EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Evangelio según San Mateo 28,16-20.
Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado.
Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra.
Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con
ustedes hasta el fin del mundo".
comentario del Evangelio por
San Basilio (v. 330-379), monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor
de la Iglesia
Homilía sobre la fe, 1-3
"Danos a profesar la verdadera fe reconociendo la gloria de eterna
Trinidad" (colecta)
El alma que ama a Dios jamás se sacia, más hablar de Dios es audaz: nuestro
espíritu está muy lejos de un asunto tan grande... Cuanto más nos acercamos al
conocimiento de Dios, más sentimos profundamente nuestra impotencia. Así le
ocurrió a Abraham y también a Moisés: aunque que podían ver a Dios, en lo que le
es posible al hombre, tanto uno como el otro eran el más pequeño de todos;
Abraham se llamaba" tierra y ceniza ", y Moisés era de palabra torpe y lenta (Gn
18,27; Ex 4,11). Comprobaba en efecto, la debilidad de su lengua para traducir la
grandeza de aquel que su espíritu acogía. Hablamos de Dios no tal como es, sino tal
y como podemos cogerlo.
En cuanto a tú, si quieres decir u entender algo de Dios, deja tu naturaleza
corporal, deja tus sentidos corporales... Eleva tu espíritu por encima de todo lo que
ha sido creado, contempla la naturaleza divina: es allí, inmutable, indivisa, luz
inaccesible, gloria brillante, bondad deseable, belleza inigualable, donde el alma es
herida, pero no lo puede expresar con palabras adecuadas.
Aquí es el Padre, el Hijo y el Santo Espíritu... El Padre es el principio de todo,
la causa del ser del que es, la raíz de los vivientes. Es aquel del que fluye la Fuente
de la vida, la Sabiduría, la Potencia, la Imagen perfecta semejante al Dios invisible:
el Hijo engendrado por el Padre, El Verbo vivo, que es Dios, y que regresa al Padre
(1Co 1,24; He 1,3; Jn 1,1). Por este nombre de Hijo, sabemos que comparte la
misma naturaleza: no es creado por una orden, sino que brilla sin cesar a partir de
su sustancia, unido al Padre de toda eternidad, igual a él en bondad, igual en
potencia, compartiendo su gloria...
Y cuando nuestra inteligencia haya sido purificada de pasiones terrestres y cuando
deje a un lado toda criatura sensible, igual que un pez que emerge de las
profundidades a la superficie, devuelta a la pureza de su creación, verá entonces el
Espíritu Santo allí dónde está el Hijo y donde está el Padre. Este Espíritu también,
siendo la misma esencia según su naturaleza, posee todos los bienes: bondad,
rectitud, santidad, vida... Lo mismo que arder está ligado al fuego y resplandecer a
la luz, así no se le puede quitar al Espíritu Santo el hecho de santificar o dar vida,
no más que la bondad y la rectitud.
"servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”