“Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el
Reino de Dios”
Mc 10, 17-27
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds
Lectio Divina
“VEN Y SÍGUEME”
“Ven y sígueme”, le dice Jesús al rico. “Elegidos para obedecer a Jesús y dejarnos rociar por su
sangre”, nos revela su apóstol. Jesús, a quien el Padre le pide obediencia, es quien nos
alimenta con su sangre y nos pide que le sigamos para que se cumpla el designio del Padre.
Ese designio, llevado a cabo en su persona, avanza ahora precisamente hacia el cumplimiento
en su cuerpo místico, en la Iglesia peregrina sobre la tierra hasta su vuelta. Seguirle es caminar
en él en medio de la comunidad de salvación vivificada por su Espíritu.
Querer seguir a Jesús de verdad es discernir el Camino por el que marcha el pueblo, dar
nuestro asentimiento a los que han sido designados para certificar el rumbo y las exigencias
concretas, aprender a trabajar y colaborar en el proyecto común, capacitarme para hacer
converger en el bien común los dones de la naturaleza y de la gracia con los que me he
enriquecido. Nadie vive para sí mismo y nadie muere para sí mismo. El seguimiento implica la
fe en Cristo, «pastor» invisible de su grey (1 Pe 5,4), la docilidad para caminar juntos.
Obedecerle es alimentarse con su sangre, que recibimos en la Iglesia, y perseverar con
fidelidad en la participación en la misión común. La riqueza del creyente es Jesús. Lo que nos
aparta de él o nos hace perezosos y desatentos para morar en él se convierte en un obstáculo
que la fuerza de la fe permite superar.
ORACION
Tu Palabra, Señor, es la verdad. Envía tu Espíritu para que me ilumine y pueda acogerla tal
como tú la dices, para que pueda seguirte a tu modo y no al mío. Tú pides que te siga en tu
cuerpo místico. La resistencia, explícita o escondida, que le opongo es grande. Todo me lleva a
aislarme, a pensar en los intereses de mi salvación en unos contextos en los que parece que
nadie se preocupa de ti, en ambientes donde los parámetros de las valoraciones y de las
opciones son muy selectivos y muy interesados.
Me pides que vaya a tu encuentro en estos contextos y en estos ambientes, pero yo siento la
tentación de aislarme de todo, de encerrarme en mí mismo y en la realización de mis proyectos
de vida. Me encuentro habitado por la murmuración interna, por el juicio, por la severidad, por
la condena. Hasta en la misma oración hablo de mí y no te escucho a ti, no fijo la mirada en tu
rostro.
Tu Palabra me confirma que sólo en el crisol de la tribulación se libera la fe en ti de la tendencia
a darse apoyos que la sostengan y que son diferentes a los que tú das a los que llevan a su
cumplimiento tu pasión.
Convierte, pues, mi corazón y mi mente. Deseo amarte como tú quieres, permanecer en tu
amor por el Padre y por la humanidad que él ama. Manténme en tu amor.