Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo de Pascua,
Semana No. 7, Jueves
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Tienes que dar testimonio en Roma * Protégeme, Dios
mío, que me refugio en ti * Que sean completamente uno
Textos para este día:
Hechos 22,30;23,6-11:
En aquellos días, queriendo el tribuno poner en claro de qué acusaban a Pablo los
judíos, mandó desatarlo, ordenó que se reunieran los sumos sacerdotes y el
Sanedrín en pleno, bajó a Pablo y lo presentó ante ellos. Pablo sabía que una parte
del Sanedrín eran fariseos y otra saduceos y gritó: "Hermanos, yo soy fariseo, hijo
de fariseo, y me juzgan porque espero la resurrección de los muertos." Apenas dijo
esto, se produjo un altercado entre fariseos y saduceos, y la asamblea quedó
dividida. (Los saduceos sostienen que no hay resurrección, ni ángeles, ni espíritus,
mientras que los fariseos admiten todo esto.) Se armó un griterío, y algunos
escribas del partido fariseo se pusieron en pie, porfiando: "No encontramos ningún
delito en este hombre; ¿y si le ha hablado un espíritu o un ángel?" El altercado
arreciaba, y el tribuno, temiendo que hicieran pedazos a Pablo, mandó bajar a la
guarnición para sacarlo de allí y llevárselo al cuartel.
La noche siguiente, el Señor se le presentó y le dijo: "¡Ánimo! Lo mismo que has
dado testimonio a favor mío en Jerusalén tienes que darlo en Roma."
Salmo 15:
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti; / yo digo al Señor: "Tú eres mi bien." /
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; / mi suerte está en tu mano. R.
Bendeciré al Señor, que me aconseja, / hasta de noche me instruye internamente. /
Tengo siempre presente al Señor, / con él a mi derecha no vacilaré. R.
Por eso se me alegra el corazón, / se gozan mis entrañas, / y mi carne descansa
serena. / Porque no me entregarás a la muerte, / ni dejarás a tu fiel conocer la
corrupción. R.
Me enseñarás el sendero de la vida, / me saciarás de gozo en tu presencia, / de
alegría perpetua a tu derecha. R.
Juan 17,20-26:
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: "Padre santo, no
sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos,
para que todos sean uno, como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que ellos también lo
sean en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. También les di a
ellos la gloria que me diste, para que sean uno, como nosotros somos uno; yo en
ellos, y tú en mí, para que sean completamente uno, de modo que el mundo sepa
que tú me has enviado y los has amado como me has amado a mí.
Padre, éste es mi deseo: que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y
contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas, antes de la fundación
del mundo. Padre justo, si el mundo no te ha conocido, yo te he conocido, y éstos
han conocido que tú me enviaste. Les he dado a conocer y les daré a conocer tu
nombre, para que el amor que me tenías esté con ellos, como también yo estoy con
ellos."
Homilía
Temas de las lecturas: Tienes que dar testimonio en Roma * Protégeme, Dios
mío, que me refugio en ti * Que sean completamente uno
1. Roma y Jerusalén
1.1 Va llegando a su final la lectura casi continua de los Hechos de los Apóstoles
que hemos venido haciendo durante este tiempo de Pascua. Y las dos ciudades que
Nuestro Señor menciona en su mensaje de ánimo al apóstol Pablo son también los
dos grandes puntos de referencia de la propagación del Evangelio en aquellos
primeros y decisivos años: Jerusalén, la Ciudad Santa; Roma, capital del mayor
imperio de la antigüedad.
1.2 ¿Qué balance podemos hacer de este épico recorrido cargado de dolores y
milagros, de generosidad y lágrimas, de torturas y esperanzas? Hemos visto
sanaciones y vejaciones, palabras sublimes e insultos espantosos, gracia abundante
y persecución sanguinaria. Todo esto es como un gran anticipo de lo que será la
historia misma de la Iglesia: mártires de amor y enemigos cargados de odio;
divisiones internas, ataques externos, fortaleza y consuelo de lo alto.
2. “Que todos sean uno”
2.1 La última súplica de Jesús en su preciosa oración sacerdotal es un ruego por la
unidad, por nuestra unidad. El Papa Juan Pablo II, en su Encíclica “Ut Unum Sint”,
nos ha regalado una bellísima meditación sobre ese regalo-tarea que es “ser uno”
en Jesús. De los números 9 al 14 de este documento tomamos los siguientes
pasajes. El formato aquí es nuestro.
