VII Semana de Pascua
Martes
Jesús nos da lo que recibe de Dios Padre y se nos da; y nos confía la misión
de darnos también nosotros
En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, ha llegado la
hora; glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti. Y que según el
poder que le has dado sobre toda carne, dé también vida eterna a todos los
que tú le has dado. Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único
Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en
la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste realizar.
Ahora, Padre, glorifícame tú, junto a ti, con la gloria que tenía a tu lado
antes que el mundo fuese. He manifestado tu Nombre a los hombres que tú
me has dado tomándolos del mundo. Tuyos eran y tú me los has dado; y
han guardado tu Palabra. Ahora ya saben que todo lo que me has dado
viene de ti; porque las palabras que tú me diste se las he dado a ellos, y
ellos las han aceptado y han reconocido verdaderamente que vengo de ti, y
han creído que tú me has enviado.
Por ellos ruego; no ruego por el mundo, sino por los que tú me has dado,
porque son tuyos; y todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío; y yo he sido
glorificado en ellos. Yo ya no estoy en el mundo, pero ellos sí están en el
mundo, y yo voy a ti». ( Jn 17,1-11a)
1. Leemos hoy y en los dos próximos días, toda la oración-testamento de Jesús,
oración sacerdotal, oración por la unión de los cristianos: cuando “elevó sus ojos
al cielo”, sus "ojos" expresan la actitud de todo su ser. Nosotros, por la fe,
querríamos participar de este anhelo divino, de esta “presencia a oscuras” que
decía Ernestina de Champourcin: “Estrella que viste a Dios, / dame un rayo de su
luz. / ¡Oh nube que me lo ocultas, / desgarra un poco tu velo! / Águila que lo
rozaste, / inclina hacia mí tus alas. / Sol que estuviste a sus pies, / ¡abrásame con
tu fuego”: querríamos entrar en esta conversación íntima de Jesús en él Cenáculo,
“en silencio”: “Quiero cerrar los ojos y mirar hacia dentro / para verte, Seor, /
quiero cerrar los ojos y volver la mirada / al faro de tu amor; / quiero cerrar mis
ojos y olvidar los paisajes / de tan lánguido ardor, / que en el alma despiertan
morbosas inquietudes / de escondido dulzor; / quiero olvidar pupilas que en las
mías clavaron / su hechizo tentador, / dejando para siempre temblando en mi
recuerdo / su místico dolor. / Quiero cerrar los ojos y sentir de tu fuerza / el terrible
vigor, / quiero cerrar los ojos y mirar hacia dentro / ¡para verte, Seor!” Es el
deseo de ver al Seor, que llevamos dentro
“Padre... Glorifica a tu Hijo para que tu Hijo te glorifique”. Este "glorificar" se
repetirá cuatro veces en unas pocas frases: la "gloria", para toda la tradición
bíblica, es el resplandor y honor de Dios. Pero no pensemos que la gloria de Dios es
una autocomplacencia suya: es la salvación del hombre, y la salvación del hombre,
es el conocimiento de Dios. Por eso sigue Jesús: “ya que le diste poder sobre toda
carne [al Hijo], que él dé vida eterna a todos los que Tú le has dado”. Seor, que
entre en esta "Vida" que es "conocerte", en el amor a Ti y a los demás. ¡Danos,
Seor, este conocimiento vital de ti!: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti,
el único Dios verdadero, y a Jesucristo a quien Tú has enviado”.
La segunda palabra importante, después de la de glorificar es la de "dar: en el
evangelio de hoy, Jesús la pronuncia diez veces... El Padre ha "dado" poder al
Hijo... ha "dado" la Gloria al Hijo... ha "dado" palabras al Hijo... Y Jesús "da" la vida
eterna a los hombres... "da" las palabras del Padre a los hombres... La obra de
Jesús es darnos lo que ha recibido del Padre. Darse es la actitud esencial del amor,
junto a la unin: Jesús unido al Padre Seor, úneme a ti, úneme a los demás
pensando en Ti para darme con un amor más lleno. ¡Enséñame a amar de verdad!
(Noel Quesson).
