SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS. CICLO B.
( Juan 15,26-27;16,12-15 )
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "Cuando venga el Defensor,
que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del
Padre, él dará testimonio de mí; y también vosotros daréis testimonio,
porque desde el principio estáis conmigo. Muchas cosas me quedan por
deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el
Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no
será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él
me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando. Todo lo que
tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo
anunciará."
CUENTO: LA MEJOR DEFENSA, EL AMOR
En un día caluroso de verano, en el sur de Florida, un niño decidió ir a
nadar en la laguna detrás de su casa. Salió corriendo por la puerta trasera,
se tiró al agua y nadaba feliz. No se dio cuenta de que un cocodrilo se le
acercaba. Su madre, desde la casa, miraba por la ventana y vio con horror
lo que sucedía. Enseguida corrió hacia su hijo gritándole lo más fuerte que
podía. Al oírla, el niño se alarmó y comenzó a nadar hacia su madre. Pero
fue demasiado tarde. Desde el muelle, la mamá tomó al niño por sus
brazos justo cuando el caimán lo agarraba de las piernitas. La mujer tiraba
con todas la fuerza de su corazón. El cocodrilo era más fuerte, pero la
mamá era mucho más apasionada y su amor la fortalecía. Un señor que
escuchó los gritos se apresuró hacia el lugar con un rifle y mató al
cocodrilo. El niño sobrevivió y, aunque sus piernas sufrieron bastante,
incluso pudo volver a caminar. Cuando salió del trauma, un periodista le
preguntó al niño si le quería enseñar las cicatrices de sus pies. El niño
levantó las sábanas y se las mostró. Pero entonces, con gran orgullo, se
subió las mangas de su pijama y señalando hacia las cicatrices de sus
brazos, le dijo: “Pero lo que usted debe ver son éstas”. Eran las marcas de
las uñas de su madre que lo habían presionado con tanta fuerza. “Las tengo
porque mi mamá nunca me soltó y me salvó la vida”.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Celebramos hoy en este domingo una de las fiestas “grandes”, la festividad
de Pentecostés, el día en que nació la Iglesia, el día en que los discípulos
son revestidos de la Fuerza de lo Alto. Se terminaron los miedos, las dudas,
la tristeza, el encerramiento. Es la hora del Espíritu, es la hora de Dios, es
la hora del testimonio. Se abren de par en par las puertas del Reino de Dios
para todos. La salvación de Dios ya no es exclusividad de un pueblo, de una
raza, de una religión. Allí aquél día estaban judíos presentes de todas las
naciones y pueblos. En el Espíritu de Dios, toda la humanidad es una sola,
todos somos constituidos hijos del mismo Padre. La Iglesia se hace católica,
universal, abraza a todos, todos pueden entrar en ella. Nada de
exclusivismos, nada de sectas. Dios es el Dios de todos. No ha triunfado el
mal, ni la cruz. En Pentecostés se realiza el triunfo del bien, de la verdad,
del amor, de la vida. Todas las lenguas dispersas de Babel entonan aquí una
sinfonía maravillosa de hermandad. Las diferencias ya no son confusión ni
enfrentamiento. Maravillosa unidad que respeta la diversidad.
