Palabra de Dios
para alimentar tu día
Fr. Nelson Medina F., O.P
Tiempo de Pascua,
Semana No. 7, Miércoles
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Lecturas de la S. Biblia
Temas de las lecturas: Os dejo en manos de Dios, que tiene poder para
construiros y daros parte en la herencia prometida * Reyes de la tierra, cantad a
Dios. * Que sean uno, como nosotros
Textos para este día:
Hechos 20,28-38:
En aquellos días, decía Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso: "Tened
cuidado de vosotros y del rebaño que el Espíritu Santo os ha encargado guardar,
como pastores de la Iglesia de Dios, que él adquirió con su propia sangre. Ya sé
que, cuando os deje, se meterán entre vosotros lobos feroces, que no tendrán
piedad del rebaño. Incluso algunos de vosotros deformarán la doctrina y
arrastrarán a los discípulos. Por eso, estad alerta: acordaos que durante tres años,
de día y de noche, no he cesado de aconsejar con lágrimas en los ojos a cada uno
en particular. Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra de gracia, que tiene
poder para construiros y daros parte en la herencia de los santos. A nadie le he
pedido dinero, oro ni ropa. Bien sabéis que estas manos han ganado lo necesario
para mí y mis compañeros. Siempre os he enseñado que es nuestro deber trabajar
para socorrer a los necesitados, acordándonos de las palabras del Señor Jesús:
"Hay más dicha en dar que en recibir.""
Cuando terminó de hablar, se pusieron todos de rodillas, y rezó. Se echaron a llorar
y, abrazando a Pablo, lo besaban; lo que más pena les daba era lo que había dicho,
que no volverían a verlo. Y lo acompañaron hasta el barco.
Salmo 67:
Oh Dios, despliega tu poder, / tu poder, oh Dios, que actúa en favor nuestro. / A tu
templo de Jerusalén / traigan los reyes su tributo. R.
Reyes de la tierra, cantad a Dios, / tocad para el Señor, / que avanza por los cielos,
/ los cielos antiquísimos, / que lanza su voz, su voz poderosa: / "Reconoced el
poder de Dios." R.
Sobre Israel resplandece su majestad, / y su poder, sobre las nubes. / ¡Dios sea
bendito! R.
Juan 17,11b-19:
En aquel tiempo, Jesús, levantando los ojos al cielo, oró, diciendo: "Padre Santo,
guárdalos en tu nombre, a los que me has dado, para que sean uno, como
nosotros. Cuando estaba con ellos, yo guardaba en tu nombre a los que me diste, y
los custodiaba, y ninguno se perdió, sino el hijo de la perdición, para que se
cumpliera la Escritura.
Ahora voy a ti, y digo esto en el mundo para que ellos mismos tengan mi alegría
cumplida. Yo les he dado tu palabra, y el mundo los ha odiado porque no son del
mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los retires del mundo, sino
que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Conságralos en la verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo,
así los envío yo también al mundo. Y por ellos me consagro yo, para que también
se consagren ellos en la verdad."
Temas de las lecturas: Os dejo en manos de Dios, que tiene poder para construiros
y daros parte en la herencia prometida * Reyes de la tierra, cantad a Dios. * Que
sean uno, como nosotros
1. Confiados pero no ingenuos
1.1 La primera lectura de hoy nos presenta un apóstol lleno de sentimiento pero
también lleno de claridad. Siente, desde luego, y le duele partir; pero también sabe
que los ojos que lloran porque él se va podrán también mentir cuando se haya ido.
Pablo habla con confianza, pero no con ingenuidad. Es cercano pero no
manipulable. Se le puede conmover pero no engañar.
1.2 Pablo apela a su propio ejemplo: “acuérdense de que durante tres años, día y
noche, no me cansé de exhortarlos hasta con lágrimas a cada uno de ustedes...”
¡Feliz testigo que puede invitar a leer la verdad en la vida!
1.3 Y termina diciéndoles: “ahora les encomiendo a Dios”. Ha sabido llegar, ha
sabido servir; ha sabido orar, y ahora demuestra que sabe también partir. Si su
corazón se apega es como el seno que quiere dar leche a la criatura, no como el
que busca ganancias de esta tierra o como el que depende del afecto que se le
brinda. Es generoso y es libre. Como es generoso, se da; como es libre, sabe irse.
2. El Verbo Cuidar
2.1 Las peticiones entrañables de Jesucristo en su despedida nos hacen recordar al
verbo “cuidar” del que hemos meditado en otras ocasiones.
2.2 Cuidar es reconocer que la vida es precaria y que hay que obrar en
consecuencia. Es un acto de sensatez y de amor por el que admitimos con
serenidad que somos frágiles, y que todo lo bueno que hay en nosotros también es
frágil: ¿no lo es acaso la paz? ¿No lo son la sabiduría, la pureza, la justicia, la
humildad? ¡Casi nos parece que ese es el sello del bien: ser débil!
2.3 Y en efecto, si somos pobres en el bien no es porque nos hayan faltado bienes,
sino porque los hemos perdido. Aprender a cuidar es entonces un acto de gratitud a
Dios y a quienes nos hacen el bien. Es también una actitud de misericordia; es
como la raíz del amor. Y de hecho, ¡cuánto amamos a quienes nos han cuidado!
2.4 Cuidar supone conocer y valorar lo que somos y tenemos, y entender que el
torrente del bien no puede detenerse en nosotros. No es, pues, una justificación
para el egoísmo, porque cuidar no es simplemente conservar. Más bien: cuidar es
lograr que cada uno y cada cosa alcance su meta; que sea lo que puede ser, lo que
está llamado a ser. Es obstinarse en dar la oportunidad al que tal vez la necesita y
no la ha tenido.
2.5 ¿Qué hemos de cuidar? Todo. El mundo, casa del hombre. Y al hombre, a cada
hombre. Hay que cuidar el cuerpo y su salud; el alma y su virtud; la familia y su
unidad; la sociedad y su justicia. Hemos de cuidar de cada uno, sabiendo que no lo
volveremos a tener en esta tierra; y apreciar en su medida el tiempo que tenemos,
los recursos que se nos han dado, las ocasiones que ya no vuelven, la hermosura
del instante, la gracia del día presente.
2.6 Dios nos conceda participar de su providencia amorosa, sublime cuidado de su
amor de Padre.
Fr. Nelson Medina, O.P.