2. Hoy y mañana vemos a Pablo que se despide de los de Éfeso. Acosado en
persecuciones, hace un viaje interior donde tiene premoniciones de que le “esperan
cadenas y tribulaciones”. Se dirige a Jerusalén, forzado por el Espíritu. Seor,
que yo también me deje llevar por tu Espíritu, con la confianza de Pablo: «no me
importa la vida: lo que me importa es completar mi carrera y cumplir el encargo
que me dio el Señor Jesús: ser testigo del Evangelio, que es la gracia de
Dios» (Hechos 20,17-27) . Con la fuerza de tu Espíritu, recibiré tu Fortaleza –
Valentía, Seguridad, Audacia- y podré decir con él: -“Yo nunca me acobardé,
cuando era necesario anunciar la palabra de Dios”. Sentiría en su carne la tentacin
de huir, de callarse, de renunciar. Perdón, Señor por todas mis cobardías, por todos
mis silencios.
Decía san Josemaría Escrivá: El camino del cristiano, el de cualquier hombre, no es
fácil. Ciertamente, en determinadas épocas, parece que todo se cumple según
nuestras previsiones; pero esto habitualmente dura poco. Vivir es enfrentarse con
dificultades, sentir en el corazón alegrías y sinsabores; y en esta fragua el hombre
puede adquirir fortaleza, paciencia, magnanimidad, serenidad () Lgicamente, en
nuestra jornada no toparemos con tales ni con tantas contradicciones como se
cruzaron en la vida de Saulo. Nosotros descubriremos la bajeza de nuestro
egoísmo, los zarpazos de la sensualidad, los manotazos de un orgullo inútil y
ridículo, y muchas otras claudicaciones: tantas, tantas flaquezas. ¿Descorazonarse?
No. Con San Pablo, repitamos al Señor: siento satisfacción en mis enfermedades,
en los ultrajes, en las necesidades, en las persecuciones, en las angustias por amor
de Cristo; pues cuando estoy débil, entonces soy más fuerte” .
Señor, que como Pablo sepa yo dar mi vida. Ya no me pertenezco. Que Viva para
Jesús. Que anuncie, por entero, la voluntad de Dios. Tal es el contenido de la
liturgia de hoy: el don gratuito (Noel Quesson). Señor, que tenga generosidad y
espíritu creativo, siempre a tu servicio, porque me deje llevar en todo momento por
tu Espíritu. Que sea más y más totalmente de Cristo, con la fuerza del Espíritu,
como reza aquella poesía de Ernestina de Champourcin: “Espíritu que limpias,
santificas y creas. / Espíritu que abrasas y consumes la escoria, / Tú que aniquilas
todo lo inútil y lo impuro / y puedes convertirnos en antorchas vivientes, //
ciéganos con tu luz, ven y arrasa este mundo, ven y arrasa este mundo / sucio de
tantos siglos que lo surcan y agobian / Se nos derrumba el suelo maltrecho y
abrumado / bajo la carga inmensa del tiempo y del dolor.
”Sana esta pobre tierra enferma de nosotros, / de nuestro andar confuso que no
sabe abrir rastros, / de nuestra eterna duda con su temblor constante, / de las
vacilaciones que ahogan la semilla.
”Desgaja, rompe, azota Seremos leo dcil / si quieres inflamarnos para prender
tu hoguera. / Visítanos, al fin, con un viento de gracia / que aniquile y destruya
para sembrar de nuevo.
”Espíritu de Dios, quémanos las entraas / con ese fuego oculto que corroe y
devora. / Cuando sólo seamos unos huesos ardientes / se iniciará en nosotros la
gloria de tu reino”.
3. Es lo que clama el Salmo de hoy: Derramaste una lluvia copiosa, oh Dios, /
reconfortaste tu heredad extenuada. / Tu grey habitó en la heredad / que, en tu
bondad, oh Dios, preparaste al pobre. // ¡Bendito sea el Señor, día tras día! / Él
lleva nuestras cargas, es el Dios de nuestra salvación. / Dios es para nosotros el
Dios que salva, / y al Señor, nuestro Dios, / debemos el escapar de la
muerte” (67,10-11.20-21) . Padre, te pido que yo no te abandone jamás; sepa
sentirte como Padre lleno de amor, que me da fortaleza, protección. Te lo pido por
intercesión de Santa María, mi amparo y auxilio.
Llucià Pou Sabaté