Necesita tanto la Iglesia de este Pentecostés permanente del Espíritu, para
que salga de sus miedos y deje de encerrarse sobre ella misma. Hay hoy un
pesimismo en muchos cristianos, mucha falta de fe en la presencia del
Espíritu entre nosotros. Pareciera que no hubiera llegado el primer
Pentecostés. Le cuesta a la Iglesia caminar al compás del mundo, con el
mundo real. Sigue anclada en cosas que no son esenciales, en las formas,
más que en el fondo. Las formas son pesos históricos humanos que no son
permanentes. Cambian, porque el mundo cambia. Y si no nos ponemos en
la sintonía de los cambios, corremos el riesgo de quedarnos encerrados en
la sinagoga, en la secta, en el pasado. Me maravilla el dinamismo de este
día de Pentecostés. Me admiro ante la obra del Espíritu. Y no me extraña
nada que apenas se hable del Espíritu Santo en la Iglesia, ese “Gran
Desconocido” del que hablaba el papa Pablo VI. Cómo hace falta otro Juan
XXIII que abra de nuevo las ventanas de esta Familia de Dios y deje que
entre el aire fresco del Espíritu, sanee este olor a cerrado que se respira en
muchos posicionamientos de la Iglesia. ¿Por qué tanto miedo al mundo?¿Por
qué tanto recelo?¿Por qué tanta condena?¿Por qué tanto lenguaje duro? Es
verdad que la Iglesia no puede cambiar el Evangelio ni acomodarlo a las
modas reinantes. Pero tampoco está llamada a ver todo lo malo. Hay mucho
bueno, hay muchos signos del Espíritu en el mundo actual que invitan a la
esperanza. Hay mucho trigo en la cizaña. Echo de menos palabras más
positivas, echo de menos un talante más dialogante, un camino de mayor
comunión y participación entre la propia Jerarquía, una mayor voz de los
laicos. Que venga el Espíritu y nos saque afuera, aunque no nos guste
movernos, aunque no sepamos dónde nos llevará. Confiemos en El, en sus
dones, en su sabiduría, en la fuerza de su amor, como nos recuerda el
cuento de Dios. Jesús llama al Espíritu Santo nuestro Defensor. Dejémosle
que remueva los cimientos de nuestra comodidad personal y eclesial.
Respiremos el aire nuevo y fresco que nos trae su novedad. Dejemos que
sea Él el que nos guíe para abrir en nuestras vidas las puertas del amor, del
conocimiento profundo que da la fe, de la sabiduría que nos guía y nos hace
elegir siempre el bien, esa sabiduría que no está en los libros, sino en el
corazón sencillo de las personas humildes. Déjate llenar de Dios, abre tus
puertas a Cristo, no tengas miedo, como nos decía el papa Juan Pablo II y
repite incesantemente el Evangelio! Recuerda siempre que “lo que Dios te
pide te lo da”. Salgamos,, como hizo la Virgen María cuya fiesta de la
Visitación celebramos el próximo día 31, al encuentro de quien nos necesite,
tendiendo la mano, abriendo los brazos, brindando cariño y solidaridad
como lo hizo ella con su prima Isabel. Es ahí dónde está el Espíritu de Dios,
donde nos jugamos la credibilidad de nuestra fe.
¡VEN, ESPÍRITU SANTO, RENUEVA EN NOSOTROS LA BELLEZA DEL
EVANGELIO. HAZNOS INSTRUMENTOS DE LA REVOLUCIÓN DE TU
EVANGELIO. ECHANOS AFUERA DE NUESTROS TEMPLOS CERRADOS Y
FALTOS DE ALEGRÍA. CONTÁGIANOS ESA BENDITA ENFERMEDAD QUE ES
LA ESPERANZA. LLÉNANOS DEL PRINCIPAL DE TUS DONES QUE ES EL
AMOR. HAZ QUE NOS AVERGONCEMOS DE ESTAR DIVIDIDOS COMO
CRISTIANOS Y NOS PONGAMOS EN EL CAMINO DEFINITIVO DE LA
UNIDAD. APARTA DE NOSOTROS LA MIRADA NEGATIVA HACIA EL MUNDO.
SÁCANOS EL MIEDO QUE NOS PARALIZA. INVENTA EN NOSOTROS
LENGUAJES NUEVOS PARA ANUNCIAR TU EVANGELIO. HAZNOS FIELES
DISCÍPULOS DEL GRAN MAESTRO Y SEÑOR JESUCRISTO. CÓLMANOS DE
ESOS DONES QUE NOS REGALAS PARA REALIZAR NUESTRA MISIÓN. Y QUE
NADA NOS APARTE DE TU AMOR. AMEN.
¡FELIZ SEMANA LLENA DEL ESPÍRITU DE DIOS, NUESTRO DEFENSOR, ÉL
QUE ES EL ESPÍRITU DE LA ALEGRÍA Y DEL AMOR!