“Cuídalos en tu nombre que me diste para que sean uno, como nosotros.”
Jn 17, 6a.11b-19
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
LA PALABRA DE JESÚS Y SU ESPÍRITU NOS AYUDAN A DISCERNIR LOS DISTINTOS
ROSTROS DEL MUNDO
Estamos frente a un fragmento en el que Jesús aparece particularmente preocupado por el
poder del mundo y por su posible influencia en sus discípulos. En el mundo actúa el maligno
con su espíritu de mentira, belicosamente contrario a la verdad, que es Cristo. La posición de
los discípulos es delicada; deben permanecer en el mundo, sin quedar contaminados por el
mismo. Estarán apoyados por su oración, por su palabra y por su Espíritu. En consecuencia, no
deben temer. Y añade Agustín: “¿Qué quiere decir: "Por ellos me santifico yo mismo" sino que
yo los santifico en mí mismo en cuanto ellos son yo? En efecto, habla de aquellos que
constituyen los miembros de su cuerpo”.
Todo esto nos induce a reflexionar, una vez más, sobre el poder del mundo, aunque también
sobre su debilidad: poder para quien se deja seducir, debilidad para quien se deja guiar
íntimamente por la Palabra de Jesús y conducir por su Espíritu. Es posible que en estos años
hayamos infravalorado al “mundo”, una palabra que se ha vuelto ambigua, que indica, unas
veces, el lugar de la acción del Espíritu y de los signos de los tiempos y, otras, el lugar donde
se desarrolla el eterno conflicto entre el maligno y Jesús. La Palabra de Jesús y su Espíritu nos
ayudan a discernir los distintos rostros del mundo, a distinguir las llamadas del Espíritu de los
sutiles engaños del maligno, los mensajes de Dios de la mentira del enemigo. Esto es tanto
más seguro en la medida en que la Palabra y el Espíritu no son asumidos y casi gestados
individualmente, sino acogidos dentro de la comunidad de los discípulos, que forman la santa
comunión de la Iglesia.
ORACION
Me impresiona, Señor, tu insistencia en la peligrosidad del mundo. Y me doy cuenta de que hoy
también tenemos necesidad de esta puesta en guardia. Y yo el primero de todos. El mundo de
la libertad, de la igualdad de oportunidades para todos, para todas las religiones, para todas las
opiniones, para todos los modos de vida, tiene su encanto, porque, a fin de cuentas, es el
mundo de la tolerancia, de la laicidad, de la libertad para todos. Pero es también el mundo
donde están admitidas todas las “transgresiones”, donde todas las modas, hasta las más
perversas y detestables, son presentadas como normales, donde toda la prensa tiene derecho
a la libre circulación...
Confíame, Señor, a tu Palabra. Recuérdame que no soy de este mundo, que te pertenezco a ti.
Santifícame en tu verdad, asimílame a tu mentalidad, a tu vida. Tú, que has orado por mí,
hazme santo en tu verdad, para que camine siempre por tus caminos y use de este mundo
como lo harías tú.