2.2 Jesús mismo antes de su Pasin rog para “que todos sean uno” (Jn 17, 21).
Esta unidad, que el Señor dio a su Iglesia y en la cual quiere abrazar a todos, no es
accesoria, sino que está en el centro mismo de su obra. No equivale a un atributo
secundario de la comunidad de sus discípulos. Pertenece en cambio al ser mismo de
la comunidad. Dios quiere la Iglesia, porque quiere la unidad y en la unidad se
expresa toda la profundidad de su ágape.
2.3 En efecto, la unidad dada por el Espíritu Santo no consiste simplemente en el
encontrarse juntas unas personas que se suman unas a otras. Es una unidad
constituida por los vínculos de la profesión de la fe, de los sacramentos y de la
comunión jerárquica. Los fieles son uno porque, en el Espíritu, están en la
comunin del Hijo y, en El, en su comunin con el Padre: “Y nosotros estamos en
comunin con el Padre y con su Hijo, Jesucristo” (1 Jn 1, 3). Así pues, para la
Iglesia católica, la comunión de los cristianos no es más que la manifestación en
ellos de la gracia por medio de la cual Dios los hace partícipes de su propia
comunin, que es su vida eterna. Las palabras de Cristo “que todos sean uno” son
pues la oración dirigida al Padre para que su designio se cumpla plenamente, de
modo que brille a los ojos de todos “cmo se ha dispensado el Misterio escondido
desde siglos en Dios, Creador de todas las cosas” (Ef 3, 9). Creer en Cristo significa
querer la unidad; querer la unidad significa querer la Iglesia; querer la Iglesia
significa querer la comunión de gracia que corresponde al designio del Padre desde
toda la eternidad. Este es el significado de la oracin de Cristo: “Ut unum sint”.
2.4 En la situación actual de división entre los cristianos y de confiada búsqueda de
la plena comunión, los fieles católicos se sienten profundamente interpelados por el
Señor de la Iglesia. El Concilio Vaticano II ha reforzado su compromiso con una
visión eclesiológica lúcida y abierta a todos los valores eclesiales presentes entre los
demás cristianos. Los fieles católicos afrontan la problemática ecuménica con un
espíritu de fe.
2.5 El Concilio afirma que “la Iglesia de Cristo subsiste en la Iglesia catlica
gobernada por el sucesor de Pedro y por los obispos en comunin con el” y al
mismo tiempo reconoce que “fuera de su estructura visible pueden encontrarse
muchos elementos de santificación y de verdad que, como dones propios de la
Iglesia de Cristo, empujan hacia la unidad catlica”.
2.6 “Por tanto, las mismas Iglesias y Comunidades separadas, aunque creemos que
padecen deficiencias, de ninguna manera carecen de significación y peso en el
misterio de la salvación. Porque el Espíritu de Cristo no rehúsa servirse de ellas
como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de gracia y
verdad que fue confiada a la Iglesia catlica”.
2.7 De este modo la Iglesia católica afirma que, durante los dos mil años de su
historia, ha permanecido en la unidad con todos los bienes de los que Dios quiere
dotar a su Iglesia, y esto a pesar de las crisis con frecuencia graves que la han
sacudido, las faltas de fidelidad de algunos de sus ministros y los errores que
cotidianamente cometen sus miembros. La Iglesia católica sabe que, en virtud del
apoyo que le viene del Espíritu, las debilidades, las mediocridades, los pecados y a
veces las traiciones de algunos de sus hijos, no pueden destruir lo que Dios ha
infundido en ella en virtud de su designio de gracia. Incluso “las puertas del infierno
no prevalecerán contra ella” (Mt 16, 18). Sin embargo la Iglesia católica no olvida
que muchos en su seno ofuscan el designio de Dios. Al recordar la división de los
cristianos , el Decreto sobre el ecumenismo no ignora la “culpa de los hombres por
ambas partes”, reconociendo que la responsabilidad no se puede atribuir
únicamente a los “demás”. Gracias a Dios, no se ha destruido lo que pertenece a la
estructura de la Iglesia de Cristo, ni tampoco la comunión existente con las demás
Iglesias y Comunidades eclesiales.
2.8 En efecto, los elementos de santificación y de verdad presentes en las demás
Comunidades cristianas, en grado diverso unas y otras, constituyen la base objetiva
de la comunión existente, aunque imperfecta, entre ellas y la Iglesia católica.
