VIII Semana del Tiempo Ordinario
Lunes
“No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; creéis en él, y os alegráis con un
gozo inefable”, nos anima san Pedro: hasta una entrega radical, vivir
aquella invitación de Jesús: “Vende lo que tienes y sígueme”
«Cuando salía para ponerse en camino, vino uno corriendo y arrodillado
ante él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para conseguir la
vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino
uno, Dios. Ya conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás
adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio, no defraudarás a nadie,
honra a tu padre y a tu madre. Él respondió: Maestro, todo esto lo he
guardado desde mi adolescencia. Y Jesús, fijando en él su mirada, se
prendó de él y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo
a los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo; luego ven y sígueme. Pero él,
afligido por estas palabras, se marchó triste, pues tenía muchos
bienes.» (Marcos 10, 17-22)
1. Así que salió Jesús para ponerse en camino... un hombre corrió hacia él y
arrodillándose a sus pies le dice: "Maestro bueno, ¿qué he de hacer para alcanzar la
vida eterna?" Escena muy viva. Un hombre de deseos e inquietudes: corre... se
lanza de rodillas a sus pies... sin aliento, le pregunta. Esta, su pregunta, es ¡la
pregunta esencial!
Lo primero que hace Jesús es declarar: -"¿Por qué me llamas "Bueno"? Nadie es
"Bueno" sino solo Dios”. Slo Dios es bueno. Jesús, quiero saber cmo ser bueno,
más de Dios, como Tú
Jesús le recuerda luego: -“Tú sabes los mandamientos”... y le cita algunos; el chico
responde: “Maestro, los he observado desde mi juventud... ¿qué más me falta?” No
está contento con estar en regla, con cumplir la Ley. Le falta algo más Seor, yo
también quiero saber qué quieres que haga, cómo tener paz en las inquietudes de
mi corazón, como tener la vida eterna.
-“Jesús mirándolo le mostr afecto y le dijo”... La mirada de Jesús también es sobre
mí. Trato de imaginarla que se posa también sobre mí... sobre aquellos con los que
convivo, con los que tengo a mi cargo... El afecto de Jesús es amor, afecto sanante,
salvación. Y todas sus palabras también.
-"Una sola cosa te falta: Vete, vende cuanto tienes, dalo a los pobres y tendrás un
tesoro en el cielo; luego ¡ven y sígueme!" Si me ponen una multa de tráfico, o
pierdo un Ipod por el monte, ¡qué disgusto! Es porque todavía me dejo llevar por el
“tener”, y Jesús revoluciona ese orden de cosas: nos hace pasar al “ser”. Cuando
estamos en contacto con la enfermedad, vemos que la salud es mucho mejor que
todas esas cosas. Jesús, te pido que me entere de ese espíritu: sustituir el afán de
tener por el ser, el tener cosas por el amar, el dinero por la salud, sobre todo la
salud espiritual que es la salvación.
Señor, que sepa vivir en el ambiente de la llamada a los Apóstoles, dejarlo todo y
seguirte, como dijiste tantas veces que ganamos la vida al perderla, al renunciar a
nosotros mismos. Tú nos indicas que vale la pena darlo todo, seguirte de cerca, en
una formidable aventura, con riesgo, que por la fe sabemos que estás Tú para todo
y estoy así seguro. Señor, ayúdame a ver mi vocación, llámame como a ese rico,
que quiero “dejarme pescar”, porque “slo Tú tienes palabras de vida eterna”,
ayúdame a responder que sí a lo que deseas... Jesús, sé Tú mi «pescador», que me
libere de mi vida anodina, de pecado. Dame “eso” que “me falta”.
Ayúdame también, Jesús, a mostrar a otros este camino de amor, de tu
seguimiento, y que no tenga miedo de hablarles de mi experiencia, del camino
tuyo, que es de felicidad. «Y ya que en su voluntad está la vida, no podemos dudar
lo más mínimo de que nada encontraremos que nos sea más útil y provechoso que
aquello que concuerda con el querer divino. Por tanto, si en verdad queremos
conservar la vida de nuestra alma, procuremos con solicitud no desviarnos en lo
más mínimo de la voluntad de Dios» (San Bernardo).
El diálogo acaba “mal”, pues ese hombre con inquietudes –“se march triste porque
tenía mucha hacienda... Jesús, mirando en tomo suyo dijo a sus discípulos: "¡Cuán
difícilmente entrarán en el Reino de Dios, los que poseen riquezas!"” Este hombre,
luego volvería, al cabo del tiempo, quizá cuando ya tenía su familia, y también tuvo
un lugar entre los primeros cristianos. No pudo ser de los primeros, pero no
perdemos el tren cuando dejamos la invitación del Señor, sino que nos manda un
tren cada día, en cada momento. En las cosas de amor, el castigo no está en que la
vida sea un infierno, sino en que se pierde ese tiempo de amar, en el que está el
premio, que es ya el cielo, aquí, y luego en la eternidad, según nuestra capacidad
de amar, la anchura de nuestro corazón. Por eso te pido, Señor, que no quede yo
«solo y triste» como ese cobarde, que no pierda esa ocasión que me das hoy para
ser feliz.
Jesús continuó: "Es más fácil a un camello pasar por el agujero de una aguja que a
un rico entrar en el Reino de Dios". Los discípulos, algo desanimados, decían entre
sí: "Entonces, ¿quién puede salvarse?" Jesús, conociendo lo que pensaban, dijo: “A
los hombres sí les es imposible, mas no a Dios, porque a Dios todo le es posible".
Señor, que no busque ya más seguridades en esta vida que la de tu amor.
2. En esta primera epístola de san Pedro que comenzamos hoy a leer (escribe hacia
el año 64, más tarde que san Pablo, pero antes de los evangelios) se nos habla del
«bautismo», ese identificarnos en Cristo en que está la salvación. Da gracias a
Dios, que “nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una
herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La
fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en
el momento final”. Hay un rebosar de “alegría, aunque sea preciso que todavía por
algún tiempo seáis afligidos con diversas pruebas”. Se puede ser feliz, incluso en
las pruebas. ¿Vivo así yo también? ¿En qué se apoya mi alegría? Que entienda,
Señor, que como el oro se aquilata con el fuego, también mi alma mejora con la
cruz: “y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de
vuestra fe: vuestra propia salvacin” (1 Pedro 1,3-9).
3. “Grandes son las obras del Seor” en nosotros, nos dice el salmo 110, que habla
de "misericordia", "clemencia", "justicia", "fuerza", "verdad", "rectitud", "fidelidad",
"alianza", "obras", "maravillas", incluso de "alimento" que Dios nos da (en la
Eucaristía, para que vivamos ya la salvacin en Su Vida), su salvacin: “ El Señor
recuerda siempre su alianza”, la ha ratificado en Jesús, y damos gracias a Dios
con la gran liturgia de la gratitud, la Eucaristía.
Llucià Pou Sabaté