Comentario al evangelio del Sábado 26 de Mayo del 2012
Hola, amigos y amigas:
Pedro, después de recibir de Jesús resucitado el importante encargo de pastorear a sus ovejas, ve venir
al discípulo amado y dice a Jesús: ¿y qué hay de éste? Nosotros nos podemos plantear: ¿qué hay detrás
de esta inquietante pregunta de Pedro? Algunos exégetas afirman que quizá, como Jesús había
predicho a Pedro el tipo de muerte que tendría, ahora a éste le interesaba saber sobre el futuro del
discípulo amado. En realidad no podemos saber con precisión lo que había en el corazón de Pedro.
¿Sería una curiosidad motivada por el excesivo afán de control, los celos, la envidia, etc.? No los
sabemos, pero esto me da pie a constatar que en nuestro seguimiento de Jesús hoy, tanto en la vida
familiar como en nuestro ambiente laboral, muchas veces, estamos contagiados de una cultura
mediática que dedica muchas horas de televisión a indagar sobre la vida, el futuro, los éxitos, los
fracasos, las fortunas y las desgracias de los demás. El chisme, el cotilleo, el raje, como se le quiera
llamar, es una realidad cada vez más se generaliza y hasta es bien vista en los medios de comunicación.
Con intención o sin ella, nosotros, también, muchas veces, vamos convirtiendo nuestra vida familiar,
social y eclesial en auténticos “reality shows” en que nos acosamos con curiosidad y nos atacamos
unos a otros para sentirnos mejor que los demás.
Jesús se da cuenta que Pedro se ha distraído de lo fundamental y se ha ido por las ramas, por eso su
respuesta es inmediata: “¿a ti qué te importa?” No se trata de un reproche, sino de una llamada de
atención que lo devuelve al seguimiento y a la misión, por eso le dice: “Tú sígueme”. Necesitamos
escuchar al Señor, que nos remueve y nos devuelve al centro de nuestra vida cristiana. Jesús sabe que
en nuestras vidas nos distraemos con mucha facilidad y que en lugar de seguirle, de apacentar sus
ovejas y de anunciar su evangelio, gastamos nuestras energías en rumores, chimes, envidias, celos y
juegos de poder y de dominio de unos sobre otros.
Al final del tiempo pascual, el Señor nos vuelve a decir, como a Pedro: “¿A ti qué te importa?... Tú
sígueme”. Si en algo nos debe interesar la vida de nuestros hermanos es para apacentarlos y no para
competir con ellos o para saciar nuestra sed de curiosidad. Que la alegría pascual que hemos
experimentado en estos cincuenta días no se desgaste en luchas fraticidas, sino que sea la fuerza que
nos motiva, como al discípulo amado, a dar testimonio del evangelio. Tal como lo hizo, también, el
santo que recordamos hoy, san Felipe Neri, el santo comprensivo de las debilidades humanas, el santo
de la alegría, de la sencillez y del servicio humilde.
Un saludo fraterno
Carlos Sánchez Miranda, cmf.
Carlos Sánchez Miranda, cmf.