2.9 En la medida en que estos elementos se encuentran en las demás Comunidades
cristianas, la única Iglesia de Cristo tiene una presencia operante en ellas. Por este
motivo el Concilio Vaticano II habla de una cierta comunión, aunque imperfecta. La
Constitucin Lumen gentium seala que la Iglesia catlica “se siente unida por
muchas razones” a estas Comunidades con una cierta verdadera unin en el
Espíritu Santo.
2.10 La misma Constitucin explicita ampliamente “los elementos de santificacin y
de verdad” que, de diversos modos, se encuentran y actúan fuera de los límites
visibles de la Iglesia catlica: “Son muchos, en efecto, los que veneran la Sagrada
Escritura como norma de fe y de vida y manifiestan un amor sincero por la religión,
creen con amor en Dios Padre todopoderoso y en el Hijo de Dios Salvador y están
marcados por el Bautismo, por el que están unidos a Cristo, e incluso reconocen y
reciben en sus propias Iglesias o Comunidades eclesiales otros sacramentos.
Algunos de ellos tienen también el Episcopado , celebran la sagrada Eucaristía y
fomentan la devoción a la Virgen Madre de Dios. Se añade a esto la comunión en la
oración y en otros bienes espirituales, incluso una cierta verdadera unión en el
Espíritu Santo. Este actúa, sin duda, también en ellos y los santifica con sus dones
y gracias y, a algunos de ellos, les dio fuerzas incluso para derramar su sangre. De
esta manera, el Espíritu suscita en todos los discípulos de Cristo el deseo de
trabajar para que todos se unan en paz, de la manera querida por Cristo, en un
solo rebao bajo un solo Pastor”.
2.11 El Decreto conciliar sobre el ecumenismo, refiriéndose a las Iglesias ortodoxas
llega a declarar que “por la celebracin de la Eucaristía del Seor en cada una de
esas Iglesias, se edifica y crece la Iglesia de Dios”. Reconocer todo esto es una
exigencia de la verdad.
2.12 El mismo Documento presenta someramente las implicaciones doctrinales. En
relacin a los miembros de esas Comunidades, declara: “Justificados por la fe en el
Bautismo, se han incorporado a Cristo; por tanto, con todo derecho se honran con
el nombre de cristianos y son reconocidos con razón por los hijos de la Iglesia
catlica como hermanos en el Seor”.
2.13 Refiriéndose a los múltiples bienes presentes en las otras Iglesias y
Comunidades eclesiales, el Decreto aade: “Todas estas realidades, que proceden
de Cristo y conducen a El, pertenecen, por derecho, a la única Iglesia de Cristo.
Nuestros hermanos separados practican también no pocas acciones sagradas de la
religión cristiana, las cuales, de distintos modos, según la diversa condición de cada
Iglesia o comunidad, pueden sin duda producir realmente la vida de la gracia, y
deben ser consideradas aptas para abrir el acceso a la comunin de la salvacin”.
2.14 Se trata de textos ecuménicos de máxima importancia. Fuera de la comunidad
católica no existe el vacío eclesial. Muchos elementos de gran valor (eximia), que
en la Iglesia católica son parte de la plenitud de los medios de salvación y de los
dones de gracia que constituyen la Iglesia, se encuentran también en las otras
Comunidades cristianas.
2.15 Todos estos elementos llevan en sí mismos la llamada a la unidad para
encontrar en ella su plenitud. No se trata de poner juntas todas las riquezas
diseminadas en las Comunidades cristianas con el fin de llegar a la Iglesia deseada
por Dios. De acuerdo con la gran Tradición atestiguada por los Padres de Oriente y
Occidente, la Iglesia católica cree que en el evento de Pentecostés Dios manifestó
ya la Iglesia en su realidad escatolgica, que El había preparado “desde el tiempo
de Abel el Justo”. Está ya dada. Por este motivo nosotros estamos ya en los últimos
tiempos. Los elementos de esta Iglesia ya dada existen, juntos en su plenitud, en la
Iglesia católica y, sin esta plenitud, en las otras Comunidades, donde ciertos
aspectos del misterio cristiano han estado a veces más eficazmente puestos de
relieve. El ecumenismo trata precisamente de hacer crecer la comunión parcial
existente entre los cristianos hacia la comunión plena en la verdad y en la caridad..
Fr. Nelson Medina, O.P.