Solemnidad. La Santísima Trinidad Ciclo B
Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
Con tu único Hijo y el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor"
Dt 4,32-34.39-40: "El Señor es el único Dios, allá arriba en el
cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro"
Sal 32,4-5.6-9.18-19.20-22: "Dichoso el pueblo que el Señor se
escogió como heredad"
Rm 8,14-17: "Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos que
nos hace gritar: !Abba! (Padre)"
Mt 28,16-20: "Bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y
del Espíritu Santo"
San Pablo recuerda el teocentrismo trinitario de la vida cristiana: el Padre nos
adopta como hijos; el Hijo, con quien somos coherederos; y el Espíritu, que nos
hace conscientes de todo ello.
No parece casual que sitúe san Mateo a Jesús en un monte a la hora de enviar a
sus discípulos y darles el encargo de "hacer cumplir cuanto Él ha mandado". Jesús,
nuevo Moisés, Nuevo Legislador, Autor y Promulgador de la Ley Nueva y Última.
Que esa Ley sea aceptada en el Bautismo y en nombre de la Trinidad es lo
verdaderamente novísimo e imprescindible en la misión.
El hombre es una unidad total, y la dispersión en la que vive hace difícil que
reconozca a su Dios como el que le devuelve su propia integridad interior. El
hombre está encarnado en el mundo y es aquí donde ejerce su dinamismo y su
fuerza. Dios, que es un ser personal, quiere que el hombre no se cosifique ni
dependa de lo que le rodea, sino que lo quiere persona, hijo.
— "El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida
cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros
misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y
esencial en la ``jerarquía de las verdades de fe'' (DCG 43). ``Toda la historia de la
salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el
Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a
los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos'' (DCG 47)" (234; cf. 237;
253; 256).
— "La gracia es una participación en la vida de Dios. Nos introduce en la intimidad
de la vida trinitaria: por el Bautismo el cristiano participa de la gracia de Cristo,
Cabeza de su Cuerpo. Como ``hijo adoptivo'' puede ahora llamar ``Padre'' a Dios,
en unión con el Hijo único. Recibe la vida del Espíritu que le infunde la caridad y
que forma la Iglesia" (1997).
— "El fin último de toda la economía divina es la entrada de las criaturas en la
unidad perfecta de la Bienaventurada Trinidad. Pero desde ahora somos llamados a
ser habitados por la Santísima Trinidad: ``Si alguno me ama _dice el Señor_
guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en
él'' (Jn 14,23)" (260).
— "Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí misma
para establecerme en ti, inmóvil y apacible como si mi alma estuviera ya en la
eternidad; que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de ti, mi inmutable, sino
que cada minuto me lleve más lejos en la profundidad de tu Misterio. Pacifica mi
alma. Haz de ella tu cielo, tu morada amada y el lugar de tu reposo. Que yo no te
deje jamás solo en ella, sino que yo esté allí enteramente, totalmente despierta en
mi fe, en adoración, entregada sin reservas a tu acción creadora" (Beata Isabel de
la Trinidad) (260).
"No he comenzado a pensar en la Unidad cuando ya la Trinidad me baña con su
esplendor. No he comenzado a pensar en la Trinidad cuando ya la Unidad me posee
de nuevo" (San Gregorio Nacianceno).
Con permiso de Almudi.org