VII Semana de Pascua
Miercoles
Jesús nos santifica para que santifiquemos el mundo, amándolo
apasionadamente
En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, cuida
en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros.
Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías
dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de
perdición, para que se cumpliera la Escritura.
«Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí
mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha
odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido
que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son
del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu
Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he
enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos
también sean santificados en la verdad». ( Jn 17,11b-19)
1. Jesús los llama y parece que se va: pero se queda, para ayudarnos a estar en el
mundo sin ser del mundo. Señor, te pido que no escape de mis responsabilidades
en el mundo, sino que me guardes del "mal". Estar en el mundo. Todos, también
los sacerdotes, y dice el último concilio siguiendo esta oración sacerdotal de Jesús:
"Situados aparte en el seno del pueblo de Dios no para estar separados de este
pueblo, ni de cualquier hombre, sea el que sea. No podrían ser ministros de Cristo
si no fueran testigos y dispensadores de una vida, distinta a la terrena; pero
tampoco serían capaces de servir a los hombres si permanecieran extraños a su
existencia y a sus condiciones de vida". Y sobre los laicos dice: "Lo propio y peculiar
del estado laico es vivir en medio del mundo y de los asuntos profanos: han sido
llamados por Dios a ejercer su apostolado en el mundo -a la manera de la levadura
en la masa-, gracias al vigor de su espíritu cristiano." Señor, ayúdame a concretar
algún punto de mejora en mis presencias en el mundo, en algún lugar donde sea
más necesario en el campo de la cultura, de la labor social, de mi profesin… de las
obras de misericordia. Que, santificado en la verdad, con tu palabra, que es la
verdad, sepa vivir tu mandato: “como tú me enviaste al mundo, así los envío yo
también al mundo...” Ser otros Cristos, unido a los demás (« para que sean uno,
como nosotros »), con alegría (« para que ellos tengan mi alegría cumplida »).
San Juan de la Cruz quería estar “…en toda desnudez y pobreza y vacío”… y reza
Ernestina de Chambourcin: “porque en toda pobreza / me quisiste, Seor, / toda
pobre me tienes. / En pobreza de amor, / en pobreza de espíritu, / sin fuerzas y sin
voz. // Que anduviste en vacío / me pediste y ya voy / hacia Ti por la nada / que de
mi ser quedó / la noche en que me abriste / -¡qué aurora!- el corazón. // Desnuda
de mí misma / en tus manos estoy. / En pobreza y vacío / ¡renaceré, Señor! //
Porque lo quiero todo / ya apenas quiero nada. / Voluntad de no ir / donde lo fácil
llama, / de evitar la ribera / donde el sentido basta. / ¡Qué hondo no querer, / qué
absolutoa desgana, / qué desviar lo inútil / arrancándole al alma / el último asidero
/ y hasta esa luz prestada / que le roba a lo oscuro / su claridad intacta! // Porque
lo quiero todo / ya apenas quiero nada”, cuando el Seor nos da un nombre, es
decir nos ama y nos llama, en Él lo tenemos todo”.
2. Se despide Pablo de la comunidad de Éfeso, de modo emotivo, les da últimos
consejos: “Ahora os dejo en manos de Dios y de su palabra, que es gracia… Os he
enseñado en todo que trabajando así es como debemos socorrer a los necesitados,
y que hay que recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Mayor felicidad hay
en dar que en recibir”. Los discípulos “abrazándose al cuello de Pablo le besaban,
afligidos sobre todo por lo que había dicho de que no volverían a ver su rostro. Y le
acompañaron hasta la nave” ( Hechos 20,28-38) . La Iglesia, que somos todos,
está compuesta de pecadores. Pero no hay problema: «os dejo en manos de Dios»,
y ahí estamos seguros. Con ese consejo de dar a los demás, que es fuente de
alegría: Señor, ¡que sepa darme!
3. Por eso rezamos con el Salmo: “Tú, Dios mío, ordena tu poder, oh Dios, que
actúa en favor nuestro... Reyes de la tierra, cantad a Dios, tocad para el Señor, que
avanza por los cielos, los cielos antiquísimos, que lanza su voz, su voz poderosa:
"Reconoced el poder de Dios". Sobre Israel resplandece su majestad, y su poder
sobre las nubes. Desde el santuario, Dios impone reverencia: es el Dios de Israel
quien da fuerza y poder a su pueblo. ¡Dios sea bendito!” ( Salmo 67,29-30.33-
36).
En esta preparación a su fiesta acabamos con esta oración al Espíritu Santo:
lléname, poséeme, dame tu luz y fuerza para ser a fondo cristiano, otro Cristo. Que
me deje llevar por ti, para ser como los primeros portador de paz, de fuego de
amor, que quema toda violencia, que da sabor a la vida, que arrastra a Jesús a los
demás con la experiencia viva de su entrega. Que sea acogedor en una escucha
activa, que tenga empatía con cada persona como la tuvo Jesús, con todo lo que
esto resume: que sea solidario, alegre, trabajador, leal, libre, generoso, valiente
para testimoniar mi fe, sin miedo de aparecer como un loco ante los demás. Pongo
esta oración bajo tu protección, Santa María, madre mía.
Llucià Pou Sabaté