EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Viernes de la octava semana del tiempo ordinario
Epístola I de San Pedro 4,7-13.
Ya se acerca el fin de todas las cosas: por eso, tengan la moderación y la sobriedad
necesarias para poder orar.
Sobre todo, ámense profundamente los unos a los otros, porque el amor cubre
todos los pecados.
Practiquen la hospitalidad, sin quejarse.
Pongan al servicio de los demás los dones que han recibido, como buenos
administradores de la multiforme gracia de Dios.
El que ha recibido el don de la Palabra, que la enseñe como Palabra de Dios. El que
ejerce un ministerio, que lo haga como quien recibe de Dios ese poder, para que
Dios sea glorificado en todas las cosas, por Jesucristo. ¡A él sea la gloria y el poder,
por los siglos de los siglos! Amén.
Queridos míos, no se extrañen de la violencia que se ha desatado contra ustedes
para ponerlos a prueba, como si les sucediera algo extraordinario.
Alégrense en la medida en que puedan compartir los sufrimientos de Cristo. Así,
cuando se manifieste su gloria, ustedes también desbordarán de gozo y de alegría.
Salmo 96(95),10.11-12.13.
Digan entre las naciones: "¡El Señor reina!
El mundo está firme y no vacilará.
El Señor juzgará a los pueblos con rectitud".
Alégrese el cielo y exulte la tierra,
resuene el mar y todo lo que hay en él;
regocíjese el campo con todos sus frutos,
griten de gozo los árboles del bosque.
Griten de gozo delante del Señor,
porque él viene a gobernar la tierra:
él gobernará al mundo con justicia,
y a los pueblos con su verdad.
Evangelio según San Marcos 11,11-26:
Jesús llegó a Jerusalén y fue al Templo; y después de observarlo todo, como ya era
tarde, salió con los Doce hacia Betania.
Al día siguiente, cuando salieron de Betania, Jesús sintió hambre.
Al divisar de lejos una higuera cubierta de hojas, se acercó para ver si encontraba
algún fruto, pero no había más que hojas; porque no era la época de los higos.
Dirigiéndose a la higuera, le dijo: "Que nadie más coma de tus frutos". Y sus
discípulos lo oyeron.
Cuando llegaron a Jerusalén, Jesús entró en el Templo y comenzó a echar a los que
vendían y compraban en él. Derribó las mesas de los cambistas y los puestos de los
vendedores de palomas,
y prohibió que transportaran cargas por el Templo.
Y les enseñaba: "¿Acaso no está escrito: Mi Casa será llamada Casa de oración para
todas las naciones? Pero ustedes la han convertido en una cueva de ladrones".
Cuando se enteraron los sumos sacerdotes y los escribas, buscaban la forma de
matarlo, porque le tenían miedo, ya que todo el pueblo estaba maravillado de su
enseñanza.
Al caer la tarde, Jesús y sus discípulos salieron de la ciudad.
A la mañana siguiente, al pasar otra vez, vieron que la higuera se había secado de
raíz.
Pedro, acordándose, dijo a Jesús: "Maestro, la higuera que has maldecido se ha
secado".
Jesús le respondió: "Tengan fe en Dios.
Porque yo les aseguro que si alguien dice a esta montaña: 'Retírate de ahí y
arrójate al mar', sin vacilar en su interior, sino creyendo que sucederá lo que dice,
lo conseguirá.
Por eso les digo: Cuando pidan algo en la oración, crean que ya lo tienen y lo
conseguirán.
Y cuando ustedes se pongan de pie para orar, si tienen algo en contra de alguien,
perdónenlo, y el Padre que está en el cielo les perdonará también sus faltas".
Pero si no perdonan, tampoco el Padre que está en el cielo los perdonará a ustedes.
Comentario del Evangelio por
San Jerónimo (347-420), sacerdote, traductor de la biblia, doctor de la
Iglesia
Homilía sobre el evangelio de Marcos, nº VIII. Mc 11, 11-14; SC 494
Todavía no es tiempo de higos
«No era tiempo de higos». El apóstol interpreta este pasaje en la carta a los
Romanos: «No quiero que ignoréis, hermanos, que el endurecimiento vino a una
parte de Israel, hasta que entrase la plenitud de las naciones. Cuando haya entrado
la plenitud de las naciones, entonces todo Israel será salvo».Si el Señor hubiera
encontrado frutos en esa higuera, no hubiera entrado primero la plenitud de las
naciones. Pero como entró esta plenitud de las naciones, todo Israel se salvará al
final... Después, también Juan en su Apocalipsis dice: de la tribu de Judá habrá
doce mil creyentes, de la tribu de Rubén doce mil creyentes, y del mismo modo
habla de las restantes tribus; suman en total ciento cuarenta y cuatro mil todos los
creyentes...
Si Israel hubiese creído, nuestro Señor no hubiese sido crucificado, y si
nuestro Señor no hubiese sido crucificado, la multitud de los gentiles no se hubiese
salvado. Creerán los judíos, por tanto, pero creerán al fin del mundo. No era tiempo
para que creyeran en la cruz...Su infidelidad es nuestra fe, su ruina nuestra
elevación. No era el tiempo de ellos, para que fuera nuestro tiempo.
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