17,15).
2.4 Amar sólo lo que a uno le pertenece es precisamente desfigurar el sentido del
amor. Un amor que se obliga a volver sobre sí mismo es la definición de la
conveniencia y del egoísmo, es el terreno propio del placer estéril y de la vanidad
entronizada. Tales son efectivamente los vicios propios del “mundo” : amar
solamente hasta el borde de las propias conveniencias, o con otras palabras:
comprar y vender; comprarlo todo y mantener todo en oferta, ya se trate de la paz,
la conciencia, el cuerpo, la mujer, la patria.
2.5 Cristo ha vencido al mundo amando al mundo, es decir, dándole lo que él no
puede dar. Y aquí vendrá la gran paradoja: el mundo no puede responder al amor
gratuito sino con odio gratuito. No puede recibir algo que no pueda comprar porque
no quiere tener algo que no pueda vender. Y por eso odia con injusticia y sin
remedio a la vez. Cristo, por su parte, sabiendo esto, ama “irremediablemente” al
que le odia irremisiblemente, y así manifiesta de quién procede y hacia quién nos
dirige. ¡Gloria a Dios!
Fr. Nelson Medina, O.P.